Parece lógico que cuando los padres acuden al centro escolar, a fin de
mantener una entrevista de naturaleza tutorial, el maestro o el profesor
realice un resumen de principio acerca de las características del alumno sobre el
que van a dialogar. En ese planteamiento inicial que realiza el educador
escolar suelen ir mezclados valores y defectos, que deben ser potenciados o
corregidos, a nivel familiar y escolar.
Una expresión que siempre nos ha hecho reflexionar es cuando el tutor expresaba
una frase, mostrando una expresión o semblante preocupado. “Este niño piensa mucho”. Parece ser que con ese
“veredicto profesional” el profesor advertía que había que tener especial
cuidado, porque ese pensar en exceso no era bueno, incluso inquietante para el
futuro desarrollo de su persona. Con ese “pensar mucho” daba a entender que el
pequeño “no era como los demás chicos” quienes por generalidad eran más
abiertos, espontáneos, risueños, caprichosos, peleones, juguetones, traviesos,
mientras que un chico exageradamente pensativo solía estar o ser serio,
taciturno, reservado, “ojeroso” muy practicante de la lectura, poco hablador, extremadamente
ordenado, solitario, en su relación social, etc. características que movían a
la preocupación.
En estos casos, no resultaba fácil obtener información acerca de lo
que el chico pensaba, pues solía elegir con cuidado y exigencia aquellos con
los que admitía charlar, dialogar o compartir las palabras.
En este contexto, los padres, los orientadores, los profesores solían
argumentar que esa imagen mostrada por el niño o adolescente “no era normal, no
era asumible”, pues por su edad debía acoplarse a lo que la mayoría de sus
compañeros hacían o realizaban en la acción cotidiana. Entendían que ese niño
diferente o raro vivía como dentro de una coraza o armadura psíquica, a la que
no resulta fácil abrir, penetrar o compartir, sino todo lo contrario. La
cerrazón y blindaje mental era manifiesta.
En ocasiones tenía intervenir el psicólogo del centro o eran los
propios tutores familiares quienes acudían al especialista “a ver qué le ocurre
a nuestro hijo”. Los padres argumentaban que su familia era normal, en la que
no había grandes problemas. Incluso añadían que el carácter de su hermano es
muy diferente. “Nos ha salido un hijo muy raro.
Debe ser por las lecturas que saca con frecuencia de la biblioteca pública. Tal
vez también por esas películas que se baja de Internet … Es difícil luchar
contra la fuerza del móvil y del tablet”.
Hay elementos y circunstancias que pueden
hacer cambiar de pronto este “sombrío” panorama, en ese niño o
adolescente bien diferente de los demás. La primera novia o el primer amor.
Algún fracaso en los estudios. Inesperados cambios drásticos en el contexto
familiar. La influencia de un amigo que es aceptado como íntimo. Entonces, sus
padres, los profesores, incluso los vecinos, manifiestan la consabida frase
“Hay que ver lo que está cambiado este joven”. Pero,
puede que no cambie con el paso de los años. Entonces nos encontramos
con esas personas cerebrales, serias, reflexivas, que analizan a diario el
mundo en que viven. Que poseen esa insólita cualidad de “leer entre líneas”.
Que en modo alguno acepta, sin más, la cantidad de “basura y morralla” que le
ofrecen las cadenas televisivas o las páginas de la prensa diaria o semanal.
Persona que cuando asiste a una sala cinematográfica, tras salir de la
proyección y en las horas siguientes, reflexiona intensamente acerca de los
mensajes que ha querido transmitir el director y, especialmente, el guionista
con su obra o trama argumental. Lo mismo le ocurre cuando finaliza la lectura
de un libro y resume los valores que el autor nos ha querido transmitir. Sabe
argumentar, sin espavientos, gesticulaciones, gritos o enfados, su discrepancia
con aquello que está escuchando de un interlocutor. Su capacidad crítica es absoluta, pero ello no
es óbice para practicar con generosidad la tolerancia hacia aquellos que se
comportan o piensan de una manera diferente. Repite, cuando le preguntan:
“criticar debe ser compatible con tolerar”.
En definitiva, aquel niño serio, que desde
pequeño pensaba demasiado en opinión de sus padres y tutores escolares,
preocupándoles esta peculiar forma de ser, se ha
hecho mayor. No se le puede incluir en la masa aborregada, sumisa y
acrítica, ante tantas falacias y mentiras que se respiran por doquier. Es una
persona adulta, profundamente analítica, tanto con su entorno social, como
consigo mismo. Es un hombre que piensa, para
entender mejor el mundo en que vive. Cuando le preguntan o comentan
acerca de su forma de ser responde: “Al igual que
ejercitamos las partes del organismo corporal, hay que adiestrar de continuo
nuestra mente, con el ejercicio de pensar, reflexionar y tomar postura, ante
las lecturas y los multi mensajes mediáticos que aturden nuestro sosiego y
personalidad”.
Parece obvio que a los políticos y dirigentes sociales en modo alguno
les agrada este tipo de personas. Todo lo contrario. Les
inquieta, que los ciudadanos piensen, piensen mucho, descubriendo o discrepando
acerca de la realidad del micro o macrocosmos en el que desarrollan su
existencia. –
José L. Casado Toro
Octubre 2025

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