Artículo de Gabriel Alomar-Garau, Doctor en Geografía,
Universitat de les Illes Balears. Publicado en la revista digital The
Conversation.
Si se encuentra
en la playa (o en un lugar cercano a la costa) puede que haya notado que hacia
mediodía empieza a soplar desde el mar un viento suave donde antes no lo había.
Es muy probable que se trate de la brisa marina, un (agradable) fenómeno que se produce
debido a la diferencia de temperatura entre la superficie del mar y la
superficie terrestre.
¿Cómo se forma la brisa marina?
En primavera y en verano, durante el día, el calor del
sol calienta ambas superficies, pero a igual porción de calor recibida, cuesta
mucho más elevar la temperatura del agua del mar que la del suelo.
El suelo se calienta más rápida y eficazmente, y el
aire que está en contacto con él también lo hace, perdiendo densidad y presión.
Se hace, por tanto, más ligero, y se ve obligado a subir (ascendencia
convectiva). En las áreas del interior donde esto ocurre se crea entonces una
baja presión térmica, mientras que sobre el mar, que está más frío, el aire no
puede ascender y lo que se crea es una alta presión.
El viento, que es aire en movimiento paralelo a la
superficie, se origina cuando aparece una diferencia de presión entre dos
puntos. En una situación de brisas costeras, como en tierra la presión es baja,
y sobre el mar la presión es alta, el aire se pone en movimiento, circulando
siempre desde las zonas donde la presión es más alta hacia las zonas donde es
más baja. En nuestro caso, desde el mar hacia tierra. El resultado es la brisa
marina.
Este fenómeno ocurre durante el día, porque por la
noche la superficie del mar puede estar más caliente que la de tierra, de
manera que sobre el mar la presión será más baja que la de las zonas enfriadas
del interior, donde será más alta. El viento sopla entonces desde tierra hacia
el mar. Es la brisa terrestre o terral.
Un respiro para las playas y las ciudades
La intensidad de la brisas depende de cuán grande sea
la diferencia de temperatura y de presión entre ambos sitios.
Cuanto más se calienta el suelo en tierra firme
–imaginemos los pavimentos de asfalto y los mayoritarios materiales de hormigón
de las ciudades–, mayor será la tendencia a subir del aire recalentado, y más
baja será la presión atmosférica en esas zonas. Si el mar se mantiene frío, más
alta será la presión sobre él y el aire marítimo –nuestra brisa– correrá más
rápido hacia tierra, para intentar rellenar lo antes posible el hueco de aire
que se crea en superficie mientras sube.
La brisa pueda llegar a alcanzar decenas de kilómetros
tierra adentro, allí donde se han ido generando zonas de baja presión. A todo
esto hay que añadir que las brisas operan sobre un marco geográfico más bien
local, y no aparecen cuando hay una situación de viento general moderado o
fuerte.
Efectos sobre el confort climático
Un evidente impacto de las brisas marinas lo
encontramos en su efecto moderador de los valores máximos de temperatura,
aliviando el sofocante calor veraniego. Por eso son un factor determinante del confort climático, entendido como un conjunto de parámetros
ambientales (temperatura, humedad, radiación y viento) que, combinados, no
generan estrés en el cuerpo humano.
Si sufrimos estrés por altas temperaturas, el deseado confort se puede conseguir
mediante el efecto refrigerador de las brisas. Es más, vientos suaves como
estos proporcionan un confort climático que explica el desarrollo turístico de
muchas áreas del litoral.
De la misma manera, en condiciones de isla de calor urbana, las brisas refrescan el caluroso
ambiente de la ciudad durante el verano, aunque este efecto se obtiene más bien
en zonas abiertas cerca del mar, y en viviendas situadas en los niveles
superiores de los edificios.
Sin embargo, las calles y plazas asfaltadas menos
abiertas pueden contribuir a recalentar la brisa a lo largo de su recorrido por
los barrios no estrictamente marítimos. Además, la disposición de edificios y
calles puede hacer disminuir la velocidad del viento, incrementando el malestar
por calor húmedo.
Brisas y tormentas estivales
Como fenómeno atmosférico, las brisas marinas han sido
ampliamente estudiadas por las ciencias de la atmósfera. Estas se han
interesado no sólo por caracterizar los regímenes de brisas de las localidades
estudiadas –su dirección y su intensidad, así como su frecuencia y distribución
horaria, diaria, mensual y anual–, sino también por explorar las repercusiones
de este viento en relación con otros fenómenos atmosféricos, tales como las
tormentas de verano.
Cuando la brisa avanza tierra adentro, transporta aire
del mar y por tanto humedad. Esto hace que en áreas del interior donde el aire
más cálido está ascendiendo –se dice entonces que es inestable–, transporta esa
humedad hasta capas un poco más altas de la atmósfera, haciendo crecer las
nubes y causando las típicas tormentas veraniegas, normalmente por la tarde,
aunque de corta duración. Esas nubes son de tipo cumuliforme –tienen forma de
coliflor– y llegan a crecer tanto que son bien captadas por los satélites.
Las brisas en las actividades humanas
Al conjunto de efectos físicos de las brisas podemos sumar sus aprovechamientos
humanos, y cómo este viento singular se ha reflejado en la cultura popular.
Históricamente, las brisas han condicionado y siguen condicionando
la localización territorial de ciertas infraestructuras energéticas, desde los
modernos aerogeneradores hasta
los antiguos molinos de viento –en Mallorca se han inventariado 629 molinos
harineros y 2 445 de extracción de agua–.
En el pasado, condicionaron los trabajos
de aventado y trillado del cereal en las antiguas eras. También condicionan no sólo la orientación de las pistas
de los aeropuertos litorales, sino los cambios horarios de pista que regulan la
dirección del despegue y aterrizaje de los aviones.
Por último,
también condicionan ciertas actividades
recreativas relacionadas con la pesca
litoral, el turismo de sol y playa y los deportes de mar (windsurf, kitesurf y
vela ligera en general).
Estos y otros aprovechamientos son de tal magnitud, que el
fenómeno de las brisas llega a manifestarse en el dialecto a través de la
fijación popular de un nombre propio que lo describe.
En los
territorios mediterráneos de habla catalana reciben el nombre local de marinada (Cataluña), embatà del migdia (Valencia)
o embat (Mallorca).
En el oeste de Australia se refieren a la refrescante brisa de la tarde con el
término vernacular de Fremantle
Doctor.
Que las brisas marinas, la marinada, la embatà del migdia, el embat o el Fremantle Doctor sigan refrescando nuestras tardes veraniegas.
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