El pasado fin de
semana fui a una tienda de congelados a
comprar langostinos para hacer una paella. Cuando la dependienta fue a
despacharme, otra clienta le preguntó si
los langostinos que me estaba poniendo
eran los mismos que la caja que ella se llevaba. Ante su afirmación, la clienta
dijo mirándome:
-Yo se los compro para mis gatos.
Al oír estas palabras me sentí comparada con uno de sus gatos
y, aunque me entraron ganas de sacarle
las uñas y maullarle, reprimí mis instintos y sólo moví la cabeza
dubitativamente.
En el apartado felino
ese día no quedó ahí la cosa. Al ir a coger el autobús, sobre uno de los
asientos de la parada había una revista
de unos grandes almacenes, desde la que un gato blanco de ojos claros, nariz
colorada y largos bigotes parecía mirarme. El folleto publicitario decía en la
portada:
PARA RELAMERSE: el mejor menú para tu gato esterilizado.
Cogí la revista, comencé a ojearla y me la llevé a casa para
leerla con detenimiento. Al hacerlo, me pareció digna de un estudio sociológico.
En el sumario interior resalta que las últimas tendencias en animales
de compañía son los “perros de bolsillo”,
que se adaptan al ritmo de vida actual. En un apartado de moda anuncia la
“ropita de invierno”, con una pasarela otoño-invierno, para mascotas de lo más
mona. En el de confort, camitas, cestitas y los bolsos “Transportín” para
llevarlas de un lugar a otro y, en el de educación incita ¡A jugar! con los
juegos perfectos para gatos.
En las páginas siguientes desarrolla cada uno de estos apartados
donde después de dar consejos de cómo atender a los animalitos, anuncia para
los perros: “comida a medida”, entre ellas MINI MENÚ FRISKIES con pollo, pato y verduras seleccionadas,
barritas para cuidar sus dientes y un
muestrario de modelos, con diseño y colores variados, de nombres sugerentes: Capa clásica, Trenka, Chaleco
Oxford, Jersey Red Bone…
Para los gatos publicita las cunitas SUEÑOS MULLIDOS de tejidos antihumedad, antibacterianos, y otros antis más, para sus juegos
ratoncillos de peluche, plumeros, bolas, etc; y para la salud de los castrados,
los mejores menús bajos en calorías.
Confieso que desde hace tiempo no estoy al día en cuestión de
animales domésticos y, quizás por ello, me sorprendió esa publicidad que los trata
como juguetes(a veces abandonados en
cualquier lugar cuando sus dueños se cansan de ellos) o como a niños mimados.
El contenido del folleto me pareció desproporcionado en cualquier momento, y
más en el actual, y se me vino
a la mente el contacto que tuve en
mi niñez con estos animales.
En casa no teníamos ninguno, pero en la de mi abuela paterna
había una perra que guardaba el huerto, el corral y la vivienda. Morena era su nombre y se alimentaba de huesos y del sobrante de la comida. Era buena e inteligente, salía cuando
quería y se quedaba a dormir en el corral. La queríamos mucho, era muy vieja y
cuando se murió todos la lloramos.
También había un gato gris que ronroneaba por el patio y la casa. Si mi abuela lo cogía afilándose las uñas en las patas de
la mesa de la cocina, lo espantaba con la escoba, y él desobedeciéndola, volvía
a repetir su acción cada vez que ella se descuidaba.
Mis abuelos maternos no tenían perro, tenían gatos. La abuela les ponía de comer desperdicios de pescado y restos de comida,
pero no quería tenerlos demasiado hartos
para que cazaran. Junto a las
ratoneras que preparaba con cortezas de queso, ellos eran el mejor
raticida para tener la casa, su alrededor y el almacén de las redes y los enseres de los barcos,
limpios de roedores. Los gatos eran libres, salían y entraban en el patio cada
vez que les apetecía y hacían sus necesidades en un vallado de chumberas
cercano a la casa. Cuando estaban en celo, los oíamos maullar por las noches subidos en el tejado. De sus escarceos amorosos aparecían con
frecuencia cuatro o cinco gatitos de
variados pelajes en un rincón del cobertizo del patio. Las hembras eran tan
prolíferas que, ante la invasión gatuna,
la abuela se veía obligada a hacer el papel de reguladora de su población. De
cada camada le dejaba a la
madre un gatito para que pudiera ejercer
su instinto maternal, los otros, a escondidas de sus nietas los tiraba a la mar. Cuando nos enterábamos de lo que
había hecho, llorando le recriminábamos su acción y ella decía:
A mí me parecía cruel y, quizás se lo parezca a muchas
personas, pero la regulación de la abuela, en aquel tiempo, era la opción menos mala para
los habitantes de la casa y para los gatos.
Ahora que la gente, porque le gusten los animales, por su
soledad, por moda, o por lo que sea
tiene en su piso perros, gatos o cualquier animalejo exótico y, quien no los tiene es un bicho raro, comparo la forma de vida que
tenían estos animales domésticos en los
años de mi niñez con la de la actualidad y es totalmente
distinta.
Pienso que a pesar de los langostinos, los menús esterilizados, las camitas, los juguetes
y los modelitos que puedan comprarles
sus dueños, los animales han salido perdiendo. Ya no viven en un hábitat en
contacto con la naturaleza, ya ni son guardianes
ni cazadores, y al estar encerrados, se pierden el goce de la libertad. Muchos, al
estar castrados como eunucos, se pierden también el de la sexualidad.
Amalia Díaz
4 de enero
de 2013
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