Cuando Juan, el de la cañaú a gorda el cacho pregonaba
lenta y con sentimiento su mercancía de chuchería, todos los niños andarríos,
como nos decía mi abuela, muy malagueña ella: lo rodeábamos con nuestra perra
gorda en la mano, que por cierto ahora diez céntimos de euro son diecisiete
pesetas: que ironía, verdad. Recuerdo que siempre había una niña blanca y buena
entre los niños pareciendo una solitaria amapola entre un revoltoso trigal
verde. Éste Juan era un poquito verde en el hablar y cuando veía a un niño con
una mano en el bolsillo rascándose le decía muy enfadado: Niño, no te toques
mas los concejales que eso no está bien. Por lo visto a la bolsa escrotal. hace
años se le llamaba Concejales y créanme que no he encontrado el símil de los
ediles con los testículos. En la actualidad podemos ver a algunos hombres,
disimuladamente, claro está, pegarse unos rascones pensando ellos que nadie los
ve, como otros que esperan en un semáforo al volante de su coche con el dedo
meñique en la nariz que se encienda el verde, llegando incluso, a veces, a
tener que oír el pitido del de atrás, dado su ensimismamiento y despiste. Se
creen que nadie los ve. cuando todo el que pasa por su lado no pierde puntá.
Sin pecar de machismo. a alguna que otra dama he visto
dándole gusto a sus narices dentro de su vehículo. Y no vayan a pensar que son
unos guarros porque, según dicen: La cosa mas barata y mas rica, es rascarse
donde a uno le pica. Ésta frase se le puede aplicar a cualquier hombre que se
rasque los Concejales o sus narices, aunque sería mejor que se los lavara con
agua y jabón. Quién cuando era niño no se ha metido un dedo en la nariz. De
verdad que es una imagen tierna, pero claro algunos adultos le tomaron tanto
gusto que parecen que no lo han olvidado y se recrean en el gesto. Y ahora
viene aquello del que esté libre de culpa que lance la primera piedra
Algunas veces a nuestro amigo Juan le acompañaba un
colega, muy educado y trajeado, que también le gustaba pararse en la taberna de
Juan Garrampín (ignoro si era su apellido) en la calle de Castellón de la Plana.
Cuando el amigo estaba cargado de Valdepeñas se ponía en medio de la calle, en
el ziriguizo pintado con tiza por las niñas y decía: Ahora estoy en Pinto, y
ahora en Valdemoro. El dicho famoso lo pronuncia toda persona que quiere
decirle a alguien que ni está en un sitio ni en otro, pero como todas las
frases, ésta tiene también su origen. Según una expresión popular madrileña se
le aplica al que está borracho y también se emplea a la persona que vacila
entre dos cosas o que ni es lo uno ni lo otro. Pinto y Valdemoro son pueblos de
la provincia de Madrid, cuyos términos municipales están separados por un
arroyo. Los lugareños cuentan que en Pinto había un señor, como el amigo de
Juan, que cuando estaba ajumao saltaba de una orilla a otra diciendo: Ahora estoy
en Pinto y ahora en Valdemoro. Pero una de las veces que saltaba cayó en medio
del arroyo y dijo: Ahora estoy entre Pinto y Valdemoro. Por lo visto el que
saltaba al ziriguizo en la calle de Castellón se sabía el origen del dicho tan
famoso.
Ahora resulta que la palabra: Bigote proviene de la
expresión alemana: Bey Gotti que significa: Vive Dios. Expresión que usaban los
caballeros flamencos de Carlos V mientras se atusaban los mostachones. Claro
que a los españoles la palabra les parecía arrogante y de allí viene la
corrupción de Bey Gott a la de Bigote.
Pues anda que la palabra Cursi. Ésta viene, como no, de
la gracia de la gente de Cádiz del siglo XIX. Algunos creen que proviene de la
palabra árabe Kursi que podría significar algo así como figurón; y si algún
erudito en el idioma árabe me rectifica que lo haga, le quedaría muy agradecido
y los lectores, también. Pero las que pueden ser las verdaderas originarias son
dos y de Cádiz y en concreto de las chirigotas. Dicen que en la Tacita de
Plata, en el siglo XIX había un sastre de origen francés que se llamaba Sicourt
que tenía dos hijas muy relamidas que no tardaron en padecer las burlas
repitiendo su apellido en el estribillo de una canción: Las niñas de Sicourt,
Sicourt, Sicourt, degenerando, debido a la repetición tan seguida en: Cursi. La
otra puede ser quizás mas cachonda que la anterior. Dicen que también en Cádiz
vivían dos hermanas huérfanas, solteras y muy mayores con los apellidos Tessi y
Curt. Estas hermanas vestían de forma tan extravagante que no tardaron de ser
el blanco de las chirigotas y los apellidos los transformaron de tanto repetir:
Tesi Curt a Curtsi.
Juan J. Aranda
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