15 junio 2013

IN PÚRIBUS

Abuelo ¿vamos a darle de comer a las palomas? Accedí a llevar a una de mis nietas a la plaza más popular de nuestra ciudad y allí me encontré con el espectáculo servido. Diez jóvenes – ocho chicas y dos chicos− se alinearon en perfecta formación militar y al grito de “Más becas para los que no tienen recursos” se despojaron de la ropa hasta quedar semidesnudas. ¿No tienen frio abuelo? Me preguntó Miriam.

Estamos volviendo a la época clásica, donde el desnudo era tan natural como el vestido, y a esta forma de reivindicación se han apuntado muchos colectivos. Los bomberos enseñan el culo a sus jefes para pedir más sueldo, los ecologistas se manifiestan, también despelotados, protestando por el consumo de pieles; mamás en ropa interior reclaman un autobús escolar, las amas de casa exhiben sus cuerpos desvestidos, no siempre dignos de admiración, para promocionar un calendario convirtiéndose así en un oscuro objeto de deseo, todo ello con la complacencia de su marido, que en otra circunstancia habría hecho alarde de su machismo Ibérico. ¿Estamos ante una doble moral? ¿Por qué lo que se oculta con insólita pudicia de pronto se convierte en un impetuoso exhibicionismo? ¿Por qué se ha convertido el cuerpo de una mujer desnuda, sea cual sea su edad, en instrumento dialectico y el mejor recurso recaudador? Me apena que se derroche ese capital oculto bajo sus ropas para disparar la concupiscencia del vecino rijoso que ansía verla sin la escarmenada pelambrera y la ropa de andar por casa. Redactar los límites de la obscenidad es una labor ardua y desagradecida. Los límites son siempre risibles. No hace tanto (y según dónde, aún hoy) una espalda desnuda ya provocaba muchas hinchazones.
 
No llego a entender cuando aseguran ellas que se arreglan o depilan sólo para gustarse a sí mismas. ¿Para gustarse a sí mismas sin más? Acaso en la obvia razón de que la mirada, la mirada con la que la mujer se mira y se juzga, sigue siendo en buena medida todavía, la mirada procedente del ojo de la masculinidad. Sí, pero al mismo tiempo que el héroe masculino está agotado la mujer se libera más de su vieja herencia genética que la ata al hombre. Hay mujeres de 60 años o más que van por el mundo como si este estuviera hecho para que ellas caminaran y si deciden seducirte lo pueden hacer de una forma devastadora sin que en nada intervenga el sexo, porque si deciden emplearlo te aniquilan.

Las mujeres se desnudan porque son valientes y también porque en él está toda su verdad que incluye siempre la elegancia, algo que requiere como principio máximo el principio de invisibilidad. La elegancia no debe verse y solo ha de notarse y ser imposible de explicar. La elegancia se comporta exactamente como una virtud del alma y, en consecuencia, se expresa como un aura que no huele, no suena, no impacta.

Es el desnudo, pues, la más íntima expresión de la belleza femenina. ¿Por qué malgastarlo vanamente?


Nono Villalta, junio 2013



3 comentarios:

  1. Mi querido amigo Nono, después de leerte y “vivir” esta semblanza de la mujer, nunca me había sentido más atraído por ser un “espejo”... !cuantos detalles captaría!...aunque eso sí, con la capacidad de retener el perfume envolvente de cada escena.. Ha sido una gozada.

    Recibe mi abrazo.

    Juan

    ResponderEliminar
  2. Venid hasta el borde, les dijo.
    Tenemos miedo, podríamos caer.
    Venid hasta el borde, les dijo.
    Ellas fueron. Las empujó…… y volaron.
    G. Apollinaire.
    Leerte es volar. Gracias Nono
    Teresa.

    ResponderEliminar
  3. A mi me gusta más la exhibición erótica, la veo más insinuante que un cuerpo desnudo, ya que este ha mostrado todo lo que tiene y ya no esconde ningún secreto perdiendo interés por lo desconocido, en algunos casos, mejor taparse para no enfriarse ¿por que no lo proponemos para reivindicar un mundo mejor y más divertido?
    Un abrazo.
    Eu

    ResponderEliminar

Por favor: Se ruega no utilizar palabras soeces ni insultos ni blasfemias, así todo irá sobre ruedas.
Reservado el derecho de admisión para comentarios.

Buscar