Yo nunca oí hablar de Blas Infante, la vida de este malagueño nacido en Casares en 1885 (abogado, notario, político y escritor) lo mismo que su fusilamiento en agosto de 1936, muy pocos la conocían, se nos ocultó en el franquismo. Fue al comienzo de la Transición cuando por primera vez supe de él y de su participación en la Asamblea de Ronda, donde se restituyó la bandera andaluza y salió el himno de Andalucía
ANDALUCÍA POR SÍ, PARA ESPAÑA Y LA HUMANIDAD.
Estuvo al lado de los más desfavorecidos y, aunque a veces se comenta su radicalismo, fue consecuencia del tiempo de reivindicaciones y conmoción política que le tocó vivir en una Andalucía rural, deprimida y latifundista.
El autonomismo andaluz surgió al final del siglo XIX a la par de otros nacionalismos en España, sin embargo, nuestro pueblo no ha tenido nunca conciencia separatista, sino más bien federalista. Tras un largo periodo de estancamiento, en la Transición cobró su verdadero impulso.
Recuerdo la manifestación del domingo 4 de diciembre de 1977 en pro del autogobierno andaluz. Málaga entera se echó a la calle. En un ambiente festivo- reivindicativo, se protestaba para que la autonomía andaluza no se hiciera por el artículo 143 de la Constitución (más lenta y con menos competencias como quería el gobierno de Adolfo Suarez) sino por el 151, igual que la de vascos, gallegos y catalanes. La Alameda y el Parque eran un mar blanco y verde, todo parecía discurrir con normalidad a pesar de que se sabía la negativa del presidente de la Diputación, Francisco Cabeza, a poner la bandera andaluza en la sede del organismo provincial. El edificio estaba custodiado por las fuerzas antidisturbios, y a su lado, un grupo de jóvenes ondeaban banderas nacionales. Delante de la Diputación muchos manifestantes comenzaron a pedir la dimisión de Cabeza, y de entre ellos salió un chico, que escalando la fachada como Spiderman, colocó la bandera andaluza junto a la de la nación. En este momento, los antidisturbios cargaron contra los manifestantes, y éstos, con piedras contra ellos y contra el edificio.
Sin saber lo que estaba ocurriendo, la parte de la manifestación en la que iba con mi familia seguía su recorrido en plan festivo con vivas a Andalucía, al pueblo andaluz y a su autonomía. De regreso, con la manifestación casi dispersa, se corrió la voz de que junto al Puente de Tetuán se estaba librando una auténtica batalla con botes de humo y balas de goma…y de plomo. Se sembró la confusión; gritos, carreras, caídas y atropellos y, en la pensión “La Mundial” propiedad de unos amigos, nos refugiamos nerviosos y angustiados. Allí nos enteramos de que había caído un joven herido por una bala en la Alameda de Colón. El joven, que llegó cadáver a Carlos Haya, se llamaba José Manuel García Caparrós, tenía diecinueve años y estaba afiliado a CC OO. En la acción policial calificada de brutal, hubo otros dos heridos con balas y varios contusionados (Rodolfo Martín Villa era en esa época Ministro de la Gobernación) En el antiguo edificio del periódico Sur se podían ver los impactos de las balas, allí cayó muerto Caparrós, convirtiéndose el lugar en un altar con profusión de flores y velas, ante el que desfilaron miles de malagueños. El lunes fue el sepelio de esta victima inocente en el cementerio de San Miguel. Le acompañaba una gran multitud, entre ella me encontraba, con el corazón acongojado por la rabia y la impotencia.
Considerado mártir del andalucismo, con todo respeto y sin pretender quitarle ese título, pienso que fue un mártir fortuito, en las circunstancias que ocurrió su muerte, cualquiera hubiera podido ser blanco de aquellas balas que se dispararon sin razón el 4 de diciembre de 1977.
(Cuando se constituyó el Parlamento Andaluz, esta fecha no fue la elegida para el día de Andalucía, sino la del 28 de febrero).
Más de treinta años después de estos hechos, ante la visión de unas pintadas en el monumento de Blas Infante, he evocado el ansia de libertad que teníamos, y las esperanzas, y las ilusiones que pusimos en la nueva etapa política que se abría para nosotros y nuestro pueblo. No sé cómo hubiera avanzado Andalucía sin la autonomía, la actual no es la de entonces, ha mejorado en muchos aspectos, sobre todo en infraestructuras y en ciertas prestaciones sociales, pero la corrupción que ha salpicado a casi todas las comunidades, el amiguismo, la lentitud en solucionar problemas, la pérdida de algunos valores, las agresiones al medio ambiente… unido a los efectos de la crisis( el paro está por encima del treinta por ciento) han conseguido que los ciudadanos desconfiemos de nuestros representantes. Lo votos y reivindicaciones, contenían la ilusión de que nuestra acogedora tierra sería más libre y más justa para todos. Aunque no se halla logrado, y aunque a veces nos embargue el desencanto, debemos mantener la esperanza que se puede conseguir.
AMALIA DIÍAZ
29 de febrero 2012
Querida Amalia, Jesús y yo vivimos esos momentos que describes y ese izamiento de la bandera andaluza en el balcón de la diputación. Acto voluntarioso y aplaudido, pero que algunos aprovecharon para salirse de madre y provocar la muerte del joven Caparrós frente al paredón del Guadalmedina. Esta tierra tiene un “San Benito” de pillos, pobres, maleantes y ladrones…, ya lo describía Cervantes en su Rinconete y Cortadillo. Yo creo que no va a ver forma de quitarnos ese “San benito” mientras nos sigan gobernando personas sin escrúpulos ni solidaridad humana para nuestro pueblo andaluz.
ResponderEliminarUn beso, Maruja
Querida Amlia: Se lo que te duele el alma al contemplar la Andalucía de hoy. Y lo se porque lo comparto, también a mi se me abren las carnes al contemplar lo diferente que es esta ealidad de aquel sueño que un día tuvimos.
ResponderEliminarPero como pienso que no hay lugar al desespero, hay que seguir luchando día a día por alcanzar aquella utopía.
Un beso.
Perchelero