Una
ausencia tan larga era un presagio triste. En un principio fue tu ausencia de
los viajes, en los que te recuerdo con una
máquina de fotos que parecía ser mayor que tú mismo. Fueron, después,
las pequeñas faltas que empezaban a ser cada vez más frecuentes, como en aquellas reuniones “merenderas”, aquellas que los socios más recientes ya no han
conocido, a las que tú acudías con una
botella de vino de calidad que nos bebíamos en
petit comité. Cuando faltaste a las comidas de final de curso y de Navidad,
la sospecha se hizo algo más que gratuita.
Subió de grado la primera vez que no te sentaste a la vera de Mayte, en
la mesa que presidía las reuniones de la
Asociación. Y la alarma se hizo
insoportable al ver el número de la revista en el que faltaban las
páginas donde habitualmente
reflexionabas sobre algún tema de actualidad política o social. Tantas faltas
seguidas eran una advertencia de la definitiva que estaba por llegar.
Mis
primeros recuerdos de la Asociación se ligan a un paseo por las calles de
Málaga charlando contigo y con Tomás Morales. Quizá sería la primera vez que me
llamaste JR para no llamarme nunca de otra manera. Tomás se fue
hace ya demasiado tiempo. Y ahora tú te unes a la lista de los que se
marcharon. Uno más -y uno menos- en esta cuenta atrás.
JOSÉ RAMÓN TORRES GIL
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