19 enero 2021

LA REPÚBLICA, 1931 (I)

 

Yo, que tenía 8 años,  seguía viviendo con mi tía Lola, y asistiendo a la escuela de Doña Josefa. Me gustaba ir para aprender y estar con las otras niñas de mi edad. Entre ellas hice amistad con algunas; una de ellas se llamaba Antonia Carmona. Su madre era vecina de mi Tía, con la que tenía muy buena relación. A veces iban juntas a misa o al rosario, así que acordaron que algunos días una de las dos nos acompañaba a la escuela.

El 29 de Marzo se celebró el Domingo de Ramos, principios de la Semana Santa. Todas las niñas de mi escuela fuimos a la procesión de la Borriquilla llevando una rama de olivo. Me hizo mucha ilusión, pues la Tía me había hecho un vestidillo que estrenaría ese día; además conocí muchas calles del pueblo por las que no había pasado antes. Después de ese día tan alegre, vinieron otros muy tristes. La Tía me dijo que así era la Semana Santa hasta el Domingo de Resurrección.

Un día, sobre mediados de Abril de ese año (1931), estando en la clase con Doña Josefa, llamaron a la puerta, e inmediatamente entró Don Tomás,  su marido, algo alterado, diciéndole que en Madrid habían proclamado la República. Nosotras no sabíamos nada a lo que se refería, pero ese día y los siguientes Doña Josefa llegó con cara de preocupación. Al día siguiente de la conversación con su marido, quitó de la pared un retrato del rey y el crucifijo que había sobre la mesa.

Desde principio de curso empezamos a prepararnos para, en Mayo o Junio, recibir la Primera Comunión. Todos los días, Doña Josefa utilizaba la última hora de clase para esto, además, Don Ramón Rojo, el cura de la parroquia, venía una vez a la semana para darnos una charla de preparación a la Comunión.

Al llegar a casa, le comenté a la Tía lo que había pasado en la escuela, pero ella me dijo que no me preocupara, que no tenía importancia. 

El Domingo 24 de Mayo hice la Primera Comunión junto a las niñas de mi clase. La Tía me había preparado para ello un vestido blanco, el libro con las pastas de nácar, guantes, velo y limosnera, así como un rosario que fue de mi abuela Micaela. Me encantó verme así vestida. Cuando llegamos a la iglesia se oía la música del órgano, y la habían adornado con flores, macetas, luces y velas. Yo estaba algo nerviosa, pues había mucha gente mirándonos, pero la Tía me tranquilizó diciendo que todo saldría bien. Cuando terminó la ceremonia le dí un enorme abrazo de cariño.

Nos dijeron que volveríamos a vestirnos igual el 4 de Junio, Día del Corpus, pero que este año no habría procesión por todo el pueblo; el alcalde, recibiendo órdenes del señor Gobernador,  había mandado que solo se celebrara dentro de la iglesia.

 

Pedro J. Tíscar Marín

Enero 2021


1 comentario:

  1. Empecé a leerlo como si me lo contaras tú, y de pronto te vi vestido de niña de primera comunión 😜.
    Me ha hecho recordar la mía, y esa preparación en el colegio...

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