Una tarde, de este verano 2025, decidí dar un largo paseo por una zona
marinera que no había visitado desde hacía bastante tiempo. Para este objetivo tomé
el autobús número 14, que tiene un recorrido urbano desde la zona universitaria
de Teatinos hasta el paseo de la Farola, en el barrio de la Malagueta. Efectivamente,
la última parada en la que bajé del vehículo está situada a muy escasos metros
de este gran monumento simbólico, para la postal emblemática de Málaga: una
esbelta, blanca y señorial FAROLA,
inaugurada el 30 de mayo de 1817, cuando reinaba en España Fernando VII,
construida durante cuatro años bajo la dirección del ingeniero coruñés Joaquín Mª
Pery y Guzmán. Su misión era ayudar a orientarse a los pescadores que trabajaban
y se acercaban con sus jábegas a la bahía malacitana. La altura sobre el nivel
del mar, con su linterna focal, es de 38 metros.
Desde este punto, en el que confluyen el puerto, al sur, junto a la concurrida playa de la Malagueta al este, comienza un gran espigón o el morro de levante, que se adentra con osada fortaleza en el mar. A la derecha del espigón hay un amplio y largo paseo, para viandantes y vehículos, cuya longitud mide aproximadamente un kilómetro. A la izquierda de este camino ganado al mar vemos una fila de enormes bloques protectores de hormigón, de conformación geométrica cuadrangular, que están frenando el oleaje o batida continua de las aguas mediterráneas, en una imagen de singular y emocional belleza. Este largo paseo concluye en una gran construcción de servicio dedicada a la ESTACIÓN MARITIMA del puerto malagueño, en donde recalan la mayoría de los grandes cruceros que llegan a nuestra ciudad, aprovechando la mayor profundidad de las aguas marinas en ese lugar.
El caminar por el pétreo camino del Espigón de levante tiene varios incentivos. Podemos contemplar la longitud
de la arenosa playa de la Malagueta y el paseo marítimo Pablo Ruiz Picasso, con
todas las edificaciones que miran al mar, en la Málaga este, consiguiéndose una
visión casi frontal. Es como si estuviésemos “navegando” en las aguas de la
costa playera en la bahía malacitana. No estamos montados en ninguna
embarcación, pero la visión o sensación es como si lo estuviéramos. El
ejercicio físico, la grata brisa marina, la percusión del oleaje, la atmósfera ambiental
salina, son elementos que enriquecen esa saludable caminata desde la gran
Farola.
Cuando los cruceros anclan junto a la Estación Marítima, los viajeros turistas aprovechan para visitar y admirar gozosamente la ciudad. Unos utilizan el servicio privado de grandes autocares, que los trasladan a distintos puntos de la capital o incluso localidades cercanas. Otros realizan ese paseo a pie, descubriendo el Paseo Marítimo Ciudad de Melilla, la propia Farola, el paseo del Parque, hasta adentrarse en la mágica riqueza monumental de la ciudad. La línea 14 de la EMT puede ayudarles en el desplazamiento hacia el centro urbano de Málaga.
El gran camino entre la Estación Marítima y la Farola también permite
observar como algunas personas, especialmente jóvenes, desafían la dificultad
adentrándose hacia los grandes bloques de hormigón, que están como
“amontonados” en distintas posiciones, en el lateral del paseo junto al mar.
Desde esas abruptas y “peligrosas” atalayas desafían el fuerte o plácido oleaje,
compartiendo el tiempo con sus parejas y amigos. Unos meriendan e incluso
otros, de más edad, se ejercitan en la paciencia con la hermosa aventura de la
pesca con caña, hilado y anzuelo.
Cuando al fin llegamos a la Estación Marítima, tomamos conciencia de una grave carencia que hemos sufrido en todo el recorrido, especialmente para las personas de mayor edad. No hay asiento alguno en donde tomar un descanso. Tampoco hay bancos de madera o hierro, en los alrededores de la gran Estación Marítima. Lógicamente, tenemos que realizar ese otro km. de vuelta, sin poder sentarnos. La única posibilidad es el gran muro, paralelo a los bloques de hormigón, pero su altura sólo hace factible el descanso para los viandantes más jóvenes y muy ágiles.
En las instalaciones de la Estación Marítima está
prohibida la entrada, a menos que seas crucerista y muestres la tarjeta
identificativa correspondiente. El operario vigilante me explicó que son
órdenes que han de cumplir por razones de estricta seguridad. De hecho, tuve
que dialogar con él, sin superar la línea del marco de entrada. No hubo
posibilidad de conocer el interior de una instalación instalada en el suelo de
Málaga. Por fortuna, esa mañana (había hecho el mismo paseo por la tarde, unos
días antes) la puerta de un servicio urinario, con lavabos, estaba abierta,
para poder utilizarse.
Resulta decepcionante que este
espacio, al final del morro de levante, esté reservado exclusivamente para los
cruceristas. Los malagueños no tenemos donde sentarnos a descansar, ni donde para
poder comprar un botellín de agua u otra chuchería. Había algunas papeleras en
el camino, aunque la realidad del polvo y el descuido en la limpieza exterior del
edificio era evidente. Posiblemente, el interior de las instalaciones de la
gran Estación estará mejor cuidado.
El caminar, por esta opción marítima del gran Morro, Espigón, Dique de
Levante (todos estos nombres son válidos) es sugestiva y fascinante. Para la
salud, la distracción, el estado anímico y el enriquecimiento visual. Pero, habría que
pensar un poco más en los naturales o residentes de la ciudad.
Y a partir de la Estación Marítima observamos que el gran dique de
levante continúa, aunque el paso está vetado por una serie de rejas a los
paseantes o visitantes. Se percibe la realización de unas grandes obras de
infraestructura, pues allí está proyectado, en medio de una gran polémica, política,
económica y social, la construcción de la GRAN
TORRE DEL PUERTO: un hotel de gran lujo, cinco estrellas, con 144 metros de altura y casi 400 habitaciones. La
altura de la torre acabada de la Catedral (renacentista y barroca) de Málaga
alcanza los 87 m. La visión de Málaga, desde
el mar, también el horizonte marítimo desde la ciudad puede verse, sin duda,
afectado. Y el ecosistema de la fauna marina en la zona, si llegara el caso, ¿estaría
condicionado por esa enorme, gigantesca, masa de cemento, acero y cristal,
propiciada por intereses económicos, abiertos a toda la imaginación?
José L.
Casado Toro
Septiembre
2025.
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