30 septiembre 2011

LA BELLEZA ATRAPADA

Entre mis amistades existe un número considerable de mujeres que han ingresado con dignidad en la cuarentena o incluso en la cincuentena o más y que se han reencarnado en flamantes rostros de niñas llenas de vigor y alegría.

No tienen nada que ver con aquellas chicas precoces de sus veinte años sino precisamente esta otra figura que luce en la cima de su edad y que les permite ganar la apariencia de muchachas en la segunda mitad de los treinta cuando está desapareciendo su habilidad para introducirse en la sexualidad sin ponerse torpes o nerviosas.

Este tipo de mujer, que aún no tiene su espacio en las estadísticas, ha generado una nueva subespecie en la feminidad y pronto hallará su contrapartida en la veloz incorporación del hombre, al que se considera residuo aun por colonizar.

Los tratamientos vitamínicos, las sesiones de masaje facial, los cosméticos y las últimas tendencias en maquillaje devuelven al cutis una tersura y un resplandor que por haber sido rescatado tan inmaculadamente adquiere el valor del más preciado de los tesoros, convirtiéndose en el mágico triunfo de un milagro. A lo que me refiero no tiene nada que ver con una criatura rellenada, recosida y con postizos a quien se hace imposible amar estéticamente. Es más sencillo, se trata de rostros que retornan inmaculados desde los espejos del pasado, vírgenes y radiantes. Rostros trasladados hasta el día de hoy y al punto exacto en que no desearíamos que hubiese concluido. El recuerdo de tiempos pretéritos nunca fue estéril convirtiéndose ahora en alegres frutos de temporada, suaves, olorosos, aromáticos y sutiles, aireando la belleza que viene a invalidar la edad.

Hay criaturas tan deliciosas que hasta el movimiento que realizan para ponerse o quitarse las medias lo convierten en una ceremonia erótica tan bella como eficiente, en contraposición a la fealdad del hombre maniobrando con el calcetín, con lo que consigue únicamente potenciar su estampa de menesterosidad o de disfunción eréctil. Y es que la mujer adulta para embellecerse no tiene límites, es capaz de conseguir autenticas obras de arte con el maquillaje. La actriz Catherine Deneuve a sus 68 años puede dar buena muestra de ello. Musa de su generación, hermosa, de belleza pálida, soberbia, recatada y siempre conturbadora, sirena de unos mares por los que nunca pudimos navegar, capaz de reencarnarse, hoy, en su papel de “Tristana” sin desmerecer nada aquella otra imagen de inocencia elegante y provinciana.

Las mujeres preparan su rostro, rectifican sus cejas, diseñan sus labios y la luz de sus ojos, para alcanzar una apariencia susceptible de mover el deseo de los hombres, porque para ellas la belleza es solo necesaria como resplandor de su generosidad y quieren atraer y ser atraídas, pero en ningún caso consideran la belleza como mecanismo de poder o para crear un templo reservado; su fin último es entregarse.

¿Por qué no mantener la legítima reclamación a la belleza? No amar o admirar en ellas su hermosura adquirida, vuelve al hombre en objeto de sospecha. Justamente hay tantas con las que fascinarse que todas resultan invariablemente seductoras.

Nono Villalta (setiembre 2011)


1 comentario:

  1. Es de agradecer que se reconozca que una mujer puede y debe seguir coqueta y gustándose aunque sea madura, porque así gustarás a los demás. La experiencia y la seguridad interior traspasan los poros y embellecen la piel.
    Gracias por este escrito tan bien logrado y que rezuma admiración hacia nuestro esfuerzo.

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