24 junio 2024

LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE ALONSO

 

Alonso Hidalgo paró la puerta con la mano derecha cuando iba a estamparse contra su mentón. El prognatismo de su cara afilada hacía llegar su perilla a todas partes, antes que él. Con sus cuarenta años bien erguidos, llamaba la atención por su elevada estatura y su delgadez mientras caminaba seguro con largas zancadas. Era el redactor de los ecos de sociedad de ABC. En 1920, a las puestas de largo de las niñas bien, los veraneos de la aristocracia, los eventos cinematográficos o literarios celebrados en ambientes nocturnos glamurosos, no les faltaba su elegante reseña en la prensa, aunque él solo respiraba una atmósfera de cortesía fingida. El mundo bullía de inquietudes deseando eliminar los restos de un tiempo para olvidar y Madrid no iba a ser menos.  

Su trabajo despertaba los celos de sus colegas. Pedro Pérez, apodado el Sucesos, como su sección, pateaba de día y de noche las calles más sórdidas mezclándose con lo mejorcito de cada barrio. Al saber que le habían encargado a Alonso, dentro de dos meses, la cobertura de la Inauguración de la Sala Cervantes en la Biblioteca Nacional, con la presencia de los Reyes de España, lo carcomió la envidia.

Como cada tarde, Alonso entró en la redacción con el ruido de fondo de las máquinas de escribir y el parloteo de una plantilla trabajando a destajo. Cerró la puerta de Dirección tras de sí. Entonces ignoraba que al salir su felicidad sería completa. Como profundo admirador de Miguel de Cervantes y El Quijote, consideraba un regalo escribir sobre la inauguración. Sin embargo, este nuevo y secreto encargo que solo conocerían el director, el autor gran amigo de éste y Alonso Hidalgo, suponía dejar una huella en la historia. Para disimular la impaciencia repitió ese gesto suyo tan habitual de acariciarse la perilla. Luego aceptó con voz monocorde mientras pensaba que por fin daría un sentido a su protocolario trabajo y a su vida. Tendría libertad de horario y permiso de ausencia cuando fuera necesario para su importante cometido.   

 

 —Confío en ti, Hidalgo. Él te espera mañana dijo el Director entregándole una nota con nombre y señas.

—Sí, pero esto provocará muchos comentarios…

—Eso nunca te ha importado. Solo añadirá algo más de misterio a tu persona y esa será tu mejor armadura.

 

Alonso salió del despacho. Descolgó del perchero su abrigo y se lo puso con parsimonia sin dejar ni un botón desabrochado. Cogió el sombrero que cepillaba con esmero cada mañana y su inseparable bastón. Recogió de su mesa el maletín de cuero con sus documentos y se marchó. Su figura parecía envuelta en una nebulosa de otros tiempos, como recortada de una fotografía antigua.

Durante casi dos meses acudía todas las mañanas a la dirección de la nota. Cada día admiraba más la maestría de don Antonio.

Algunas tardes llegaba al periódico con aspecto cansado, el Sucesos lo acusaba de estar abusando de placeres pagados y otras lindezas. Alonso le respondía con un apunte de sonrisa cínica.

 

 

 

El día 6 de Marzo, el Director de ABC, Alonso Hidalgo y un fotógrafo acudieron a cubrir la noticia sobre la nueva Sala Cervantes. La presencia de los reyes fue el mayor acontecimiento, también las 637 ediciones del Quijote, que después serían 648. Las paredes las adornaban veinte cuadros del insigne pintor don Antonio Muñoz Degrain.

Alonso tomó sus notas y dio orden al fotógrafo de sacar fotos a todas las pinturas, sin olvidar ninguna.

Momentos antes de comenzar el evento, el Director de ABC y Muñoz Degrain se fundieron en un amistoso abrazo. Llamaron a Alonso y los tres rieron con complicidad.

El pintor le dijo a Alonso que sin él no habría sido posible terminar a tiempo los doce cuadros añadidos a su donación. Has sido mi mejor modelo anónimo y un Quijote perfecto. Gracias por prestarte y compartir este secreto. Le susurró Muñoz Degrain mientras le estrechaba fuertemente la mano.   





  Esperanza Liñán Gálvez

1 comentario:

  1. Luis Fernando Navarro Morcillo2 de julio de 2024, 13:11

    Magnífico relato Esperanza. Enhorabuena.

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