03 abril 2023

EL VIAJE ACCIDENTADO A CÁDIZ DE UN CARTERO DE MÁLAGA

 

Cuando en la década de los 60 me incorporé en Málaga, procedente de Barcelona, como Cartero Urbano, un colega a punto de su jubilación me contaba, con su “miajita” de guasa, lo que le ocurrió a otro compañero, en los años 40. El cartero protagonista de las anécdotas tenía como misión el reparto en bicicleta, (entonces no se trabajaba con motos), en el Puerto. Y como cada cartero repartidor, aunque existían los de interior y ventanilla, suele hacer al regreso de su tarea, éste se dispuso a escribir en el reverso de los objetos, lo que debía informar para su devolución a sus remitentes, o su entrega en “Lista”. Una de ellas, cuando pasó por las manos del “Sabio” o “Lector”, que eran aquéllos carteros antiguos, de visera y manguito, que se conocían las calles, antiguas y modernas, como muchos nombres de personas y empresas, que existían en las ciudades, como la palma de su mano.

Estos “Sabios”, mientras la Cartería permanecía en silencio, solían “cantar” nombres y direcciones desconocidas para la mayoría, siendo como filtros para evitar devoluciones indebidas.  Uno de ellos descubrió una carta que éste compañero del Puerto, la tenía para devolver al remitente, y en la misma, respaldándola con el informe, su firma y la fecha escribió: “El Velero `Azafranes´ no ha tenido entrada en éste Puerto”. Resultando que la carta en cuestión, realmente iba dirigida a un señor que se apellidaba, `Melero´, que por lo visto tenía alguna referencia con una pequeña empresa de especias y alimentación, para consignaciones de buques. Según decían los antiguos compañeros, en el anverso de la carta figuraba: “... Melero  (Azafranes), Puerto de Málaga”.

La siguiente anécdota también tiene su gracia, pero al pobrecito, creo que no le sentó nada bien. Me contaba  el colega que éste compañero, cada vez que tenía un objeto, para su entrega bajo firma: giro, certificado o paquete postal, como era preceptivo, debía subir al barco atracado en uno de sus muelles, para así cumplimentar su trabajo. Esta vez, estando en el interior del barco donde se hallaba la persona destinataria del objeto, se encontró con un conocido que iba como trabajador en el buque, que por lo visto hacía tiempo no se veían, y como suele pasar siempre en éstos casos: “se le fue el santo al cielo” Cuando quiso acordar, y ya en la cubierta, dispuesto para regresar al muelle, lo único que vió, eran las lejanas playas de San Andrés y La Misericordia, embarcado rumbo a Cádiz, que era el destino del barco.  Así que todo el correo que llevaba en su cartera reglamentaria A-1, o “suavizalomos”, como llamábamos al zurrón de piel de vaca, junto con el dinero para los pagos de los giros, y cobros de reembolsos, tuvo que retrasarse dos días porque ya que su llegada a la “Tacita de Plata”, fue vista y no vista, o sea: llegar, desembarcar y emprender viaje por carretera hacia Málaga, con el consiguiente informe y expediente disciplinario.

                                                      

Juan J. Aranda


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