03 mayo 2024

AHORA, HOY O MAÑANA.



Hay frases o “dichos” en el rico acerbo popular que, a pesar de su aparente brevedad o simpleza, encierran un rico e instructivo mensaje, cuyo contenido debería ser objeto de reflexión y aplicación, con más frecuencia y utilidad para nuestras vidas. La puesta en práctica de esas lúcidas máximas, muy posiblemente nos harían mejores y más felices. Esa repetida y conocida frase, que hoy traemos a nuestro comentario, la solemos atribuir a culturas orientales de la geografía mundial. NO DEJES PARA MAÑANA, LO QUE PUEDAS HACER HOY. A buen seguro, nadie puede negar haberla escuchado, centenares o miles de veces. Otra cosa será cuántas de esas veces la hemos llevado a la práctica.

Es una “sentencia” de naturaleza harto operativa, que propone o invita al dinamismo, a la racional actividad, en contra de la pasividad, el letargo o la pereza. Nada más que por estas cualidades, su naturaleza es positiva, en contra de las actitudes negativas como respuesta. También lleva implícita un sentido de “urgencia”, pues “mañana” puede ya ser tarde para alcanzar su pretendida eficacia. La “prontitud”, tras una básica reflexión, mejora obviamente los resultados que pretendemos. 

Y ya en este contexto llega el ilustrativo y didáctico momento de los ejemplos. Sin duda, éstos son numerosos, en nuestras vivencias y comportamientos cotidianos. Una primera oportunidad para su aplicación sería el hecho de hacer una llamada telefónica o escribir una carta o correo electrónico, a esa persona con la que tenemos alguna vinculación y que, fehacientemente, sabemos que lo necesita y le haría bien ese nuestro positivo gesto. En realidad, esta acción no solo beneficiaría a la persona que lo recibe, sino también al agente que lo realiza. ¿Por qué? Haciéndolo, tranquilizará su conciencia, pues estará posiblemente reparando un daño o error previo realizado, a fin de recuperar una amistad o vínculo perdido. Esa “tranquilidad” aplicada generará un sosiego anímico o espiritual, indudablemente beneficioso para su equilibrio psíquico personal. Y el bien que se hace a la persona que recibe nuestro mensaje queda fuera de toda duda.

Otro ejemplo, fácil de entender y aplicar es aquel o aquellos cambios en nuestro quehacer cotidiano, que la sensatez y la racionalidad nos aconsejan llevar a la práctica, de manera más o menos inmediata. Buscando beneficios, lógicamente egoístas, para nuestra vida. Son cambios de muy variada naturaleza; en la forma de vestir, en nuestra alimentación, en el tipo de divertimento u ocio diario o vacacional, en el orden material de nuestro domicilio, en los aprendizajes particulares o reglados, y en la renuncia de hábitos patológicos (bebida, tabaco u otras adicciones).

Para ir resumiendo, no deberíamos ir dejando pasar esa pequeña, modesta o gran ilusión que desde hace tiempo está “aletargada” en nuestra voluntad y que hemos ido postergando o aplazando por fútiles o más o menos justificados motivos. Nuestra vida ha ido recorriendo esas etapas de la infancia, juventud y madurez, e incluso la fase de la jubilación, manteniendo esa acción o experiencia que nos ilusiona, aparcando su realización por diversidad de motivaciones y circunstancias. Es mejor intentarlo ya, que dejarlo para más tarde, porque ese “mañana” puede ya no presentarse. Hablando de manera coloquial, hay que “darse ese caprichito” o fundamentada ilusión, siempre adormecida o postergada en las ágiles e innegociables hojas del almanaque.

Terminamos con la siguiente reflexión. El efecto “moviola” o retroceso no se puede, obviamente, aplicar a nuestras vidas, qué duda cabe. Pero nadie renunciaría a protagonizar de nuevo (para evitarlas) esa/s experiencia/s, más o menos intensamente desafortunadas que, en un momento infausto o equivocado, le dejó un regusto amargo o rectificable en su conciencia. Ese mirar hacia atrás no resulta totalmente inútil, sino que nos ayuda o estimula a la rectificación, si esa oportunidad vuelve a presentarse. Son numerosas las ocasiones en que algún personaje de la vida pública manifiesta, en sus memorias o en alguna entrevista de prensa, haberse equivocado por no haber actuado de una manera diferente, con respecto a personas vinculadas (familiares, vecinos, amigos, compañeros, conocidos) siendo ya imposible la rectificación, porque esas personas, desabridamente tratadas, ya no están entre nosotros. Por lo tanto, es inteligente y aconsejable evitar ese error, del que más adelante nos podamos arrepentir. Volviendo al iniciado de esta reflexión, “mejor ahora, que nunca”. La suerte o el azar puede estar en lo más íntimo y mejor de nuestra peculiar naturaleza.




José L. Casado Toro

Abril 2024


 

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