Vejez. Esta palabra resulta odiosa para
casi todas las personas que hemos alcanzado una edad, en la que se quiera o no,
quedamos incluidas. Quizá renegamos de ella por los estereotipos que la
sociedad nos ha adjudicado, en muchos casos, de forma injusta. De todos modos,
el calendario está ahí y nuestro carnet de identidad no puede sustraerse a la
evidencia.
Contra el término vejez, o quizá para
dulcificarlo, yo me aferro, y practico a tiempo completo, el del envejecimiento
activo. La Organización Mundial de la Salud lo define así: Un proceso por el que se optimizan las
oportunidades de bienestar físico, social y mental durante toda la vida, con el
objetivo de ampliar la esperanza de vida saludable, la productividad y la
calidad de vida en la vejez. Y a continuación enumera los puntos claves
para lograr este proceso.
1º Mantener unos hábitos de vida
saludables.
2º Hacer ejercicio.
3º Llevar una alimentación adecuada.
4º Permanecer en contacto con la
naturaleza.
5º Cuidar mucho la salud.
6º Mantener buenas relaciones sociales
y familiares.
7º Desarrollar una ocupación.
Todas estas costumbres de vida sana
cada persona debería practicarlas adecuándolas a sus propias circunstancias. Y en
cuanto al ejercicio físico, siempre con el consejo previo del médico de
cabecera. Ahora bien, no todas dependen solo de nosotros, sino también de la
mirada con la que la sociedad nos observa y de la imagen negativa, de los mitos
sobre los que esa mirada se sustenta. Discapacidad funcional, enfermedades,
pérdida de memoria, problemas cognitivos, soledad, rigidez ante los cambios, etc.
Los mayores somos un colectivo tan
heterogéneo como cualquier otro, y no respondemos, necesariamente, a esa
simplificación. Convendría que los medios de comunicación y la sociedad en su
conjunto revisaran los mitos que manejan y se acercaran más a la realidad de
esta etapa de la vida. Deberían incluir a los mayores en un plano de igualdad
con el resto de los grupos, olvidando el “edadismo” y rescatando una parte de
nuestros valores, los que sin duda hemos ido adquiriendo a lo largo de los años:
Serenidad, experiencia, respeto a los demás, cierta relatividad ante los
acontecimientos que se suceden, y la memoria que mantenemos sobre el pasado. Esa
memoria sobre hechos históricos que muchos jóvenes desconocen y que otros menos
jóvenes intentan erradicar.
No
queremos paternalismos, ni discriminación. Tan solo pedimos respeto e igualdad
en el trato. Nada más, ni nada menos.
Mayte Tudea
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