Artículo de Ted Olson, Professor
of Appalachian Studies and Bluegrass, Old-Time and Roots Music Studies, East
Tennessee State University. Publicado en la revista digital The Conversation.
A principios de 1824, 30 miembros de la comunidad musical de Viena
enviaron una carta a Ludwig van Beethoven solicitando al gran compositor que reconsiderara sus planes de estrenar su última
sinfonía en Berlín y, en su lugar, lo hiciera en Viena.
Beethoven vivía en Viena desde 1792, cuando abandonó su ciudad
natal de Bonn (Alemania) para dedicarse a la composición. Pese a que había
alcanzado fama mundial, en la década de 1820 su estrella no brillaba tanto:
había caído en desgracia entre los mecenas vieneses, que en aquella época se
sentían atraídos por los sonidos y estilos de los compositores italianos.
Beethoven no
aparecía ante el público vienés desde hacía doce años, pero se sintió conmovido
por el sentimiento de la carta y aceptó estrenar su nueva obra, la Sinfonía nº 9 en re menor,
en la ciudad. El estreno tuvo lugar el 7 de mayo de 1824, en el teatro Kärntnertor.
Los promotores del concierto prometieron al público que el
legendario –y legendariamente antisocial– compositor estaría presente en la
interpretación de su última sinfonía. De hecho, durante toda la representación
estuvo en el escenario, de espaldas al público, según describe Maynard Solomon
en su aclamada biografía de Beethoven.
El compositor insistió en dirigir la sinfonía desde un atril. El director oficial
del concierto, Michael Umlauf, había dado instrucciones a los músicos –una
orquesta y un coro vieneses– para que ignoraran a Beethoven, que era
completamente sordo y con quien teóricamente no se podía contar para llevar el
compás.
La interpretación fue interrumpida varias
veces por los aplausos de los aproximadamente 2 000 asistentes, pero
Beethoven no pudo oír la reacción. Según testigos presenciales, el compositor “se lanzó de un lado a otro como un loco” y se retrasó varios compases en su
“dirección”.
La entusiasta respuesta al estreno de la
sinfonía presagió su acogida en la comunidad musical europea, a nivel mundial y
a lo largo del tiempo.
Atractivo mundial
La Sinfonía
nº 9, a veces denominada la Sinfonía Coral, fue el broche de oro de la
extraordinaria carrera de Beethoven. En los 200 años transcurridos desde su
estreno, se ha convertido en una composición esencial del repertorio orquestal
y a menudo se la cita como el mayor logro de la música clásica
occidental.
Uno de los principales motivos por los que
la sinfonía llegó a un público tan amplio fue la incorporación por parte de
Beethoven del poema de 1785 “An die Freude”, u “Oda a la alegría”, de Friedrich Schiller, destacado escritor,
historiador y filósofo alemán. Combinado con una melodía memorable en el cuarto
movimiento, este texto, con su sentimiento edificante y humanitario, contribuyó
a que la sinfonía se considerase un himno.
Ampliamente interpretado como el alegato de Beethoven a favor de una “hermandad global”,
el cuarto movimiento se ha incorporado a actos ceremoniales patrocinados por
organizaciones internacionales como la UNESCO, los Juegos Olímpicos, el Consejo
de Europa y la Unión Europea. Dada la fama de la obra, la sección “Oda
a la Alegría” de la sinfonía también ha sido utilizada con fines propagandísticos por partidarios del nazismo, el
bolchevismo, el maoísmo y otras ideologías.
Composición innovadora
La Sinfonía
nº 9 es extraordinaria en muchos sentidos, según Teddy Abrams, director musical de la Orquesta de
Louisville (Kentucky, Estados Unidos) y ganador de un Grammy.
Por
un lado, aunque no fue la primera obra musical larga de la época, las demás se
construían generalmente encadenando muchas secuencias más cortas. En cambio,
Beethoven creó la Novena sinfonía –de 74 minutos– a partir de
sólo cuatro movimientos largos. “Las proporciones son asombrosas”, afirma
Abrams.
Cada
uno de los cuatro movimientos de la Novena es una única
declaración musical cohesiva y coherente. Esto, más que la innovación de
utilizar un coro en una sinfonía, fue lo que la hizo revolucionaria, según
Abrams.
Al principio del último movimiento,
Beethoven retoma elementos de los tres anteriores. Esta “cita” era una técnica muy inusual en la época, según
Abrams. “De estos ‘recuerdos’ musicales surge el tema intemporal de la ‘Oda a
la Alegría’”, afirma.
Energía e impulso
La
sinfonía ha influido en artistas de todo el espectro cultural, incluidos
miembros de varios géneros musicales modernos y vanguardistas. El compositor
británico Gabriel Prokofiev, nieto del famoso compositor ruso Sergei
Prokofiev, recibió en 2011 el encargo de una orquesta francesa de crear una
nueva obra, Beethoven9 Symphonic Remix, que interpretaba la sinfonía a través de
una fusión de música clásica y electrónica.
Cuando
fue entrevistado para el documental de 2020 La ‘Novena’ de Beethoven: sinfonía para
el mundo,
Prokófiev comentó:
“Muchas de las técnicas y enfoques que
utilizaba Beethoven, en particular sus finales culminantes y sus codas y el
dramatismo y la sensación de energía y empuje que tenía, los encontramos en
todas partes, especialmente en la música de baile y la música electrónica”.
Durante
más de un siglo, la Sinfonía nº 9 ha desempeñado un papel icónico
dentro de la industria discográfica. Dada la continua popularidad de la obra de
Beethoven, desde 1923 las compañías han intentado lanzar grabaciones
comerciales de la misma. Sin embargo, en los primeros discos no cabía toda la
sinfonía.
Entonces,
hacia 1980, dos compañías discográficas –Sony y Philips– negociaron la duración
del nuevo formato de disco compacto digital en algo más de 74 minutos por CD.
Según Joop Sinjou, un ingeniero de Philips que desempeñó un papel clave en el
desarrollo de la tecnología, el presidente de Sony, Akiyo Morita, y su esposa
insistieron en que el nuevo formato fuera diseñado para que cupiera la Sinfonía
nº 9 completa.
Sin
embargo, existen variaciones de la historia, por lo que no es seguro que la decisión
de las empresas de fabricar CD capaces de contener más de una hora de música
fuera específicamente para dar cabida a la Novena de
Beethoven.
La sinfonía de la buena voluntad
El cuarto movimiento de la sinfonía
contiene un mensaje de paz que tiene especial resonancia en el siglo XXI. En
una sección de ese movimiento, Beethoven incorporó una marcha turca en la que aparecen dos instrumentos
asociados con Turquía: el platillo y el bombo. Según Prokofiev, en la época de
Beethoven los europeos discriminaban a los otomanos.
En
2006, la Sinfonía nº 9 de Beethoven fue interpretada por la
West-Eastern Divan Orchestra, un conjunto formado por jóvenes músicos israelíes
y árabes. La actuación formaba parte de una campaña a favor de una resolución
pacífica del conflicto de Oriente Próximo.
Millones de personas han visto en
YouTube vídeos de esta interpretación. La aspiración de la sinfonía de “buena
voluntad” de Beethoven sigue inspirando la visión de una humanidad unida.
La “Oda a la alegría” es el himno oficial
de la Unión Europea, y ya que el día 9
de mayo se celebra el día de Europa, desde el Blog de Amaduma os mandamos un enlace
con un fragmento de la película de 2006 “Copying Beethoven”, donde se
interpreta esta obra.
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