Artículo de Miguel Burgaleta, Lector en
Psicología, Universitat de Barcelona. David
Gallardo-Pujol, Profesor Agregado de Diferencias Individuales y
Personalidad, Universitat de Barcelona y Laura
Viñals Vilà, Coordinadora de Investigación del IDLab-UB, Universitat de
Barcelona. Publicado en la revista digital The Conversation.
En la sociedad
actual, en la que se valoran los retornos inmediatos, es justo decir que el
cortoplacismo está de moda. Vivimos en una era de tecnología donde la
globalización y la interconexión social sin precedentes están cambiando la
forma en que vivimos y nuestras relaciones sociales, incluidas nuestras relaciones con nosotros mismos.
En
este contexto, la búsqueda de un éxito rápido parece ser la norma social,
mientras que el trabajo duro y la dedicación sostenidos en el tiempo parecen
menos atractivos y más desagradables. Cada vez más jóvenes desean volverse influencers, una aspiración que se ve mediada por los deseos de
inmediatez y la falta de compromiso con metas a largo plazo.
Queremos cambios, anhelamos más, pero a
menudo nos falta la motivación para triunfar. El cortoplacismo predice nuestra falta de satisfacción e
involucración con nuestro propio trabajo. Teniendo esto en cuenta, vale la pena
considerar cómo estos factores pueden afectar significativamente a nuestra
salud mental y nuestras capacidades cognitivas.
La trampa de la gratificación instantánea
Hoy en día, pasar tiempo en redes sociales
como TikTok, Instagram, Twitch, Twitter, etc., se ha convertido en la más común
de nuestras adicciones. El flujo constante de imágenes y contenidos nos atrapa
y libera “endorfinas” u hormonas del placer en el cerebro. Un placer que
conlleva un coste.
En efecto, nuestros adolescentes están
experimentando serias alteraciones en su autoestima y salud mental a consecuencia del
uso de redes sociales. Los jóvenes que superan las 3 horas de uso al día se
encuentran en particular riesgo. Además, nuestros malos hábitos digitales
no solo pasan factura a nuestra salud mental, sino también a la física.
Efectos sobre la salud cognitiva
Nuestros hábitos de consumo digital pueden
ser, además, un factor importante en nuestra salud cognitiva, que se refiere a
nuestra agudeza mental y capacidad para procesar información y tomar decisiones
informadas. La paradoja aquí es que esta estimulación constante puede conducir
a una falta de estimulación mental real.
En consecuencia, podemos ver efectos negativos en nuestra atención, nuestra
memoria, o nuestra baja tolerancia a situaciones que no nos
brindan una recompensa inmediata.
Incluso podemos observar consecuencias
sobre nuestra capacidad para tratar con los demás y entender sus emociones. Todo ello, acompañado de posibles
alteraciones en nuestra propia estructura cerebral.
Tampoco ayuda la preocupante emergencia de
la inteligencia artificial en contextos educativos. A pesar de sus potenciales
ventajas, algunas evidencias ya apuntan a que puede contribuir negativamente a nuestra
voluntad de tomar decisiones propias.
Sin duda, el reto al que nos enfrentaremos
en los próximos años consistirá en alcanzar un equilibrio entre el alivio
cognitivo que nos ofrecerá la inteligencia artificial y la falta de actividad
mental positiva que puede suponer para nuestro neurodesarrollo.
El entrenamiento mental como solución
compensatoria
Al dejar que los dispositivos tecnológicos
piensen por nosotros, perdemos la oportunidad de estimular nuestro cerebro con
actividades enriquecedoras que mantengan nuestra mente ágil y dispuesta.
Aprender a tomar nuestras propias decisiones, y saber hacerlo sin esperar un
beneficio inmediato, es toda una inversión en nuestra futura capacidad de
resolución de problemas.
La buena noticia, sin embargo, es que
tanto la motivación como nuestras capacidades cognitivas son habilidades que se
pueden desarrollar y fortalecer.
El objetivo del entrenamiento mental es
desafiar periódicamente nuestras capacidades mentales. A través del
entrenamiento cognitivo continuo, podemos superar la pereza mental y cambiar
nuestro pensamiento a corto plazo. Esto incluye la participación en acertijos,
actividades de resolución de problemas y el aprendizaje continuo.
En efecto, la evidencia nos confirma que
nuestro cerebro es un órgano asombroso con una increíble capacidad para adaptarse y cambiar en función de nuestras experiencias
y aprendizaje. Sabemos que nuestros mayores pueden beneficiarse de
estos hábitos, y
más aún si lo combinamos con ejercicio físico. Y los más pequeños, también; podemos ver
que los niños que entrenan sus capacidades atencionales dejan de necesitar recompensas inmediatas, con efectos positivos en su vida adulta.
En un mundo de desafíos y oportunidades
diarios, nuestra motivación para implicarnos en tareas que no resulten en una
satisfacción inmediata es crucial.
Estos hallazgos muestran cómo nuestras
acciones y elecciones diarias pueden afectar nuestra salud mental y nuestra
capacidad para enfrentar desafíos con sabiduría y determinación.
Más allá de las ‘apps’ de entrenamiento
mental
El entrenamiento cognitivo implica no solo
la resolución de crucigramas o acertijos, sino también la adquisición continua
de nuevas habilidades y conocimientos. Esto podría incluir leer un libro,
aprender un nuevo idioma, o practicar un instrumento.
Por ejemplo, sabemos que el entrenamiento musical conlleva
importantes beneficios, tanto en relación a nuestras capacidades mentales
como a tolerar la demora de la gratificación.
Curiosamente, no es solo cuestión de cómo
nos entrenamos, sino con quién y para qué. En este sentido, el compromiso con
los demás facilita que nos impliquemos en metas a largo plazo, ignorando la
ausencia de recompensas inmediatas. Ya desde la infancia, observamos que los niños que cooperan entre sí para
conseguir un objetivo conjunto toleran mejor la demora de la gratificación.
Además, nuestros propios valores o nuestra
motivación de partida son fundamentales a la hora de experimentar los
beneficios del entrenamiento cognitivo. También desde edades muy
tempranas, si creemos en nuestra capacidad de
autocrecimiento es más probable que toleremos mejor la falta de inmediatez.
El papel de la automotivación frente a la
pereza mental
Para superar la tentación de la
gratificación instantánea de las redes sociales y otros estímulos rápidos,
debemos cultivar nuestra paciencia ante las recompensas a largo plazo.
Una buena estrategia es centrarnos en el
proceso, no en las recompensas. Comprometernos con una nueva actividad
resultará menos frustrante y más placentero si no evaluamos constantemente
nuestro progreso y nuestros resultados.
Si solo repetimos acciones que nos
proporcionen recompensas inmediatas, huyendo del esfuerzo cognitivo, caeremos
con facilidad en la “pereza mental” y la falta de motivación.
Pero tenemos una oportunidad de cambiar
esta dinámica. A través del entrenamiento mental continuo, buscando desafíos
cognitivos y desarrollando nuestras capacidades, podemos fortalecer nuestra
mente para afrontar la vida con mayor claridad y fortaleza.
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