04 septiembre 2020

SEPTIEMBRE

 

Solemos caracterizar cada uno de los meses del año con una específica singularidad, derivada de la experiencia, de aquellos elementos que nos condicionan y, por supuesto, de nuestro peculiar y personal carácter. Consideramos que hay meses específicamente fríos o cálidos, lúdicos o nostálgicos y renovadores o rutinarios. Además, cada uno de estos trozos del tiempo anual podrían identificarse con un especial significante. Enero, es el nuevo año; Marzo, la Primavera; Julio y Agosto, el período vacacional; Diciembre es Navidad.  Y así hacemos con todas las demás mensualidades del almanaque. 

Sin embargo, entre todas las hojas del calendario, hay un mes que es universalmente esperado y saludado por la mayoría de los humanos. Una esperanzada mensualidad que, un año tras otro, sigue disputando la importancia o primacía de su significación, con ese otro mes que es el primero, numéricamente, de la anualidad. Nos referimos a Septiembre, que ordinalmente ostenta la novena plaza entre la docena de períodos que conforman el mosaico anual. A no dudar, este mes viene avalado con muchas cualidades y valores específicos. Y es que es la nueva etapa del reinicio, como en los ordenadores. Una oportunidad más, tras el paréntesis vacacional, para el cambio y la renovación personal en nuestras vidas. ¿A causa de qué tiene su proverbial importancia? Probablemente porque con su llegada volvemos “al colegio”, volvemos al trabajo y a todos los nuevos aprendizajes, volvemos una vez más a la realidad de la vida, bien es verdad que siempre con el irrenunciable anhelo (no siempre alcanzado) de su modificación y de la saludable novedad. 

Ubicado entre el verano y el invierno, Septiembre nos trae el romanticismo sentimental del otoño, con esa mística plástica de la caída de la hoja en el medio natural o en el arbolado urbano. También viene acompañada con un nuevo periodo de esas lluvias que han estado aletargadas durante el largo estío veraniego. Estos cambios en la meteorología nos generan esa pasión lúdica y necesaria por proteger nuestros bronceados cuerpos veraniegos con los primeros abrigos, jerseys, botas y rebecas, según las regiones, prendas que al fin despiertan de su letargo entre la magia física de los siempre atiborrados armarios. 

Los espejos domiciliarios y aquellos otros que vemos en las siluetas de los demás, nos advierten de esos gramos que sobran en las humanidades de casi todos. Nos hemos relajado en la ingesta y en la pasividad, por lo que tomamos conciencia de la necesidad imperiosa de volver a la práctica del ejercicio regular: piscinas, gimnasios, incentivos y realidades senderistas, sanos recursos que se ven “fundamentados” por esos deseos que al fin despiertan para el inexcusable cuidado de nuestras recargadas anatomías a causa de las grasas inamistosas. Y aparecen esos “milagrosos” regímenes alimenticios, tantas veces iniciados y otras tantas abandonados, en esos vaivenes mistéricos de las frágiles voluntades humanas. Al menos gozamos de esas frescas naranjas que vuelven gozosas para el paladar, pues ya no saben a lúgubre cámara, húmeda apergaminada. 

Y a toque de generala, a casi todos nos entran unas audaces ganas por incrementar la cultura y los saberes. Los más jóvenes, en su disciplinada vuelta al “cole”. Los menos jóvenes en sus identitarios, apuntándose a todos los cursos posibles, habidos o por haber. Todo ello con la sana intención o ilusión, tantas veces abandonada, vapuleada o frustrada, por avanzar en su ya imposible inglés, en las complicadas destrezas informáticas, en sus habilidades para la danza o el conocimiento del pentagrama, en las prácticas escénicas o en esa modalidad ahora puesta tan de moda de los talleres para la buena escritura, con formulas “mágicas y milagrosas” para embellecer las redacciones de historias, relatos y reflexiones. Para los más nostálgicos, es un mes que nos renueva esas imágenes imperecederas de las gomas y los lápices de colores, con el embriagador aroma a libros nuevos, uniformes azules, grises o verdes, babys rosas o celestes y a esos zapatos “gorila” con garantía para la duración y el uso de sus vitales y ágiles poseedores. 

Paralelamente, irrumpe con vigor la nueva liga “de las estrellas”, la programación del Imserso, las renovadas carteleras con los estrenos cinematográficos, tras el lánguido verano viviendo del Netflix. Los escenarios vuelven a ocuparse de actores interpretando las vidas de los demás, la atmósfera se enriquece de notas musicales con la nueva temporada de conciertos y la nebulosa humareda “londinense” de los puestos de castañas asadas, en la Alameda y en la Plaza de la Merced, nos avisa de que la maquinaria ha vuelto a empezar, con sus engranajes y crípticas sorpresas para la vida. 

Pero … estamos ahora en el 2020. Para nuestra desazón, es el año y el septiembre de las incógnitas. ¿Habrá aulas presenciales o virtuales para el aprendizaje? ¿los aeropuertos latirán con el bullicioso tránsito viajero o serán hangares receptores de aviones, que continuarán esperando su mejor oportunidad para transitar por la inmensidad cósmica? ¿Abrirán o cerrarán las puertas de los hoteles? ¿Seguiremos saludando a los demás con esas palabras de acústica tamizada, tras la boca cubierta, o lo volveremos hacer con la mímica expresiva del corazón? ¿Mantendremos la prevención de las distancias o la podremos cambiar por el calor afectivo de la proximidad? ¿Accederemos al fin a esa medicina universal que sepa enfrentarse al poderío vírico, siempre con unas mínimas condiciones de perdurabilidad o mantendremos esa desigual y peligrosa convivencia con el misterio de la naturaleza? 

Son numerosos los interrogantes para este Septiembre, esperado y temido al tiempo, que no tiene en principio muchas respuestas para una Humanidad confundida, lastrada de incapacidades y sumida en una proverbial lección de profunda cura de humildad. La realidad es que el mundo se halla atrapado en esa imposible y letal dialéctica para el equilibrio entre salud y economía, en una sociedad que hemos construido encorsetada y excluyente, para la tan complicada y difícil negociación entre ambas y necesarias realidades. Llega al fin un nuevo Septiembre, para una ciudadanía que pacientemente confía en la esperanza- 

José L. Casado Toro

Agosto 2020

  

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