CARTA A UN DESCONOCIDO

Escribir una carta a un desconocido es casi como escribirle a Dios. Para mí, nada existe que sea tan desconcertante como esa persona, o ese fantasma tal vez, el gran producto de la imaginación, al que movemos a nuestro antojo, exigencia y tal vez esperanza.

A veces creo que lo tengo cerca, como controlado, que obedece lo que le pido sin darle nada a cambio, porque considero que sería un chantaje: si tú me das yo te daré otra cosa. Si ese Dios existe y escucha supongo que se reirá de la estupidez humana al creer que se ocupa personal y directamente de todos los pedidos, ruegos y exigencias de cada religión, secta, o tontos que le solicitan su ayuda.

Otras veces me enfado mucho, no le reprocho nada, porque nada le he pedido, pero si es tan magnífico ¿por qué se comporta de manera tan horrible y desagradable?

Yo creo que mi carta tiene que llegarle a ese desconocido, que no sé quien es, donde está, que está haciendo y porque nos crea tanta confusión, dolor y tristeza.

No sé si enviártela ¿adonde? ¿Con quien estás, en donde estás, me estás escuchando, me leerás alguna vez? No te creas que estoy triste, hace mucho que sé que nuestra relación es muy difícil, que somos una pareja tal vez “conflictiva”, pero a lo mejor me lees o la dices en voz alta y alguno te puede ayudar a entenderme.

Esto me agradaría mucho, porque es una forma de acercarnos, y ya no serías mi gran desconocido, y podríamos, tal vez... ser amigos.

Palmira Echevarria Quintas.