REFLEXIONES DE PRIMAVERA I

Adiós Málaga, vuelvo pronto.

El Melillero iba separándose del muelle y poniendo proa al Sur. Cuarenta noches me separaba del balcón al pié de Gibralfaro que una mañana me vió nacer. Un rincón entre la montaña y la mar, entre las flores y el olor marengo que sólo tiene esta tierra en la que antes que yo, escogieron para nacer otros con pincel , la pluma o el rasgar de la guitarra.

A medida que iba desatracando quedaba atrás la tierra que me había cobijado . Puede que me llevara algo de las huellas que dejaron fenicios, romanos o andalusíes . Málaga me despedía con unas pocas luces mortecinas y apagadas. Sólo la farola de vez en cuando extendía su brazo como si quisiera impedir que el barco se alejara.

La travesía duró toda la noche hasta que como dice el poeta, muy temprano madrugó la madrugada. Las costas de una nueva tierra se despertaban a lo lejos como salidas del fuego. La luna se había quedado atrás, creo que no quiso seguirme avergonzada por la huida.

A la derecha se fue presentando Africa. Lo hizo en la penumbra, casi sin luz, de golpe, alta, descarnada y agresiva. El amanecer rodeado de misterio despedía los encantos de las noches africanas. El Cabo de Tres Forcas me saludaba. Bienvenido a tu nueva tierra. Tan lejos pero sigues estando en la provincia de Málaga. Aquí seguirás siendo malagueño.

Atrás quedaba otra vida. Ruidos, revueltas, gritos, desgarros y la gente que corría sin encontrar su norte. Había despedido un abril de pesadilla y mayo me había llevado lejos para evitarme tanto despropósito y dolor de aquel 1.933.

Málaga que seguro que me quería como madre, se resignaba a una adopción sin condiciones. Sí que tardé en volver, pero que siempre me estaba esperando sentada a orillas de la mar, mirando a lo lejos porque por las mañanas justo cuando aparecía el sol, solían llegar correos algunos esperanzadores.

Días después llegué a mi casa, las Islas Chafarinas .

Son tres pequeñas islas, Isabel II, Rey y Congreso, alineadas y vigilando al moro frente a las costas de Maruecos y Argelia. Fueron conquistadas para España en el año 1.848, un día seis de enero. Nunca habían sido habitadas, excepto como refugio de piratas o desertores.

De cómo y con fuerte temporal de levante desembarcaron las tropas españolas y lograron izar la bandera en su lugar más alto que luego se llamaría Torre de la Conquista. De cómo se fueron construyendo refugios, cisternas, cuarteles, viviendas, etc. sólo podría contarse con la vida, sangre y sacrificios .

Poco después de la conquista de las Islas llegó destinado mi bisabuelo. Fue la Compañía del Mar la encargada de hacer posible la construcción de un puerto y amarres. Tuvo 14 hijos, luego nacieron sus nietos, mi padre y toda la familia.

Mi familia se asentó en las Islas y poco a poco extendieron la pesca y servicios en los pueblos vecinos. Mi isla, Isabel II, la única habitada, empinada , con cuestas, seca, con poca vegetación pero con un azulado mar y una forma maravillosa de vivir. De esta forma empecé a andar y familiarizarme con el mar, el viento, el sol y su pueblo, militares, presos y pescadores y como si estuviera en Málaga con la gente curtida por el mar, con la cara y las manos agrietadas por la sal, entre redes, palangres y barcos y con la misma mirada limpia que los hace diferente. Si mi primer nacimiento fue el Paraíso que pudo ser, este se desplegaba con todas las maravillas de los lugares de excelencia.

Chafarinas fue el escenario de mi segundo nacimiento. Allí nos conocíamos todos .Todos nos queríamos y vivíamos para lo mismo. Los niños en absoluta libertad. Siempre juntos, unidos, moros y cristianos, donde nuestro único deseo era ser amigos y demostrarlo.

Que más hubiera querido yo que mis hijos y hoy mis nietos hubieran tenido una infancia tan feliz y llena de valores y satisfacciones como la mía.

Francisco Oses/Abril 2011