
LAS
MONJAS, EL GOBERNADOR, EL OBISPO y FRANCO
Una historia casi
verídica en 3 actos
Hace bastantes años, contaba Eslava Galán una historia
que, por curiosa, sorprendente y enrevesada, me atrevo a desarrollar.
En 1575 tiene lugar la
fundación del Monasterio de San José del Salvador de la villa de Beas de Segura,
décima fundación de Santa Teresa de
Jesús, y primera en Andalucía. La
Santa de Ávila así lo relata en su conocido “Libro
de Fundaciones”. El convento de carmelitas descalzas acoge a las monjas
desde entonces.
ACTO
PRIMERO. En A mediados de la década de los sesenta del siglo pasado, en
visita pastoral, Don Félix, a la
sazón obispo de Jaén, recorre la comarca serrana de Segura; en el programa está
la visita de la importante ciudad de Beas de Segura. Allí se aloja en el
convento de las carmelitas descalzas, que se desviven en atenciones hacia
monseñor: le habilitan la mejor celda del convento; le preparan lo mejor de su
repostería y de su humilde cocina…. Se vuelcan con su señor obispo. Al
marcharse, este comunica a la madre superiora su enorme agradecimiento por la
atención recibida, a la vez que se ofrece para lo que en un futuro, el convento
pueda necesitar y esté en sus manos.
Pocos
meses después, una desgracia sacude el convento: una enorme tormenta destruye
una gran parte de la techumbre, que
queda al descubierto. Ante el elevado coste del arreglo, las monjas no ven como
poder reparar la cubierta; sus escasos medios les dan apenas para sobrevivir.
Abrumada, la superiora reúne a las monjas comunicándoles que el convento no
tiene medios para afrontar esa reparación. No sabe qué hacer. Sus rezos y
sacrificios no han dado fruto. Pide al resto de monjas que se unan a sus
oraciones y esperen un milagro.
A
las pocas horas, se presenta en la celda de la
superiora la hermana Presentación, una joven y animosa monja, a la que
se le ha ocurrido una idea que puede solucionar el grave problema: Irán a Jaén
a ver al señor obispo:
-
“cuando hace meses
estuvo aquí, lo atendimos muy bien, se fue contento y agradecido, y manifestó que si necesitábamos algo, no dudáramos
en pedírselo. Así que usted, como superiora del convento podía ir a visitarlo y
decirle el grave problema al que nos enfrentamos, y que no tenemos medios para solucionarlo.
Seguro que no nos dejará abandonadas”.
Viendo que
no hay otra alternativa, la superiora informa que ha decidido ir a Jaén a
visitar al señor obispo, y puesto que la hermana Presentación es de la capital
y ha tenido la feliz idea, le acompañará.
ACTO SEGUNDO. Al día siguiente, bien
temprano, la superiora y su acompañante cogen el primer autobús de línea que parte hacia la
capital de la provincia. Una vez allí, se dirigen hacia la plaza de Santa
María, donde se encuentra el obispado, frente a la hermosa Catedral. Les recibe
el secretario de don Félix que les dice que está ocupado pero que les recibirá
cuando pueda. Una hora después les invita a pasar al despacho donde se
encuentra el obispo que les recibe con una sonrisa y su bendición. Dice
recordar el buen trato recibido en el convento de Beas con los mejores deseos
para el convento y para las hermanas que tan gentilmente le trataron en su
reciente visita pastoral. Terminados los saludos, la superiora le explica el motivo del viaje y
que si no fuera de extrema necesidad, no le hubieran molestado. Ante la llegada del invierno, es urgente la
reparación de la techumbre y ellas no disponen del dinero para sufragar su
coste. Monseñor contesta que este obispado es pobre y no tiene presupuestos
para este tipo de problemas,
-
“son las autoridades civiles las que disponen de cantidades importantes
para mantener el patrimonio de edificios civiles y religiosos de relevancia,
como es el caso. Probablemente el
Gobierno Civil disponga de lo necesario para solucionar su problema. Vayan a
ver al señor gobernador de mi parte que seguro que les atenderá bien y así
podrán solucionar su problema. Vayan con Dios”.
Es
ya mediodía, y ambas dirigen sus pasos a la cercana plaza de San Francisco
donde se encuentra el Palacio del Gobernador Civil de la provincia. Van de
parte del señor obispo, lo que debe ser una baza para ser recibidas por la
máxima autoridad de la provincia. Les recibe la secretaria del gobernador, este
es un gallego de apellido Sr. Pardo.
