Artículo de Jara
Pérez Jiménez, Doctora en Ciencia y Tecnología de los Alimentos. Científico
Titular en el Departamento de Metabolismo y Nutrición del ICTAN-CSIC, Instituto
de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición (ICTAN - CSIC), publicado en
la revista digital The Conversation
Rara vez se escucha hablar de la fibra en esta época
de dietas hiperproteicas, antioxidantes, sin gluten y sin lactosa promovidas
por los influencers de las redes sociales. Sin embargo, la
fibra es uno de los componentes de los alimentos con más beneficios probados,
más allá de facilitar el tránsito intestinal. Y esto incluye un efecto de
nombre misterioso, el “efecto segunda comida”.
Pero
¿qué es exactamente la fibra? La definición oficial nos dice que es la
parte comestible de los alimentos vegetales resistente a la digestión y
absorción en el intestino delgado, con fermentación completa o parcial en el
intestino grueso. Es decir, que está en los alimentos de origen vegetal y no la
digerimos en el intestino delgado (como ocurre con los nutrientes), pero alimenta
a nuestras bacterias.
Hace
más de 40 años, unos investigadores británicos observaron que
si en el desayuno daban pan o lentejas a personas sanas, los niveles de glucosa
(azúcar) en sangre subían menos con las lentejas, que tienen más fibra. Y si
después se les daba a todos la misma comida, los que habían desayunado lentejas
tenían menos glucosa en sangre. Como las subidas elevadas de glucosa aumentan
el riesgo de diabetes tipo 2, esta capacidad de la fibra es muy importante: es
el “efecto segunda comida”.
Los metabolitos de fermentación, pan bendito para el
cuerpo
El
siguiente paso era saber por qué ocurría esto. Al principio, se pensó que solo
se debía al índice glucémico, que tiene que ver con la rapidez con la que
absorbemos el azúcar de un alimento (las lentejas o el pan, aunque no tienen
azúcar como el de nuestro azucarero, contienen almidón, que en nuestro cuerpo
se rompe en azúcar). Sin embargo, posteriormente se vio que el “efecto segunda
comida” tenía que ver con nuestra microbiota.
Al
final de nuestro intestino grueso, en el colon, vive una gran población de
bacterias: nuestra microbiota colónica. Estas bacterias se
alimentan de restos de los alimentos que no hemos digerido, generando los
compuestos que denominamos metabolitos de fermentación. Y como antes hemos
dicho que la fibra no se digiere, cuando llega íntegra hasta el colon le sirve
a la microbiota para generar estos metabolitos.
En
el año 2006, unos investigadores italianos fueron los
primeros en estudiar esta fermentación y relacionarla con el efecto segunda
comida. Proporcionaron a un grupo de personas tres desayunos diferentes, que
tenían fibra con distintos índices glucémicos y capacidad para ser fermentadas
por la microbiota. Y lo que observaron fue que lo más importante para que la
glucosa bajara después del almuerzo no era el índice glucémico, sino que la
fibra se pudiera fermentar.
Tomar
fibra, por tanto, aporta alimento a nuestras bacterias que, a cambio, nos
devuelven los metabolitos de fermentación. Y estos metabolitos ayudan a que la
glucosa no nos suba demasiado, no solo en ese momento, sino también en la
siguiente comida.
Por
cierto, que la fibra en la cena también hace que la glucosa después de
desayunar no suba tanto. Algo que contradice esa idea
tan extendida de que es conveniente excluir los carbohidratos de la cena.
Toma fibra y tardarás más en tener hambre
Esta
regulación del azúcar en sangre después de varias comidas es muy importante
para la salud, pero no es algo que percibamos. Sin embargo, el efecto segunda
comida tiene otra cara positiva que sí podemos notar, y que se relaciona con
otra propiedad de la fibra. Se trata de su capacidad para aumentar la saciedad
debida a que, cuando tomamos fibra, el estómago tarda más en vaciarse.
En
1997 un grupo de militares estadounidenses recibieron
zumo de naranja, la mitad de ellos enriquecido en pectina (un tipo de fibra) y
la otra mitad sin enriquecer. A las cuatro horas, a todos les daban un helado.
Y una hora después de tomar el helado, los que por la mañana habían bebido el
zumo con fibra se sentían mucho más saciados.
Es
decir que tomar fibra en una comida hace que lleguemos a la siguiente con menos
hambre. Esto también forma parte del efecto segunda comida.
¿Y los polifenoles?
Vamos
a incluir unos nuevos actores en esta historia: los polifenoles. Son compuestos
de los alimentos que viajan con la fibra y que sirven también
de alimento a nuestra microbiota colónica. Los nuevos metabolitos
que generan tienen varios efectos beneficiosos, siendo el más conocido su
capacidad antioxidante.
Pues
bien, se está estudiando si los polifenoles contribuyen al efecto segunda
comida. En concreto, un estudio con el residuo que queda en la industria tras
obtener zumo de naranja mostró que, si se daba en el desayuno a hombres con
sobrepeso, estos tenían menos glucosa e insulina en sangre después de la comida.
Lo más interesante es que ese residuo era una mezcla de fibra y polifenoles.
Hoy
sabemos que los polifenoles y la fibra viajan
juntos al colon donde, además, la presencia de uno estimula la
fermentación del otro, y viceversa. Por eso para muchos de sus efectos es
difícil saber cuál se debe a la fibra y cuál a los polifenoles. Pero puede que
las investigaciones nos muestren pronto que los polifenoles forman parte del
efecto segunda comida.
Así
que, aunque quedan aspectos por investigar, sabemos que la fibra tiene muchas
más funciones que la del tránsito. Consumir suficiente (al menos 30 gramos al
día) nos asegura que en la siguiente comida tendremos menos hambre y nuestra
subida de glucosa será menor, lo que reduce el riesgo de sobrepeso y diabetes
tipo 2. Actualmente, la mayoría estamos muy lejos de alcanzar esas
recomendaciones, por lo que este es un buen momento para empezar a aumentar
nuestro consumo de fibra.
Este artículo ha sido escrito con la colaboración de
Maylis Renard, estudiante de AgroParisTech, actualmente en prácticas en el
Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición (ICTAN-CSIC).
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