13 febrero 2011

AYUDA AL COMEDOR DE SANTO DOMINGO

Mayte Tudea.
13 de Febrero-2010


“Que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda”. Literal o aproximadamente la Biblia recoge esta frase para que no nos vanagloriemos de nuestras buenas obras y no les demos publicidad: el bien hay que hacerlo en silencio.

No creo transgredir esta máxima si comento que hace unos pocos días hemos pasado en nombre de Amaduma por el Comedor de Santo Domingo para hacerles entrega del dinero recaudado en la rifa que se celebró en la comida de esta última Navidad. La ayuda de nuestros compañeros –como toda ayuda- siempre es allí muy bienvenida, y más en estos instantes, cuando la euforia de los buenos sentimientos navideños se ha evaporado, al igual que las burbujas del champán con el que celebramos este fin de año.

Cada cuatro o cinco meses les visitamos en nombre de nuestros socios para colaborar económicamente con esta organización que diariamente da de comer a un número cercano a las quinientas personas –en ocasiones son más- y trata de mitigar la enorme necesidad que padecen.

Sorprende ver en la fila que espera acceder al comedor a gente vestida normalmente y que no tiene apariencia de mendicante ni desarraigado. Gente a la que le cuesta sostenerte la mirada en la que se esconde una sombra de vergüenza, y no es difícil deducir cuánto les ha tenido que suponer dar este paso último: la lucha entre la dignidad y la necesidad. Comer o no comer, he aquí el dilema”.

Siempre que regreso del Comedor lo hago con sensaciones contradictorias:

En primer término, el malestar de enfrentarte a una realidad muy dura a la que de modo habitual está una ajena y que cuando se muestra ante ti en toda su crudeza produce incomodidad y hasta un cierto sentimiento de culpa, y en segundo, la admiración por la gente que lleva a cabo este trabajo digno de todo encomio:

María Angeles, la figura visible que dirige esta Entidad y que tiene la sonrisa más hermosa que yo haya visto jamás, y que es posiblemente el reflejo de lo que hay en su interior. Y un número de personas que no sabría cuantificar, que ayudan desinteresadamente en la cocina y en el comedor, que dedican su tiempo y su trabajo sin ninguna recompensa económica, únicamente la del bien que realizan, que no es poco.

Este comentario escrito no tiene otro fin que el del reconocimiento y la admiración que siento hacia ellas por su entrega generosa a los demás. Y también el de aprovechar la oportunidad para recordar a quien lo lea que cualquier aportación económica o de otro tipo, por pequeña que sea, siempre será bien recibida y bien aprovechada, y que el Comedor de Santo Domingo está situado en la calle Pulidero.

Y no importa si es la mano derecha o la izquierda la que da. Lo que cuenta es el gesto.


Para mayor información entrad en este enlace : Comedor de Santo Domingo


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