MAYTE TUDEA
Hemos
regresado de nuestro viaje de principios de curso, programado para recorrer la
Comunidad de Navarra en las tres zonas en las que se divide: alta, media y
baja.
Navarra reúne naturaleza, patrimonio y
gastronomía, y de ellas hemos disfrutado
plenamente. Bosques de hayas, abetos y pinos; sierras elevadas y frondosas,
valles verdes y apacibles, castillos y palacios que contienen una historia
inmemorial y comidas abundantes y sabrosas cuyos ingredientes son el producto
de una tierra fértil y bien cuidada.
Ha habido algún pequeño fallo (la
comida en el restaurante del camping no estuvo a la altura) que se compensó
sobradamente con la del siguiente día en el restaurante de Leiza.
El hotel Maisonnave cómodo y
magníficamente situado en el mismo centro de la ciudad (cerca del Ayuntamiento).
A destacar la limpieza, los desayunos y la atención que nos dispensaron. Ha
sido excelente.
Nos han acompañado dos estupendas guías
y un buen conductor que ha demostrado gran pericia manejando un autocar de
setenta y cuatro plazas por carreteras estrechas y curvadas. Y la presencia de
Kiko, director de Nautalia, que cubre todas las contingencias y resuelve
cualquier problema que se pueda presentar.
Como colofón, el buen tiempo ha sido
nuestro compañero, sin un solo día de lluvia. Temperatura fresca por la mañana
y veraniega a partir del mediodía. En conjunto este viaje ha resultado muy
satisfactorio.
Los ripios con los que suelo rememorar el
recorrido, (ripios y no versos) hay compañeros que me los han pedido y no
encuentro una manera mejor que trasladarlos al blog para quien tenga interés en
recordarlos.
Un saludo afectuoso,
3—octubre—2025
RIPIOS
(SIN NINGUNA PRETENSIÓN) DEL VIAJE A NAVARRA.
En el Ave, tempranito, hacia Madrid
enfilamos,
sin retrasos, tranquilitos, en tiempo y
forma llegamos.
Medinaceli el yantar, y de nuevo al
autobús,
de tanto tiempo sentados casi nos da un
patatús.
La Pamplona de Pompeyo recorrimos al
llegar,
un paseo por sus calles y hacia el
hotel ¡a cenar!
Y Maisonnave ofreció, grata cena, buena
cama,
nos fuimos a descansar parra cansarnos
mañana.
Segundo día de viaje: nos tocó
naturaleza.
Los pinos, hayas y abetos se abrazan en
la belleza.
Carreteras muy curvadas hacia la sierra
ascendimos,
pequeños pueblos cuidados jalonaban el
camino.
Y luego, en Ochagavía, en un museo
rural
conocimos un oficio en el que se acaba
mal.
Almadieros sufridores hasta los huesos
mojados
transportaban la madera sin que fueran
apreciados.
En el comedor de un camping nos
sirvieron la comida,
olvidemos la experiencia, que fue lo
peor del día.
Ascendimos escaleras, descendimos
empedrados,
y entre bajar y subir la tarde la
completamos.
Y el veintiséis nos marchamos hacia
Leyre y a Javier,
y por la tarde en Olite. Visitarlos fue
un placer.
El monasterio enclavado en paraje
singular,
nos acogió con agrado y el fraile supo
explicar.
El Castillo de Javier donde nació San
Francisco
se destruyó por rebelde y a la familia
hizo cisco.
Después lo reconstruyeron y así se nos
permitió
que nosotros disfrutemos de dicha
reconstrucción.
Y por la tarde, en Olite, admiramos su
palacio
que con pasión erigió el “muy noble rey
don Carlos”.
Don Carlos, de apodo el noble, mejoró
la dinastía.
su padre, llamado el malo, no contó con
simpatías.
Llegamos al día cuatro, al ecuador del
viaje,
tocaba Zugarramudi, que de brujas es
paraje.
Bosques cubiertos de hayas, de recios
robles y pinos,
laderas de verde hierba jalonaban el
camino.
Y en la cueva de las brujas que fueron
ajusticiadas,
entró un grupo de mujeres, nuevas
brujas renovadas.
La cueva del aquelarre resulta
espectacular,
su estructura es impactante, su paisaje
singular.
Aclararé que es ser bruja: Ser buena
administradora,
esposa y amante fiel, paciente,
resolvedora,
en el pajar ser aguja y ¡la guinda del
pastel!
En Elizondo un paseo en busca del
chocolate,
mejor es el pacharán para aclarar el
gaznate.
Pamplona, al anochecer, fue una explosión
de alegría,
gigantes y cabezudos, todos en gran
sintonía.
Y ya el día veintiocho, a Roncesvalles
llegando
Mikel más chulo que un ocho la historia
fue relatando.
Derrotamos a los moros en las Navas de
Tolosa,
con valor y sin desdoro, ¡pero ahí no
quedó la cosa!
A Carlomagno el francés, le dimos un
revolcón,
y a su sobrino Roldán en el culo un
patadón.
Fue Sancho séptimo, el Fuerte, al
frente de los vascones,
quien al francés hizo frente, duro y sin contemplaciones.
Y tras glosar las hazañas de tanto español
ilustre,
nos tomamos unas cañas para alegrarnos
el buche.
Descendimos el camino por el kilómetro
uno,
llegamos al restaurante sin lesionarse
ninguno.
Otra comida abundante, y la cena,
singular,
ya que en Navarra los pinchos es
obligado probar.
Mañana esperan las Bárdenas, un paisaje
tan marciano
por el que caminar asombra a cualquier
humano.
Y nos quedará Tudela, ciudad para
disfrutar
su renombrada menestra, un reputado
manjar.
Solo queda agradecerle a Kiko por su
interés
en que se cumpla el programa y el viaje
termine bien.
La pericia de Manuel al manejar este
bus,
tomando suaves las curvas, su trabajo
tiene un plus.
Y nos han acompañado unas guías
estupendas,
conocen bien su trabajo, decirlo no
duelen prendas.
Y el personal de Amaduma se ha
comportado muy bien,
también hay que agradecerles su
prudencia y buen hacer.
Tengo las neuronas secas, la verdad
estoy cansada,
reposaré la cabeza, ¡se acabó lo que se
daba!
Me alegro sinceramente que los compañeros lo pasaran tan bien. Navarra es una admirable tierra de bellos encantos.Yo no los pude disfrutar, en esta ocasión. Nautalia me excluyó, por ser viajero individual. Lamento profundamente su actitud. José L. Casado Toro.
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