05 diciembre 2023

OTRA CIUDAD PARA RECORDAR: SALAMANCA

 

Me resulta mucho más fácil escribir sobre el recuerdo de las ciudades que han dejado huella en mí por diferentes razones, las más de las veces sentimentales. Y Salamanca es una de ellas.

La conocí mucho antes de visitarla por la forma en la que mi marido fue describiéndomela. Estaba unido a ella porque la vivió y disfrutó  durante los años del estudio de su carrera; unos años muy particulares de nuestra historia cuando nos gobernaba una dictadura y los estudiantes se manifestaban en las calles reclamando libertad y otros derechos que les eran negados. Las carreras por las calles empedradas de Salamanca siendo perseguidos por los “grises” (así llamaban a los policías entonces) suponían un acicate en las vidas, también grises, de los jóvenes que la habitaban. Y les ofrecía la sensación de sentirse un poco héroes si terminaban pagando su gesto rebelde con unas horas en la comisaría.

Cuando la vi por primera vez no pude evitar sentirme impactada. Nuestra primera visita —cómo no— fue a la universidad, la más antigua de España y, en su día, la de mayor prestigio de occidente. Su fachada plateresca es impresionante. Todos tratan de encontrar en ella la famosa rana, labrada sobre una calavera y símbolo de la suerte para los estudiantes, que la acarician con el ánimo de aprobar. Hay una frase famosa que dice: “Lo que la naturaleza no da, Salamanca no presta”.

Las dos magníficas catedrales, “La Vieja” y “La Nueva” están unidas  por el llamado “patio chico” que es uno de los lugares con más encanto de esta ciudad. La catedral vieja es de estilo románico, y la nueva, gótica, de mayor tamaño, de una belleza increíble.

Otro de los edificios más destacados es el de la Clerecía o  Universidad Pontificia. Su fachada es barroca, monumental, y sus dos torres gemelas, de cincuenta metros de altura, destacan desde cualquier lugar en el que te encuentres.

Hay, también, un buen número de casas singulares:

La de “Las Conchas”, espectacular, de estilo gótico civil, está decorada con trescientas conchas de vieria que es el distintivo de la Orden de Santiago.

La de “Los muertos”, del siglo XVI, toda ella decorada con calaveras.  

        La de don Diego Maldonado, un precioso palacio plateresco.

        La “Casa de Lis”, un palacete modernista de 1905, con una fachada de hierro ornamentado. En ella se aloja el museo de “Art Noveau”. Contiene innumerables curiosidades dignas de ver.

        Y el “ Huerto de Calixto y Melibea”, donde dicen se situó la trama de “La Celestina”, está rodeado de una especie de “aura romántica” que me encantó.

        Y he dejado para el final “la joya de la corona”, la Plaza Mayor. He visitado muchas plazas tanto en nuestro país como en Europa, incluso en otras latitudes, pero salvando “La Grand Place” de Bruselas, que quizá la alcanza, es el más espacio público más importante que conozco. Su estilo es barroco, churrigueresco, ya que inició su construcción Alberto Churriguera. Está rodeada de edificios de una belleza extraordinaria. El Pabellón Real, el de San Martín, la Casa Consistorial con su espectacular espadaña… Cenar en una de sus terrazas al aire libre, con buen tiempo, mientras parpadean las velas encendidas encima de las mesas es todo un espectáculo. Y un recuerdo que permanece inalterable.

        Y, después, recorrer en silencio, también de noche, sus calles empedradas iluminadas por los faroles a la espera de que surja, desde cualquier esquina, un caballero embozado con la espada dispuesta a ser desenvainada, es una fantasía que en ese ambiente resulta totalmente verosímil.

Salamanca. Te quise porque te quisieron. Y porque cuando te visito siento que estás alojada en mi memoria, que formas parte de esas emociones que perduran y que nos conforman como personas.

Mayte Tudea.


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