Cuando
utilizamos la expresión senderismo o practicar senderismo, damos por sentado
que nos estamos refiriendo al SENDERISMO RURAL.
Ello supone la práctica y el placer de caminar por la naturaleza, recorriendo
ese “campo” constituido por valles, colinas, planicies y zonas escarpadas,
sembrado de árboles, abundante o escasa vegetación herbácea, con la suerte de
poder acercarnos a ese pequeño riachuelo y masa acuosa abundante en forma de
plácidas lagunas. Podemos en nuestra aventura respirar menos o nada
contaminado, con respecto al que sufrimos en la vorágine urbana de las
ciudades. También es posible que disfrutemos escuchando el trinar de los
pájaros o incluso nos podemos cruzar con esos animales (ovejas, cabras, vacas,
caballos, etc.) que no sueñen convivir con nosotros en los núcleos urbanos. El
aroma que percibimos es el “olor a campo”, siempre saludable y reconfortante. Lo
importante, obviamente, es caminar, disfrutando y compartiendo las excelencias
del medio natural.
Todo
lo anteriormente expuesto es cierto, con la suerte de haber elegido buenos
espacios y adecuados tiempos meteorológicos. Pero hay otro tipo de senderismo.
Es aquel que posee el calificativo de SENDERISMO
URBANO. Dicho de otra
forma, caminar por las “entrañas” de la ciudad. Si tratamos de diferenciar
ambos senderismos, no debemos utilizar el factor de metros caminados. Y esto se
comprueba a poco que comprobemos en nuestra aplicación del móvil y con sorpresa
la suma de kilómetros que hemos realizado durante el día. Trabajo, compras,
paseos, gestiones, etc. Estas actividades urbanas pueden llegar a sumar varios
km, sólo con la acción laboral o de ocio, a través del perímetro espacial de la
ciudad.
El obvio de que este senderismo urbano tiene diferencias con respecto al que se realiza por la
naturaleza. Igual hemos elegido bien
el recorrido y hemos estado en zonas con arbolado o con jardines florales. Pero
nuestro caminar por suelos asfaltados, enlosados o adoquinados es mayoritario.
Tal vez hemos tenido la oportunidad de escuchar u oír el trinar de las aves,
pero lo normal es que la acústica percibida sean sonidos de los motores de los
vehículos que pueblan estas zonas urbanas. También, la percusión de las obras
comunales o privadas se une a ese hablar “en alto” que a tantos les gusta
practicar. En el paisaje que se expone ante nuestra vista, predomina de forma
mayoritaria el cemento y el ladrillo. Probablemente ante nuestra vista
tendremos abundantes residuos o basuras, cuyo olor no será precisamente el del tomillo,
el romero, el hinojo o ese arbolado de cítricos, azahares o macizos vegetales
de jazmines y otras gratas flores aromáticas cuyo aroma tanto nos agrada. Por
el contrario, será frecuente que el olor a aceite frito de la “invasión
restauradora, junto al cemento o yeso que despiden las obras y albañilería, se
una a los desagradables efluvios que emanan de las alcantarillas y de los
contenedores de residuos o basuras.
A pesar de esas diferencias “en negativo” que
genera el pasear por las ciudades, no todo es negativo a poco que planifiquemos bien nuestras
“marchas” urbanas. Si de lo que se trata es mover las articulaciones y activar
el sistema cardiaco, las ciudades tienen espacios más que suficientes para
acumular kilómetros de marcha. En el caso de Málaga, localidad en la que se
escriben estas líneas, la ciudad posee, tanto al este como al
oeste, abundantes kilómetros de paseos marítimos.
Zonas o caminos semirrurales, como el entorno de la Laguna
de la Barrera, el camino tropical o forestal, en el Jardín Botánico de la Concepción, la amplia zona
senderista y rural de Picapedrero, en las
estribaciones de los Montes de Málaga, al final de Ciudad Jardín. Si de lo que
se trata es hacer esfuerzo de subida y bajada, tenemos la opción de Gibralfaro. El paseo desde
Playa Virginia, en el Palo, hasta la Araña, pasando por el Peñón del
Cuervo, también es sugestivo. El trayecto desde la Alameda hasta el barrio
universitario de Teatinos también ofrece
incentivos para el esfuerzo de nuestros cuerpos y piernas.
Este
senderismo urbano, como estamos viendo, también es beneficioso para la salud.
¿Hacerlo solo, acompañado o en grupo? Las
tres opciones tienes inconvenientes y ventajas. Desde luego el ir acompañado
genera sociabilidad, diálogo y motivación recíproca. Cada cual decidirá, en
función de sus circunstancias y oportunidades.
Una regla de oro, en cualquier práctica deportiva. De
poco sirve extremar el esfuerzo en uno de los días y después estar semanas sin
hacer práctica alguna. El hábito de hacer estas caminatas y ejercicios con repetida
frecuencia es “innegociable” para las buenas voluntades. Y el ejercicio ayuda
en nuestra capacidad física y mental. Recordar la importancia
del calzado utilizado, No todas las zapatillas deportivas son útiles
para cualquier terreno o suelo. En los comercios
especializados en artículos para la práctica del deporte, hay amplia
oferta explicativa, tanto para el calzado, como para algún instrumental
complementario (bastones, gorros, mochilas, gafas de sol, cremas protectoras,
etc.) útil en el senderismo y otras prácticas deportivas.
La
primavera va finalizando y ponto tendremos el verano, con sus intensos calores
y sequedad. Por ello es aconsejable elegir bien las
horas para la realización de caminatas. El horario central del día no es
el más adecuado, porque la insolación es más intensa. Mejor salir temprano o
elegir las horas de la tarde.
Como
expresa el título de este escrito, lo verdaderamente importante es CAMINAR. Otros tienen dificultad o imposibilidad
para hacerlo. Aprovechemos la oportunidad y generosidad que nos proporciona
nuestra capacidad orgánica. –
José L. Casado Toro
Junio 2024.
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