-
“Hermanas: si no tienen cita, no podrán ser recibidas en el día de hoy;
don José Manuel está muy ocupado. Díganme lo que desean y yo se lo trasmitiré
cuando tenga un rato libre, o si quieren, puesto que vienen de parte del
obispo, pueden esperar que termine las
visitas y quizás pueda atenderles. Suele terminar sobre las 3 de la tarde”.
Las
monjitas le dicen que no pueden esperar, el último autobús de línea hacia Beas
sale a las 3 de la tarde. En esto que termina la visita del gobernador con el
Jefe Local del Movimiento de la importante ciudad de Linares, y el gallego sale
a despedirlo. Se sorprende al ver allí a dos monjas que sabe que no están en la
lista de visitas que le han programado.
-
¿ Qué hacen aquí
hermanas ?
Las
monjas le cuentan sus problemas, que vienen de parte del Sr. Obispo que les ha
dicho que, puesto que el obispado carece de dinero, el Gobernador Civil puede
ayudarles ya que dispone de una buena cantidad para esos fines.
-
Miren hermanas, mis
relaciones con el obispo no son las mejores, se entromete en funciones que no
son suyas, y, con pequeños detalles, ya me ha cruzado la cara varias veces. Por
otra parte, a estas alturas del año, el dinero que recibimos para esos asuntos,
está agotado. No puedo ayudarles, pero quien si puede hacerlo es el obispo: vayan
y díganle de mí parte que el coche que acaba de comprarse -un lujoso auto
Mercedes-, que lo venda y destine el dinero para arreglarles el techo del
convento.
Dudando
y apremiadas por el tiempo, vuelven sus pasos al cercano palacio episcopal
donde cuentan al obispo la reunión con el gobernador. Don Felix, despues de
escucharlas, se lo piensa y les dice:
- No se preocupen, vuelvan a Beas. Veremos cómo arreglamos el asunto.
- No se preocupen, vuelvan a Beas. Veremos cómo arreglamos el asunto.
ACTO TERCERO. Gran aficionado a la
caza, Francisco Franco Bahamonde se encontraba de montería en
Sierra Morena, cerca de Andújar. Su ayudante le recuerda que mañana deben
desplazarse a Jaén para inaugurar el
recientemente terminado Parador Nacional de Turismo, situado en lo más alto
del Cerro de Santa Catalina, junto al
Castillo, sobre la ciudad. Franco no tiene ninguna gana de ir, pero, ante la
insistencia del ministro de turismo, ha
comprometido su asistencia. Además, será un acto breve donde el obispo
bendecirá el edificio y él pronunciará un breve discurso. Después vuelta a la
caza.
Delante
de la puerta principal del Parador, al final de la empinada cuesta, se ha
montado un estrado en el que se situaran todas las autoridades locales,
provinciales y nacionales; otro situado enfrente, para Franco, el ministro, el
Sr. Gobernador, el obispo y el alcalde de la ciudad.
Es
un caluroso día de septiembre. El acto está fijado para las doce. Todos los
invitados en sus sitios respectivos esperan la llegada de Jefe del Estado. Este,
precedido de 6 motoristas de la Guardia Civil en sus ruidosas SANGLAS y varios coches de su comitiva, llega
en su coche oficial a las 12 en punto, deseando que empiece pronto el acto para
volver a La Carolina. Ordena que empiece el acto, cuando nota cierto
nerviosismo entre las autoridades. Pregunta qué pasa y porqué no se empieza. Le
dicen que lo primero es la bendición por parte del Sr. Obispo, pero este no
está: un leve incidente hace que el acto se demore algunos minutos. Franco,
incomodo, no comprende cómo pueden
hacerle esperar. Algo muy grave habrá
sucedido. Se impacienta pidiendo explicaciones, pero al rato aparece por la
cuesta de acceso al un destartalado taxi
del que sale un abrumado obispo que inmediatamente se dirige a Franco:
-
Perdone vuestra
excelencia el retraso, pero el no haber estado aquí a tiempo tiene una
explicación: he tenido que esperar más de 30´la llegada de un taxi que me
recogiera. No había ninguno dispuesto hasta que ha llegado este. Nunca he
llegado tarde a una cita, y menos tratándose de su excelencia.
El obispado disponía de
un coche Mercedes nuevo que me llevaba puntualmente a los sitios; lo que ocurre
es que por indicación expresa del Sr. Gobernador- aquí presente- tuve que venderlo para ayudar a unas pobres monjitas
que habían tenido un grave problema en el convento”.
Al
poco tiempo de esto, un motorista de Madrid
llegó a Jaén con destino al Gobierno Civil. Era portador de una carta……….
Al
día siguiente un coche particular cargado de maletas, salió hacia Galicia para
no retornar.
(Con la iglesia hemos
dado, Sancho)
Pedro
J. Tíscar Marín
Abril
2020
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