11 enero 2025

UN POEMA PARA EL SÁBADO: LEÓN FELIPE

 

 

Cómo ha de ser tu voz

Ten una voz, mujer,
que pueda
decir mis versos
y pueda
volverme sin enojo, cuando sueñe
desde el cielo a la tierra…
Ten una voz, mujer,
que cuando me despierte no me hiera…
Ten una voz, mujer, que no haga daño
cuando me pregunte: ¿qué piensas?
Ten una voz, mujer,
que pueda
cuando yo esté contando
las estrellas
decirme de tal modo
¿qué cuentas?
que al volver hacia ti los ojos
crea
que pasé contando
de una estrella
a
otra estrella.
Ten una voz, mujer, que sea
cordial como mi verso
y clara como una estrella
.

Felipe Camino Galicia de la Rosa, conocido como León Felipe (TábaraZamora, 11 de abril de 1884 - Ciudad de México, 18 de septiembre de 1968), fue un poeta español. El nombre de León Felipe, con el que se ha consagrado como uno de los grandes poetas de lengua española, y por el que se lo conoce universalmente, lo utilizó por primera vez en 1919.

Aunque su estilo es muy personal y difícil de encasillar, y por edad pertenece a un entorno cronológico anterior, a veces se le adscribe a la nómina de los poetas de la Generación del 27.


Tras licenciarse como farmacéutico, León Felipe inició una vida llena de peripecias, empezando por la regencia de varias farmacias en pueblos de España y recorriendo a la vez el país como cómico de una compañía de teatro.

Viajó a México en 1922 con una carta de recomendación de Alfonso Reyes que le abriría las puertas del ambiente intelectual mexicano y donde halló una mayor estabilidad económica y profesional. 

Se sintió totalmente atrapado por la poesía de Walt Whitman a quien traduciría al español  y siendo patentes las influencias de Antonio Machado, Miguel de Unamuno y T.S. Eliot, así como sus lecturas de la Biblia.

Trabajó como bibliotecario en Veracruz y como profesor de literatura española en la Universidad Cornell, Estados Unidos.

Volvió a España iniciada la guerra civil, donde participó activamente en las organizaciones culturales anarquistas y en defensa del gobierno republicano. En 1938 se exilia definitivamente en México, donde pasó a ser agregado cultural de la Embajada de la República Española en el exilio, única reconocida entonces por el Gobierno de México.

La experiencia bélica le llevó también a modificar algunos aspectos de su poesía; mostrándose especialmente combativo y dispuesto a narrar los dramas vividos. Así sucede con, La insignia (1937), El payaso de las bofetadas y el pescador de caña (1938), El hacha (1939), Español del éxodo y el llanto (1939) y El gran responsable (1940). En ellas, León Felipe encarna según sus biógrafos “la figura del poeta vidente, entre prometeico y quijotesco, que enuncia su discurso de una manera casi mística: la palabra actúa como una fuerza que redime a los humildes de los sufrimientos e injusticias, aunque a veces sea tan sólo un grito desesperado”.

Otras obras suyas son  Ganarás la luz (1943), Parábola y poesía (1944), España e Hispanidad (1947), Llamadme publicano (1950) y El ciervo y otros poemas (1958), que dedicó a su esposa fallecida,  además de su selección de poemas Antología rota (1947), que le aportó una gran popularidad. En 1965 publicaría su último trabajo, ¡Oh, este viejo y roto violín! (1965).

Falleció  en 1968 en Ciudad de México, a los 84 años.


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