Hoy,
como todos los días uno de Enero de cada año, un alto porcentaje de personas
elabora una lista –bien de modo mental o escrito- en la que enumera un buen
número de propósitos, que en su mayoría, pertenecen a los que se proyectaron en
años pasados y que nunca llegaron a cumplirse.
“He de hacer
ejercicio físico, comer más verduras y frutas, adelgazar, aumentar las horas de
sueño, llamar a fulano o zutano y tratar de vernos, organizar mejor mi trabajo,
no tomarme las cosas por la tremenda, etc. etc.”. El aprendizaje del inglés lo
he suprimido por recurrente y por imposible y en cuanto al tabaco, por fortuna,
hay muchas personas, sobre todo en nuestra edad, que se desengancharon del
vicio.
En todas ellas la voluntad de llevar a cabo estos planes es sincera, y en ocasiones, incluso, se inician con fuerza en los primeros días, fuerza que va perdiendo fuelle a medida que transcurre el calendario y termina por agotarse en un tiempo breve.
Solo
como sugerencia ¿Y si hiciéramos la lista al revés? La de plantearnos no
realizar todas aquellas cosas que sabemos deberíamos de hacer. Dada la natural
tendencia del ser humano a llevar a cabo lo contrario a lo que le conviene,
quizá termináramos por cumplir la lista en negativo de aquello que, en el
fondo, es positivo para nosotros. ¡Qué lío he formado!
Bueno,
en cualquier caso, de este modo no nos sentiríamos frustrados por no ser
capaces de acometer y aprobar las asignaturas pendientes en la que cada
año, indefectiblemente, nos suspenden. ¡BUEN AÑO 2017!
MAYTE TUDEA.
1-Enero-2017
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