Artículo
de Fátima Servián Franco, Psicóloga General Sanitaria, Universidad de Valencia,
publicado en la revista digital The Conversation.
En
los días del final de la primavera y comienzo del verano aumentan las horas de
luz y las temperaturas, a algunos les llega la paga extra de verano, se acercan
las vacaciones… Por eso son considerados los días más felices del año y se
habla del Yellow Day (20 de junio).
Sin
entrar en juicios sobre la moda de que todos los días del año tengan una causa
(como el Blue Monday, el tercer lunes de enero, considerado el
día más triste del año), sí entraremos a valorar cómo estos días de “felicidad”
y “tristeza” dejan de lado los componentes más importantes para cuantificar
estos estados: los mecanismos internos y subjetivos de las personas.
¿Se
puede ayudar a las personas a aumentar su felicidad? ¿Cómo se podría fomentar
el bienestar subjetivo? ¿Por qué los hallazgos sugieren que los programas de
entrenamiento mental ayudan a mejorar el bienestar psicológico? En definitiva,
¿es la felicidad modulable y entrenable?
¿Qué sabe la ciencia sobre la felicidad?
Un artículo publicado en la revista Frontiers in Psychology evaluó el bienestar subjetivo
analizando la efectividad del entrenamiento mental para ayudar a desarrollar
nuevas formas de nutrir nuestra propia felicidad.
La
sensación de felicidad se ha conceptualizado como el bienestar
experimentado por las personas, tanto en pensamientos como en sentimientos.
Desde
los primeros estudios, el bienestar subjetivo se ha definido como la forma en
que los individuos experimentan la calidad de su vida en tres aspectos mentales
diferentes. Eso sí, interrelacionados.
Se
ha llevado a cabo un creciente cuerpo de investigación con el objetivo de identificar
los factores que afectan a la felicidad, operacionalizados como el bienestar
subjetivo. Aunque la definición de felicidad tiene una larga historia y se
remonta a argumentos filosóficos y a la búsqueda de la sabiduría práctica, en
los tiempos modernos se ha equiparado al hedonismo.
El
hedonismo se basa en el logro del placer inmediato, en la ausencia de afecto
negativo y en un alto grado de satisfacción con la propia vida. No obstante,
los expertos actualmente argumentan que el auténtico bienestar subjetivo va más
allá de esta visión limitada y apoyan una interpretación de la felicidad como
un esfuerzo eudemónico.
Hoy
en día, varios académicos sostienen que los altos niveles de bienestar subjetivo
dependen de una perspectiva multidimensional que abarca componentes tanto
hedónicos como eudemónicos. Desde este punto de vista los individuos parecen centrarse más
en el funcionamiento psicológico óptimo, en vivir una vida profundamente
satisfactoria y actualizar su propio potencial, crecimiento personal y sentido
de autonomía. En psicología, esta postura se apoya en la teoría de la
motivación humana de Maslow.
El
programa mencionado para entrenar el bienestar subjetivo fue, esencialmente, un
entrenamiento informado y suave de la mente, y en particular de las emociones.
Estuvo basado en el principio de que el bienestar individual está
indisolublemente ligado al desarrollo de las virtudes y fortalezas humanas
internas.
Como
el equilibrio emocional, el yo interno, conciencia, una actitud abierta y
solidaria hacia uno mismo y los demás. Todo ello dota a la persona de una
claridad mental que puede fomentar una comprensión más profunda de la propia
realidad y la de los demás.
Hasta
la fecha, la evidencia sugiere que la felicidad es, en cierta medida, modulable
y entrenable. Por lo tanto, las estrategias cognitivas y conductuales simples
que los individuos eligen en sus vidas podrían mejorar la felicidad, más que
las condiciones externas y ambientales que proponen el Yellow day.
No todo serán estímulos positivos
Pero,
¿por qué no nos preguntamos lo inverso? ¿Por qué nos entrenamos día a día, sin
saberlo, para no ser felices?
La
concepción exclusivamente hedonista y externa de la felicidad ha calado en
nuestros cerebros sobrestimulados de noticias. Consejos, novedades y una
infinidad de material disponible para ser consumido. Sin elegirlo, sin pedirlo
o sin saber por qué y para qué.
Con
nuestros cerebros raptados por los input de
información externa, buscamos el cero afecto negativo. Es un objetivo sumamente
difícil de alcanzar. Al final, para sobrevivir y adaptarse a la naturaleza
humana, existe un gran volumen de emociones displacenteras necesarias que deben
ser experimentadas. El afecto negativo forma parte de nuestro día a día.
Otra
condición que buscamos con demasiada intensidad, duración y frecuencia es el
hedonismo. Obviamos como la habituación disminuirá y cambiará lo hedónico y
cómo, para resistirnos a ello, aumentaremos lo deleitable hasta cotas tan altas
que serán incompatibles con las demás demandas.
En
definitiva, para conseguir un mejor bienestar subjetivo (o felicidad) no
debemos poner el foco solo en lo externo.
Saber
qué hay que entrenar para conseguir un mejor estado interno está cada vez más
cerca. Los resultados de las investigaciones en psicología muestran que nuestro
cerebro podrá adaptarse. Pero, ¿le conviene a la industria que esto suceda? Y
lo más importante, ¿queremos que pase?
Los
beneficios de los programas de entrenamiento mental contemplativo para mejorar
nuestro estado subjetivo de felicidad hablan por si solos. Eso sí, el
desconocimiento general de la población sobre estos programas y medidas hace que
sean mirados con desconfianza e incredulidad.
La
divulgación de artículos científicos específicos sobre el bienestar subjetivo
debe ser un eje central para romper los parapetos que la sociedad tiene sobre
la felicidad. No olvidemos que la humanidad se compone de personas que no
cesan, ni han cesado, de buscarla.
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