29 septiembre 2011

HORARIO FLEXIBLE

En una de las barriadas más auténticas y emblemáticas de mi ciudad, frente a un mercado municipal de estilo neoárabe de 1.925, restaurado y en funcionamiento, hay un negocio muy peculiar. Es un zapatero de los de toda la vida, que resiste los envites de sus colegas con franquicias de las grandes superficies, donde igual hacen una copia de llave, que ponen media suela a una bota o te venden un mando electrónico para el garaje.
Manolo solo se dedica a la reparación de calzado y su mujer, con una máquina de coser especial para el cuero, refuerza con una sólida costura, los zapatos mal pegados o arregla cremalleras rotas.
La persiana cerrada de este local está pintada y firmada por un grafitero y pone: ZAPATERO, en grandes letras que abarcan en diagonal toda la corredera, para evitar que otros artistas hagan nuevas pintadas encima.
Pasé por su puerta varios días, era mi camino de vuelta del mercado y la persiana seguía bajada. Pregunté a las tiendas cercanas si el comercio estaba cerrado definitivamente y me dijeron que no, sino que tenía un horario raro. También me informaron que era un buen profesional, no era caro y que merecía la pena esperar.
Fui en otras ocasiones con la intención de encargarle el cambio de unos tacones más bajos a un par de zapatos; al tercer intento lo conseguí.
El local tenía y tiene el encanto de lo añejo, aunque algunos llamarían rancio; con un ligero olor a curtiduría. En las tres paredes libres se adivinan varias baldas de estanterías, donde reposan abandonados en un extraño caos, multitud de pares de zapatos, supongo que ya arreglados y que sus dueños han olvidado recoger. La mayoría son negros, otros pocos marrones y deben llevar allí años, a juzgar por sus modelos. Hay algunas sandalias de colores vivos: rojo, amarillo, verde y blanco en medio de esa oscuridad y desde el mostrador se asemejan a los lunares de una bata de cola.
No hay ordenador para la recepción de los trabajos y el protocolo de actuación es: ponerle escrito tu nombre (sin apellido) y fecha en la suela del zapato con una tiza de colegial; la T si son tapas, MS si es media suela y si es un trabajo especial, se escribe a mano en una hoja de libreta que cuidadosamente doblada va a parar dentro del zapato.
Luego los colocan en la estantería cercana, que imagino es la de los trabajos más urgentes. No hay que pagar nada por anticipado y Manolo me dice cuando puedo recogerlos.
Le pregunto a qué hora del día previsto puedo ir a por ellos y me señala con el dedo índice y una media sonrisa, el cartel tan singular que tiene cara al público, delante del mostrador:
Es una hoja de cartón apaisado, tamaño folio, amarilleada por el tiempo, con las esquinas romas y con varios agujeros de chinchetas, que en letra manuscrita, dice textualmente:

HORARIO DE TRABAJO:

Abrimos cuando venimos, cerramos cuando nos vamos.
Si vienes cuando no estamos, será que no coincidimos.

¡Y los responsables de recursos humanos de las multinacionales creen que han inventado el horario flexible!

Mi encargo estuvo listo el día indicado, aunque con un pequeño problema de identificación hasta encontrarlos, pero el trabajo quedó muy bien y sólo hice dos viajes.
Desde entonces soy una de sus clientas incondicionales, porque es un buen zapatero y una buena persona y, como a muchos, no nos importa ir varias veces hasta encontrar abierto el negocio; es más, si alguna vez lo conseguimos a la primera, nos alegramos de la coincidencia.

Esperanza Liñán Gálvez




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