Artículo
de Alexander Howard, Senior Lecturer, Discipline of
English, University of Sydney. Publicado en la revista digital The Conversation
Jon
Fosse ha sido galardonado con el Premio Nobel de Literatura 2023 por
sus “innovadoras obras de teatro y prosa que dan voz a lo indecible”.
El premiado, de 64
años, es una figura importante en los círculos literarios y culturales noruegos
y el cuarto noruego que gana el premio más prestigioso de la literatura
mundial.
Fosse, a quien el
traductor estadounidense Damion
Searles considera uno de los “veteranos estadistas de las letras
noruegas”, trabaja en múltiples géneros y medios y escribe en una lengua
llamada “nynorsk”,
o Nuevo noruego, una
de las dos formas escritas actuales del noruego, que sólo utiliza el 10 %
de la población del país.
Algunos, aunque
no el propio escritor, lo han interpretado como un gesto discretamente
político.
Anders Olsson,
presidente del Comité del Nobel de Literatura, describió la obra de Fosse como
una mezcla del “arraigo en la naturaleza y la lengua de su origen noruego” con
las técnicas artísticas del modernismo.
A pesar de haber sido
candidato al premio durante varios
años, Fosse, al igual que otros galardonados europeos del siglo XXI
como Elfriede
Jelinek y el controvertido Peter
Handke, sigue siendo un gran desconocido fuera de su país.
“He estado entre los
favoritos durante diez años, y estaba seguro de que nunca conseguiría el
premio”, dijo Fosse en
un comunicado emitido por su editor. “Sencillamente, no puedo creerlo”.
Septología,
un tour de force experimental
Con la recepción del
Nobel, su perfil aumentará inevitablemente. Sin duda es algo positivo. Sin
embargo, ¿qué deben esperar los lectores que no conozcan la obra de Fosse?
La ingente producción
literaria de Fosse incluye unas 40 obras de teatro –el comité del Nobel lo
definió como “uno de los dramaturgos más reconocidos y representados de nuestro
tiempo”–, así como novelas, poemarios, ensayos, libros infantiles y
traducciones.
Su primera
novela, Rojo, negro (Raudt, svart), se publicó en 1983. La primera
obra de teatro que se representó, Y nunca nos separaremos (Og aldri
skal vi skiljast), se puso en escena en 1994. “Era la primera vez que probaba
suerte en este tipo de trabajo, y fue la mayor sorpresa de mi vida como
escritor”, dijo
una vez sobre su primera obra. “Supe, sentí, que este tipo de
escritura estaba hecha para mí”.
Sin embargo, destaca
una obra en particular: su monumental secuencia de novelas, la Septología,
de casi 800 páginas y una sola frase. Está escrita después de que Fosse –ateo
que había crecido en una estricta familia luterana– se convirtiera al
catolicismo en 2013.
Este tour de
force experimental, cuyo tercer volumen fue nominado al Premio Booker
Internacional en 2022, se centra en un pintor envejecido y viudo, Asle, que
vive en la costa suroeste de Noruega. Tiene cerca a otro pintor que comparte su
nombre, pero que se siente solo y consumido por el alcohol –el propio Fosse
abandonó célebremente la bebida hace muchos años, tras ser tratado en un
hospital por intoxicación etílica–. Los doppelgängers se enfrentan a
cuestiones existenciales sobre la muerte, el amor, la luz y la sombra, la fe y
la desesperanza.
En el New York
Times, Randy Boyagoda escribió
con entusiasmo:
“Tras leer la Septología del
escritor noruego Jon Fosse, una extraordinaria secuencia de siete novelas sobre
la repetitiva confrontación de un anciano con las realidades trenzadas de Dios,
el arte, la identidad, la vida familiar y la propia vida humana, he llegado a
sentir asombro y reverencia por formas idiosincrásicas de inmensa fortaleza
metafísica”.
El
Beckett del siglo XXI
Aunque un tanto
gnómico, el énfasis del comité del Nobel en el lado “indecible” de las cosas
ofrece un punto de partida útil para abordar algunos de los aspectos más
experimentales de la obra de Fosse, y de Septología en particular.
Para mí, alinea la
sensibilidad estética de Fosse con la de un premio Nobel muy anterior, el
dramaturgo y novelista irlandés Samuel
Beckett, con quien el comité del Nobel lo comparó (junto con otros
modernistas como Georg Trakl).
De hecho, la prensa
francesa lo ha descrito como el “Beckett del siglo XXI”.
En su obra maestra
tardía de 1983, Worstword
Ho, Beckett intenta poner a prueba las posibilidades mismas de la expresión
lingüística, en consonancia con su proyecto existencial más amplio. Baste decir
que la conclusión a la que llega es característicamente pesimista. En opinión
de la teórica crítica Pascale
Cassanova, se trata de una obra sobrecogedoramente experimental que
“denuncia los supuestos realistas sobre los que se basa todo el edificio
literario”. Conviene tenerlo en cuenta cuando se trata de Fosse.
Como señala
el periodista Dani Garavelli, Fosse, en lo que parece ser un claro guiño en
dirección a Beckett (a quien admira), “reflexiona sobre la insuficiencia del
lenguaje en la lucha por la intimidad” en su obra. El propio Fosse ha definido
a Beckett como “un pintor para el teatro más que un autor real”.
En Yo
es otro (la segunda entrega de Septología), Fosse escribe:
No es algo que se
pueda poner en palabras, porque no se puede poner en palabras lo que dice un
buen cuadro, y en cuanto a mis cuadros lo más cerca que puede llegar es a decir
que hay una distancia que se acerca, algo lejano que se acerca, en mis cuadros,
es como si algo imperceptible se hiciera perceptible y sin embargo siguiera
siendo imperceptible, siguiera estando oculto, es algo que permanece oculto, si
se puede decir así […].
Aquí, como en los
monólogos modernistas pesimistas de Thomas Bernhard (otro
escritor con el que se ha comparado a Fosse), se tocan cuestiones de expresión
artística y escrita. Y también lo que parecen ser las carencias irreductibles
de la comunicación humana.
Fosse, que empezó a
escribir en nynorsk –que él califica de “lengua minoritaria”– a los 12 años,
parece haber pasado gran parte de su vida lidiando con esas cuestiones y
límites. Hace casi diez años reflexionaba:
“Escribir ha sido una forma de sobrevivir”.
Queda por saber si el
Nobel cambiará los sentimientos de Fosse. Sólo el tiempo lo dirá.
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