16 abril 2024

TE ECHO DE MENOS





 

Veintiséis meses y dos días sin ella y ni un solo momento, ni un solo día había dejado de echarla en falta y salvo durante el sueño, siempre inquieto y entrecortado, le seguía doliendo su ausencia, como el primer día.

Todos los entendidos en la materia coincidían en vaticinarle que aquello con el tiempo se iría atenuando. Según ellos, con el paso de los días se iría acostumbrando y con el retomar de la vida al fin la iría olvidando hasta dejar de sentirse mutilado.

Pero ninguna de estas predicciones, tan bien intencionadas, se había cumplido en su caso. Su fantasma lo perseguía, estaba siempre presente en su día a día de dolor y desesperanza.

 Visitar el lugar donde la había sepultado en un rincón de su jardín era el único consuelo que se permitía desde el día que en que despertó en la cama de aquel hospital, rodeado de máquinas e invadido de tubos. En su desorientación tardó algunos minutos en reconocer su ausencia. Y entonces comenzó esta agonía.

Hoy se dirigía una vez más, renqueante, hacia allí. Necesitaba confirmarle a su mente que no soñaba y que su dolor era real, aunque ella no formaba ya parte de él.

Hoy, veintiséis meses y dos días después, se encaminaba apoyado en su bastón, cojeando y decidido, al montículo bajo el rosal donde había dado tierra a su pierna derecha nunca ausente para él, nunca olvidada….

Caminaba con un nuevo pavor oprimiéndole el pecho, ahora más que nunca, por que un viejo y conocido dolor acompañado de hormigueo se había instalado sordo en su pantorrilla izquierda esa mañana. Dentro del bolsillo de su chaqueta, su mano apretaba fuerte el puñado de pastillas atesorado cuidadosamente durante veintiséis meses y dos días, con las que pensaba descansar por fin.

 

 

Adela Bravo

Málaga.


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