Artículo
de Jesús Isaías Gómez López,
Filología Inglesa, Universidad de Almería. Publicado en la revista digital The
Conversation.
Este
2023 se han cumplido cien años del fallecimiento de la escritora Katherine
Mansfield, una mujer que vivió y amó rápido y que escribió algunos de los
mejores relatos del siglo XX.
Una neozelandesa con alma inglesa
Nacida
como Kathleen Mansfield Beauchamp el 14 de octubre de 1888 en Wellington (Nueva
Zelanda), Katherine fue la tercera de los seis hijos del matrimonio compuesto
por Harold Beauchamp y Annie Beauchamp. De ascendencia inglesa y procedentes de
la alta burguesía neozelandesa, inculcan en ella una rígida educación acorde
con la estricta moral victoriana de la época.
Mansfield
ingresa en la escuela de primaria Karori en 1895. Allí, con apenas doce años,
vive su primera experiencia amorosa con su compañera Mahata Mahupuku, nieta de
un jefe maorí.
Tras
pasar por prestigiosas instituciones educativas de Wellington, sus padres
deciden enviarla a estudiar al Queen’s College de Londres junto a sus hermanas
Vera y Charlotte, entre 1903 y 1906. Regresa a Wellington en 1906 con el alma
arrebatada por el glamour de la vida literaria de Inglaterra, y consigue volver
a Londres en 1908, con la firme decisión de convertirse en escritora con tan
solo diecinueve años.
Londres tumultuoso
El 1 de
octubre de 1908 publica en Native
Companion su primer relato, “Vignettes”, por el que recibe dos
libras. La pieza tiene muy buena acogida entre la crítica y exhibe ya el
talento de una joven escritora destinada a ser una de las maestras del relato
corto en lengua inglesa del siglo XX.
Tras apenas un año en Londres, Mansfield queda embarazada del
joven violinista Garnet Trowell. En febrero de 1909 conoce al profesor de canto
George Bowden, de 34 años de edad, con el que se casa al mes siguiente.
Pero 1909 será un presagio de la convulsa y apasionada vida de la
autora: Mansfield abandona a Bowden en la misma noche de bodas, es despachada
definitivamente por su amante Garnet Trowell en abril y en junio pierde el hijo
que esperaba de este.
Mientras
tanto, entre 1908 y 1910 escribe y publica poemas y relatos en distintas
revistas literarias. En 1911, Mansfield conoce a John Middleton Murry, fundador
y editor de la revista Rhythm,
donde también empiezan a publicarse muchos de sus relatos. Ambos inician una
relación sentimental a principios de 1911 y se casarán en 1918, tras
divorciarse de su primer marido.
Lesley Moore
Durante este tiempo también tiene contacto constante con su íntima
amiga Ida Baker, a quien conoce desde su etapa en el Queen’s College. Con el
tiempo, Baker adoptará el nombre literario de “Lesley Moore” a petición de
Mansfield, y pasará a ser su confidente y amante.
Baker y Murry serán los pilares sobre los que Mansfield se
sostendrá emocional e intelectualmente. Conocedores de la relación que la
escritora mantiene con los dos, ambos consienten un modelo sentimental
poliamoroso en una época en la que el concepto mismo es impopular y el término
ni siquiera existe.
Según Murry, Baker es “de
lejos y con diferencia, la mujer más importante en la vida de Katherine
Mansfield: criada, amiga, compañera, confidente, esposa…”.
En diciembre
de 1920, con treinta y dos años, Mansfield alcanza el reconocimiento unánime de
la crítica tras la publicación de su colección de relatos Bliss and Other Stories en
la editorial Constable, de Londres, considerada una obra maestra de la
literatura modernista en lengua inglesa del pasado siglo.
Con una salud
frágil, acosada por la tuberculosis y una gonorrea sistémica contagiada en 1909
por el donjuan y
traductor polaco Floryan Sobieniowski, a quien había conocido en Baviera en el
verano de 1909 y con quien mantuvo una tórrida y breve aventura amorosa, la
escritora presiente el final de su vida.
Tras diversos intentos desesperados por recuperar la salud,
incluso con terapias alejadas de toda base científica, fallecerá en
Fontainebleau (Francia) el 9 de enero de 1923.
Mansfield y el pájaro
Un año antes de su muerte, durante su estancia en el palaciego
hotel Château Belle Vue, en Sierre (Suiza), Mansfield compone, a modo de
metáfora zoomórfica, el poema “El pájaro herido” (“The Wounded Bird” en el
original inglés). Según Ida Baker, será
el “penumbroso sol de la habitación de Mansfield en el Château Belle Vue la
fuente de inspiración del poema”.
La imagen de “un pájaro herido”, como título y asunto central del
poema, refleja el estado de ánimo de una Katherine Mansfield que empieza a comparar
la calma, la tenue luz y la paz del lugar con el trayecto final de sus días:
“En la amplia cama
bajo la colcha verde bordada
con flores y hojas siempre en suave movimiento
ella es como un pájaro herido que descansa en un estanque”.
Katherine Mansfield, El pájaro herido y otros poemas
Pero su descanso en ese “estanque” que es su habitación de hotel
no le devolverá las fuerzas necesarias para remontar el vuelo, pese a la
insistencia de una voz lírica que se resiste a fenecer hasta el último suspiro:
“¡Oh, aguas – no me cubráis!
¡Quisiera contemplar largo y tendido esas hermosas estrellas!
Oh, estas mis alas, levantadme, levantadme,
que no estoy mortalmente
herido…”
Dos reputados estudiosos de la vida y obra de la autora, Kimber y
Davison, encuentran un símil entre
las «alas» encharcadas que se repiten en la primera y última estrofa y «los
pulmones» también encharcados, de mucosidad y sangre, de Mansfield.
Este poema es
la memoria literaria definitiva de la neozelandesa, escrito días después de su
último relato, El
canario, y en la misma habitación. En ese escenario también escribe
su testamento, con apenas treinta y tres años, en presencia de su amante y
amiga Ida Baker, testigo fiel de
su infortunado final:
“Creo que la idea de la
muerte ya empezaba a atormentarla: no la muerte en sí, sino la idea de que aún
tenía mucho que escribir, que contarle al mundo, que aclarar, si bien le
faltaba tiempo para expresarlo con palabras”.
Aunque Mansfield vive el amor por todos sus amantes con idéntica
intensidad, John Murry es relegado a un segundo plano durante los últimos dos
años de su vida, porque finalmente la intención de Mansfield es fundirse con
Baker en un solo ser, como manifiesta en la última carta que le escribe, el 22
de diciembre de 1922:
“Sabes que no debes
preocuparte por mí. Es exactamente como si tomaras un poco de mi carne y la
royeras. No te ayuda ni a ti ni a mí. La preocupación es un derroche de
energía. Es, por tanto, un pecado. Y si tú derrochas tu energía, se destruye la
energía que hay en mí, por lo que pecas de dos maneras”.
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