En el número 42 de “Amaduma” (mayo, 2017) publiqué una reflexión sobre la vejez que titulé Tempus fugit, en la que aparecían los nombres de Ennio Morricone (Roma, 1928) y John Williams (Florida, 1932). Y me alegra saber que el Premio Princesa de Asturias de las Artes se va a conceder este año precisamente a ellos dos.
No sé si se puede afirmar que se trata de los dos compositores de bandas sonoras cinematográficas más importantes desde el alumbramiento del 7º Arte porque hay un amplio número de grandes maestros en la materia como Miklós Rózsa (Quo Vadis, Ben Hur…), Max Steiner (Lo que el viento se llevó, Casablanca…), Maurice Jarre (Lawrence de Arabia, Doctor Zhivago…), John Barry (Memorias de África, los films de James Bond…) o aquel alemán Erick W. Korngold que dejó la ópera para componer el prodigio de Robin Hood, por no citar más que músicos que desarrollaron su carrera en el cine americano. Pero la cantidad y la calidad de tantas composiciones de Morricone y Williams los colocan en un plano superior a todos los demás.
Williams es el más prolífico y el autor de bandas sonoras tan famosas y reconocibles como las de Tiburón, E.T., Superman, Harry Potter y La lista de Schindler más las sagas de Indiana Jones y Star Wars, muchas de las cuales son habitualmente interpretadas en versión concierto. 52 nominaciones y 5 premios Oscar lo contemplan. Y no poco del éxito de Steven Spielberg se debe a sus temas sinfónicos, tal vez herederos del Korngold que cité antes.
Morricone comenzó su carrera junto a su compañero de colegio Sergio Leone quien dirigió las tres obras capitales del spaghetti-western: Por un puñado de dólares, La muerte tenía un precio y El bueno, el feo y el malo, en las que los silbidos y las armónicas ponían el contrapunto a cuerdas y vientos. El duelo final de la tercera no sería igual sin la música que marca el ritmo del montaje. Con los Oscar no tuvo suerte: un honorífico en 2006 y uno “de verdad” en 2016 por Los odiosos ocho de Tarantino, casi una afrenta puesto que no se premiaron en su día las BS de Los intocables de Elliot Ness ni, sobre todo, la de La misión, tal vez la más bella de todas las compuestas para la pantalla. Y no me puedo olvidar del tema de Cinema Paradiso ni de su colaboración con Almodóvar en Átame.
El día que suban juntos al escenario del
Teatro Campoamor de Oviedo será emocionante para los nostálgicos, viejos y
fieles amantes del cine como yo mismo.
José Ramón Torres Gil
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