09 abril 2011

EGIPTO, OTRA VEZ

Mayte Tudea
Abril-2011


Mi querida amiga Amalia ha desarrollado en el artículo que precede, todas las fantasías y ensoñaciones elaboradas sobre Egipto – sus referencias resultan tan similares a las mías antes de que lo visitara-, pulsando al mismo tiempo la dura realidad política y social presente, que tras unos cuantos días de fervorosa “ebullición” y de llenar las primeras planas en periódicos y telediarios, se ha ido diluyendo como un azucarillo en una taza de té hirviendo.
La actualidad, la “rabiosa actualidad” es un monstruo que fagocita todo lo inmediatamente anterior. ¿Qué ocurre ahora en Egipto? ¿Se han producido los cambios que el pueblo reclamaba? ¿Llegará la democracia como si fuera el Santo Advenimiento? ¿Mejorarán las condiciones de vida de sus ciudadanos? Como en las películas por entregas de nuestra niñez “To be continued...”
Cuando viajé a ese país hace un par de años, aunque ignoraba todo lo que se “cocía” bajo la superficie, y aunque me deslumbró el legado de una civilización tan avanzada a su tiempo y que permanece esplendoroso a través de los siglos, compuse un poema en el que estaba latente el germen del estallido posterior. Así describía los sentimientos encontrados que esa experiencia me produjo:


EGIPTO

Palmeras cimbreantes
emergen de entre un curvo mar de arena,
bajo un sol destellante,
mecidas por los cantos de sirenas.

Y ese río de vida,
que baña unas riberas complacientes,
en fértil limo anida,
y hace brotar pujante la simiente.

¡Oh Nilo misterioso!
de discurrir profundo y milenario,
de perfil orgulloso,
invicto te derramas en tu estuario.

Te observan impasibles
los colosales templos erigidos,
templos inmarcesibles,
a través de los siglos mantenidos.

Egipto de contrastes,
de joyas deslumbrantes, de pobreza;
de belleza radiante,
que encubre una miseria sin nobleza.

Impregna mi retina,
el oscuro cobalto de tu cielo,
que tu luna ilumina,
y cubre con la magia de su velo.

He aspirado tu aroma,
tus intensos colores me han cegado,
y volé cual paloma
del hoy, al esplendor de tu pasado.

Tu ayer incandescente
no logra conmover la indiferencia
de tu triste presente,
que va en pos de un fulgor, que ya es ausencia.



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