Hoy los periódicos son pasta con la que puedes convertir en un
cordero manso lo que antes era un lobo feroz. Lo vi escrito en una pared del
barrio cordobés del Pozanco: "Nos mean y la prensa dice que llueve".
Cuarenta estudiantes
alemanes borrachos tratando de saltar por la noche el cerco de una piscina en
Mallorca 'son' turismo. Cuarenta subsaharianos sobrios intentando abordar la
valla de Ceuta a oscuras son una invasión. Y es que el discurso que nos quieren
vender es alfalfa y nosotros lo
compramos como caviar de beluga.
Leemos "Mueren 10
inmigrantes al volcar una patera" más que nada por no dañar nuestra
sensibilidad, cuando lo cierto es que: "Fallecen 10 personas al naufragar
su embarcación".
Por el lenguaje nos
definimos y por el lenguaje dejamos asomar la patita de la traición y del
miedo. Que las palabras no son neutras lo saben los 'homosexuales' que no se
consideran 'maricones', las 'trabajadoras de la limpieza' que no se consideran
'chachas' o los judíos que no se consideraban perros por mucho que se lo
gritara un alemán canino. Es verdad que una palabra hace más daño que una
pedrada, pero para eso están, para decir la verdad.
Así, el abracadabra del
léxico alcanza hasta la palabra crisis. Porque, digámoslo ya, no es lo mismo no
tener agua que no tener para un 'dry martini'.
Al científico Pedro
Alonso -que ha dado con el grial contra la malaria, vive en África y sabe lo
que es acunar en brazos a niños en el trance de la muerte- le preguntaron un día
que qué opinaba de la crisis. El tipo señaló a la piscina abarrotada del hotel
madrileño donde estaba. Arqueó las cejas y sonrió. Pues eso.
Aquí nos miramos al
ombligo y lamentamos tener que borrarnos de Gol TV o que llevemos dos años sin
renovar el vestuario, pero sabemos lo que es abrir el grifo y que salga agua
caliente. Allí no. Allí son de lija todas las respuestas. Aunque luego te la
juegues y palmarla en el Estrecho ya no dé ni para salir en el 'Sálvame'.
Una vez me contaron que
una dominicana salvó a 16 personas famélicas dándoles el pecho, cuando la barca
que iba a Puerto Rico se perdió durante 12 días, no tengan vergüenza -les dijo- no nos vamos a morir. En otra ocasión leí que una nigeriana cuya
hija de dos años murió en el cayuco fue arrojada al mar. Porque durante seis
días con sus noches la madre sólo pudo darle sus propios orines.
Dirá el periodismo lo que
quiera, pero esas mujeres deberían haber tenido un espacio en los periódicos de
al menos cinco columnas y una foto improbable a toda página.
Yo creo que si aquellos
muertos de mierda de la última patera hundida hubieran sido blancos -o
europeos, o turistas, o miembros de la tuna, o concejales de Urbanismo- habrían
tenido más foco en los medios, o forzarían un cambio de legislación, qué sé yo.
O habrían sido la noticia del día. Que es la vara de medir del nuevo
periodismo. Lo que no es noticia, ni vende, ni interesa a nadie es que hay
lugares en el planeta tan pobres, miserables y raquíticos que los nativos rascan
la tierra, escupen sobre ella y clavan un grano de cereal robado. Luego,
esperan. Al cabo de cierto tiempo nace una espiguilla escuálida de la que
vivirá una familia entera durante semanas.
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