17 octubre 2025

EL NIÑO QUE PENSABA DEMASIADO

 

Parece lógico que cuando los padres acuden al centro escolar, a fin de mantener una entrevista de naturaleza tutorial, el maestro o el profesor realice un resumen de principio acerca de las características del alumno sobre el que van a dialogar. En ese planteamiento inicial que realiza el educador escolar suelen ir mezclados valores y defectos, que deben ser potenciados o corregidos, a nivel familiar y escolar.

Una expresión que siempre nos ha hecho reflexionar es cuando el tutor expresaba una frase, mostrando una expresión o semblante preocupado. “Este niño piensa mucho”. Parece ser que con ese “veredicto profesional” el profesor advertía que había que tener especial cuidado, porque ese pensar en exceso no era bueno, incluso inquietante para el futuro desarrollo de su persona. Con ese “pensar mucho” daba a entender que el pequeño “no era como los demás chicos” quienes por generalidad eran más abiertos, espontáneos, risueños, caprichosos, peleones, juguetones, traviesos, mientras que un chico exageradamente pensativo solía estar o ser serio, taciturno, reservado, “ojeroso” muy practicante de la lectura, poco hablador, extremadamente ordenado, solitario, en su relación social, etc. características que movían a la preocupación.



En estos casos, no resultaba fácil obtener información acerca de lo que el chico pensaba, pues solía elegir con cuidado y exigencia aquellos con los que admitía charlar, dialogar o compartir las palabras.

En este contexto, los padres, los orientadores, los profesores solían argumentar que esa imagen mostrada por el niño o adolescente “no era normal, no era asumible”, pues por su edad debía acoplarse a lo que la mayoría de sus compañeros hacían o realizaban en la acción cotidiana. Entendían que ese niño diferente o raro vivía como dentro de una coraza o armadura psíquica, a la que no resulta fácil abrir, penetrar o compartir, sino todo lo contrario. La cerrazón y blindaje mental era manifiesta.  

En ocasiones tenía intervenir el psicólogo del centro o eran los propios tutores familiares quienes acudían al especialista “a ver qué le ocurre a nuestro hijo”. Los padres argumentaban que su familia era normal, en la que no había grandes problemas. Incluso añadían que el carácter de su hermano es muy diferente. “Nos ha salido un hijo muy raro. Debe ser por las lecturas que saca con frecuencia de la biblioteca pública. Tal vez también por esas películas que se baja de Internet … Es difícil luchar contra la fuerza del móvil y del tablet”.



Hay elementos y circunstancias que pueden hacer cambiar de pronto este “sombrío” panorama, en ese niño o adolescente bien diferente de los demás. La primera novia o el primer amor. Algún fracaso en los estudios. Inesperados cambios drásticos en el contexto familiar. La influencia de un amigo que es aceptado como íntimo. Entonces, sus padres, los profesores, incluso los vecinos, manifiestan la consabida frase “Hay que ver lo que está cambiado este joven”. Pero, puede que no cambie con el paso de los años. Entonces nos encontramos con esas personas cerebrales, serias, reflexivas, que analizan a diario el mundo en que viven. Que poseen esa insólita cualidad de “leer entre líneas”. Que en modo alguno acepta, sin más, la cantidad de “basura y morralla” que le ofrecen las cadenas televisivas o las páginas de la prensa diaria o semanal. Persona que cuando asiste a una sala cinematográfica, tras salir de la proyección y en las horas siguientes, reflexiona intensamente acerca de los mensajes que ha querido transmitir el director y, especialmente, el guionista con su obra o trama argumental. Lo mismo le ocurre cuando finaliza la lectura de un libro y resume los valores que el autor nos ha querido transmitir. Sabe argumentar, sin espavientos, gesticulaciones, gritos o enfados, su discrepancia con aquello que está escuchando de un interlocutor.  Su capacidad crítica es absoluta, pero ello no es óbice para practicar con generosidad la tolerancia hacia aquellos que se comportan o piensan de una manera diferente. Repite, cuando le preguntan: “criticar debe ser compatible con tolerar”.

En definitiva, aquel niño serio, que desde pequeño pensaba demasiado en opinión de sus padres y tutores escolares, preocupándoles esta peculiar forma de ser, se ha hecho mayor. No se le puede incluir en la masa aborregada, sumisa y acrítica, ante tantas falacias y mentiras que se respiran por doquier. Es una persona adulta, profundamente analítica, tanto con su entorno social, como consigo mismo. Es un hombre que piensa, para entender mejor el mundo en que vive. Cuando le preguntan o comentan acerca de su forma de ser responde: “Al igual que ejercitamos las partes del organismo corporal, hay que adiestrar de continuo nuestra mente, con el ejercicio de pensar, reflexionar y tomar postura, ante las lecturas y los multi mensajes mediáticos que aturden nuestro sosiego y personalidad”.



Parece obvio que a los políticos y dirigentes sociales en modo alguno les agrada este tipo de personas. Todo lo contrario. Les inquieta, que los ciudadanos piensen, piensen mucho, descubriendo o discrepando acerca de la realidad del micro o macrocosmos en el que desarrollan su existencia. –

 

José L. Casado Toro

Octubre 2025


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