¿Cómo
acabó una joven judía neoyorquina con aspiraciones literarias enterrada en el
cementerio católico de San Miguel, en Málaga?
Jane
Auer tenía 19 años cuando conoció a Paul Bowles, compositor y poeta, de 27. Pertenecían
a la vanguardia nómada de los artistas de la Nueva York de los años 30 que
vivían entre la marihuana y la música. Jane y Paul se casaron tras un viaje e
México; seguramente un matrimonio de conveniencia para esquivar la presión de
sus familias. Cada uno seguiría con sus relaciones homosexuales y lésbicas, sin
separarse hasta el complicado final de ella, hace ahora 50 años.
Jane
creció atormentada por la falta de atención familiar, la muerte del padre y un
problema de rodilla que la condenó a una pierna rígida de por vida. Pero ante
el mundo aparecía como la más arrolladora y genial de las amigas. Suplía sus
miedos con una desbordante simpatía e imaginación. Y así la adoraron los amigos
de Tánger: Truman Capote, Cecil Beaton, Tennesee Williams, Mohamed Chukri
o Emilio Sanz de Soto.
Antes
de embarcarse en la aventura tangerina, a la que la arrastró Paul, ella había
publicado una excéntrica novela, Dos damas muy serias (1943) en la que
indagaba en los miedos de la infancia, las relaciones entre mujeres, el pecado
y la búsqueda de redención.
En
Tánger, Paul escribe El cielo protector
cuyos protagonistas, los Moresby, son un reflejo de la pareja real (*) mientras
Jane persigue sombras por el enigma de la noche tangerina. La cautivan los
velos y los tatuajes y conoce a Cherifa a la que contrata como sirvienta y la
introduce en su casa como amante. Años después, en sus delirios, acusaría a la
mujer de haberla hechizado con un bebedizo.
La
conjunción de medicamentos y alcohol la llevan a un creciente descontrol hasta
su primer infarto en 1956. Nueve años después, sin más producción literaria que
un libro de relatos titulado Placeres
sencillos, que Capote consideraba el más representativo de su obra, es recluida en el sanatorio psiquiátrico de
Los Ángeles en Málaga (**) donde irá perdiendo la movilidad y hasta la vista.
Su historial habla de psicosis maniacodepresiva y de 29 sesiones de
electroshock “para calmar su ansiedad y sus nervios”. Falleció de una embolia
cerebral, y, puesto que las mojas del sanatorio afirmaron que se había
convertido al catolicismo, la enterraron en el cementerio de San Miguel. Paul
no encargó una lápida y tan solo una estaca de madera en la parcela 453 la
recordaba. Cuando se renovó el cementerio, sus huesos se libraron de la fosa
común y, años después, en un homenaje de
la ciudad, auspiciado por Alfredo Taján se colocó una lápida de mármol
negro para certificar
que la pequeña gran Jean Auer se hizo eterna.
(*) Bernardo Bertolucci la llevó al cine en 1990, con
John Malkovich y Debra Winger en los papeles protagonistas. Se rodó entre
Tánger y el sur de Marruecos.
(**) Fundado en 1939 por el doctor Pedro Ortiz
quien lo dirigió hasta su cierre en 1977. Estaba situado en la Huerta de los
Ángeles, en el arroyo del mismo nombre, al NO de la Ciudad, donde ahora se
levanta el IES Miraflores de los Ángeles. Tuvo gran prestigio como sanatorio
modélico, lejos del concepto general de los manicomios de la época. A su
cierre, el doctor Ortiz lo cedió a la Diputación con la petición de que
continuara su labor. No fue así y terminó en ruinas.
JOSÉ RAMÓN TORRES GIL.
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