Artículo
de José Manuel Fernández Guisuraga, Associate
Professor in Applied Ecology and Remote Sensing, Universidad de León y Leonor Calvo Galván, Catedrática de
Ecología, Universidad de León. Publicado en la revista digital The
Conversation.
Troncos ennegrecidos, suelos grises y un silencio
abrumador. Este es el desolador panorama que queda tras los grandes incendios
forestales, como los ocurridos en las comunidades autónomas de Galicia,
Castilla y León y Extremadura durante la catastrófica temporada de incendios en verano de 2025 en
España. Pero afortunadamente, la vida empieza a abrirse camino mucho
antes de lo que imaginamos.
En cuestión de semanas, los primeros brotes verdes
emergen entre las cenizas, transformando el paisaje devastado en un mosaico
inesperado de vida. La regeneración natural tras los incendios en ecosistemas
propensos al fuego es un proceso fascinante.
Estrategias de las plantas para sobrevivir
al fuego
La vegetación de los ecosistemas terrestres de la
península ibérica convive con el fuego desde hace miles de años,
y muchas especies han desarrollado adaptaciones que les permiten regenerarse
tras un incendio.
Algunas se recuperan por rebrote
vegetativo a partir de yemas protegidas bajo la corteza, como los alcornoques (Quercus
suber), o dispuestas en las raíces, como las encinas (Quercus ilex).
Otras, como los brezos rojos (Erica australis), guardan yemas en órganos
subterráneos llamados lignotubérculos. Esta estrategia les ayuda a regenerarse
muy rápidamente, generando un manto verde que cubre el suelo desnudo
en las etapas iniciales posincendio.
También hay especies cuya regeneración
depende de la germinación de semillas, ya sea almacenadas en sus estructuras
aéreas o en el banco de semillas del suelo. En pinos Mediterráneos como Pinus
pinaster o Pinus halepensis, el fuego facilita la apertura
de sus piñas y la liberación de semillas que germinan tras las primeras
lluvias. Las plántulas se desarrollan en un entorno con menos competencia y
abundancia de nutrientes, lo que facilita
su establecimiento.
Gracias a estas estrategias, en la mayoría de los
incendios de intensidad no muy elevada, la vegetación se recupera de forma
natural, sin necesidad de intervención humana.
¿Cuánto tarda en recuperarse un
ecosistema?
La velocidad a la que se recupera la vegetación tras
un incendio depende de varios factores, como la intensidad
del fuego, la recurrencia de incendios anteriores, el tipo de ecosistema, el
clima y las propiedades del suelo.
En los matorrales Mediterráneos, el rebrote puede ser
visible en cuestión de semanas. Por ejemplo, en los brezales, la cobertura
vegetal puede llegar a recuperarse por completo en menos de una década. En los
pinares, en cambio, el proceso es más lento, pues las plántulas tardan años en
alcanzar un porte que asegure su supervivencia resistiendo la competencia y la
sequía.
En encinares y robledales, el rebrote suele ser
vigoroso durante los primeros años, pero el bosque requiere varias décadas para
recuperar su estructura y funciones originales.
En general, puede afirmarse que el color verde empieza
a dominar cuando la vegetación comienza a regenerarse en meses, pero el
regreso a un ecosistema maduro requiere décadas, principalmente en
ecosistemas dominados por arbolado.
Qué hacer después de un incendio
La respuesta tras un incendio no debe ser precipitada. Intervenciones apresuradas,
como reforestaciones sin una evaluación previa minuciosa, pueden resultar caras
y poco eficaces. Las recomendaciones científicas coinciden en que el primer
paso debe ser priorizar las zonas afectadas por una alta intensidad del
fuego. En ellas, se suelen llevar a cabo actuaciones
de emergencia para proteger el suelo frente a la erosión,
especialmente en terrenos con fuertes pendientes.
En áreas menos dañadas, donde la respuesta de rebrote
o germinación es intensa, lo más recomendable suele ser dejar que el ecosistema se regenere de manera natural y
observar su evolución.
En muchos casos, apoyar estos procesos mediante la
reducción de la competencia resulta muy efectivo. Solo cuando sea necesaria la
reforestación, se recomienda recurrir a especies autóctonas resistentes al fuego.
Sin embargo, existen situaciones más críticas. Un caso
especialmente delicado es el de las zonas que sufren incendios
de alta intensidad en cortos periodos de tiempo. Bajo estas
circunstancias, el negro puede seguir dominando el paisaje durante mucho tiempo
y, en el mejor de los casos, la regeneración puede desembocar en una conversión
del tipo de ecosistema. Esto ocurre porque los árboles jóvenes no
llegan a producir semillas y las plantas rebrotadoras acaban agotando sus
recursos. Así, un robledal o un pinar maduro pueden transformarse de manera
permanente en un matorral. Si el objetivo es recuperar el ecosistema original,
pueden ser prioritarias medidas activas de reforestación mediante siembras o
plantaciones selectivas.
Mirando al futuro
Tras un gran incendio no solo debemos pensar en cómo
recuperar la vegetación perdida, sino también en cómo preparar el territorio
para futuros incendios de gran intensidad. Esto implica favorecer paisajes en
mosaico mediante prácticas agrícolas, ganaderas y silvícolas tradicionales, que
reduzcan la acumulación de combustible y hagan los incendios más manejables.
En definitiva, la regeneración tras el fuego es un
proceso natural, aunque no siempre garantizado. La clave está en comprender que
no todos los incendios son iguales. Algunos abren oportunidades para que la
vida renazca con fuerza, mientras que otros pueden iniciar una degradación
irreversible si no actuamos con inteligencia.
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