Es
un problema o realidad que por años se acrecienta, sin que sea fácil adoptar
una solución eficazmente satisfactoria. En el mundo
de la informática se están cruzando cada día millones de mensajes y
correos, muchos de ellos con pequeños o densos archivos adjuntos. Utilizamos
para ello listados de numerosas direcciones electrónicas que, por una u otra
razón, han llegado a nuestro conocimiento. Si esos envíos no nos son devueltos
por nuestro servidor de Internet, pensamos, con cierta lógica, que los
contenidos han llegado “felizmente” a ese destino deseado.
Puede
darse el caso de que estos archivos digitales no sea “leídos” por nadie, a
pesar de haber sido enviados correctamente. La causa puede deberse a falta de
voluntad para abrirlos y conocer sus contenidos. Pero también puede darse el
caso de que algunos de esos destinatarios no los abran porque
… ya han “viajado al mundo de las estrellas”. Si los familiares directos
de estas personas, que ya no están entre nosotros, no informan a los remitentes
de este hecho, esas direcciones, ya no operativas, seguirán recibiendo correos
e incluso materiales de manera continua. Archivos y correos que nunca serán
abiertos ni conocidos por nadie.
En
consecuencia, esa gran bola o nube de mensajes
ignotos, que sobrevuela en la inmensidad del ciberespacio, seguirá incrementándose,
año tras año, sin que nadie ponga solución a esta peculiar o absurda situación.
Algunos piensan que esas páginas Web que
ejercen como correos o servidores electrónicos deberían aplicar algún medio o
procedimiento para eliminar esas direcciones que sistemáticamente nunca abren
los envíos, de toda naturaleza, que reciben. Pero aquí nos topamos con la ley
de privacidad, que impide o prohíbe conocer si esos mensajes son abiertos o no.
Y por supuesto, también los contenidos que transmiten. Si los familiares de estos destinos o el servidor de
correo no hacen nada al respecto, como antes se ha expresado, se formarán esas “montañas de mensajes” verdaderamente inútiles,
que seguirán creciendo si no se pone solución a esta realidad.
Pero
hay un tercer protagonista en este hecho, que también podría actuar al
respecto. Son los propios emisores o remitentes de
estos correos “inútiles”. Cuando se envían e-mails y repetidamente nunca
se reciben acuses de recibo o respuestas, parece lógico pensar que “algo” ocurre. Puede ser que el destinatario sea
pasivo, demasiado tranquilo o ajeno a las reglas de la cortesía, para responder
a los envíos que recibe. Obviamente, también es probable que estos
destinatarios no quieran seguir recibiéndolos (hay medios más que suficientes
para manifestar este deseo) o nos los responda porque … ya no puede hacerlo. En
coherencia, el emisor debe dejar de enviarlos.
Parece lo más sensato. En todo caso, si las sospechas son infundadas, puede de
nuevo reiniciar los envíos.
Por
fortuna, los servidores de correos tienen una
“nube” en el ciberespacio, que cada vez posee un mayor volumen de
capacidad, para los millones de bytes, megas, gigas o teras (un tera equivale a
mil gigas). Esa inmensa nube la imaginamos cordialmente “elástica”, a fin de ir
incrementando esa capacidad que parece no tener límites. Recuérdese los
pendrives que comprábamos hace años. Tanto por su capacidad, como por su
precio. Pueden compararse con los actuales pen drives y los discos duros
externos, cuyo “volumen” se incrementa y multiplica por meses y años ¿hasta la
infinitud?
Sí,
a muchos nos ha pasado. Es una muy triste información. Hemos conocido de alguna
forma la causa o razón, con sustancial tardanza, por la que los correos, que
regular u ocasionalmente enviábamos a determinada dirección y que, por las
causas que fuesen, no eran respondidos por sus titulares y tampoco nos eran
devueltos. Ese motivo, desde luego poco grato, es fácil suponerlo y ya ha
quedado suficientemente explicitado a lo largo de estas líneas. Pero tal vez el
avance “infinito” de la ciencia y técnica informática puede proporcionarnos, en
el momento más insospechado de nuestras vidas, direcciones
electrónicas “celestiales”, a fin de continuar, con el mejor talante
solidario, ese enriquecedor intercambio internauta relacional. –
José
L. Casado Toro
Enero
2024
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor: Se ruega no utilizar palabras soeces ni insultos ni blasfemias, así todo irá sobre ruedas.
Reservado el derecho de admisión para comentarios.