Ayer, día 15 de julio, se inició la canícula. Tengo entendido que comprende el período de tiempo que va desde mediados de julio hasta las mismas fechas de agosto, y que se inicia un poco más tarde del solsticio de verano por la acumulación gradual del calor.
Canícula.
Aunque tiene reminiscencias caninas los
perros, en especial, también sufren los calores agobiantes de este espacio
veraniego y más aquellos que están dotados de un mayor pelaje, por mucho que
sus dueños se lo recorten. No hay más que verlos buscando una sombra donde
tenderse, con la lengua fuera y respirando con dificultad.
En nuestro país estos animales se han
convertido en paisaje permanente. A primeras horas de la mañana y de camino a
la playa (huyo del sol de mediodía) en el parque de Huelin veo un número
considerable siendo paseados por sus dueños y la misma
imagen se repite al caer la tarde o al anochecer. Imagino que habrá también
otros momentos del día en que no coincido con ellos.
Las conversaciones que sostienen
algunas personas con sus mascotas (en su mayoría mujeres mayores) es digna de
un estudio sicológico. Les hablan, les razonan, les regañan con el mismo tono
que emplearían para corregir a sus nietos si los tuvieran o si pudieran
disfrutar de su cercanía. Lo triste de esta actitud, a mi parecer, es la
consecuencia de una soledad que les abruma y necesitan un interlocutor, que
aunque mudo, les escuche o simule hacerlo. Comunicarse con los demás, expresar
nuestros sentimientos con palabras es tan necesario como respirar. ¡Qué
lamentables resultan estas islas desiertas donde las personas mayores, o al
menos una parte de ellas, tienen que sentirse como Robinsones Crusoes modernos!
Y ante el exceso de animales, la falta
de niños. Somos ya un país envejecido y llevamos un camino que parece sin
retorno y que nos conduce a convertirnos en un gran geriátrico. ¿No hay
política o políticas que traten de corregir este futuro que se avecina temible?
Hace dos veranos, visitando Munich con
unas amigas nos sorprendimos ante el abundante número de mujeres jóvenes
portando un cochecito y acompañadas de dos o tres niños más. Y eran rubias y
tenían apariencia de alemanas. Quiero
decir que no solo procrean y aumentan la población las que emigran de otros
países. ¿Tan imposible resulta aplicar los mismos métodos en España que emplean
allí? ¡Con lo fácil que resulta copiar!
MAYTE TUDEA.
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