Artículo de Arancha R. Gortázar, Profesora Titular
de Biología Celular. Investigador Principal Grupo Fisiopatología ósea,
Universidad CEU San Pablo y de Juan
Antonio Ardura, Profesor en el área
de biología celular e histología, Universidad CEU San Pablo.
A medida que envejecemos, nuestro tejido óseo se va deteriorando y
pierde calidad. En las mujeres, esa pérdida de calidad del hueso se hace muy
evidente tras la menopausia, porque descienden los estrógenos, unas hormonas
sexuales que tienen un efecto protector sobre el esqueleto. Pero, a pesar de
que los hombres no experimentan una pérdida brusca de las hormonas sexuales,
sufren muchas más fracturas óseas por osteoporosis de las que imaginamos.
Un aumento de la fragilidad ósea silencioso
La osteoporosis se caracteriza por una disminución de la masa ósea
y por el deterioro de la microarquitectura y la calidad del hueso. Estos
cambios aumentan la fragilidad ósea y se traducen en un mayor riesgo de sufrir
fracturas, especialmente en algunas zonas concretas de nuestro esqueleto como
la cadera, la columna vertebral y la muñeca.
Se calcula que la enfermedad causa más de 9 millones de fracturas
al año en el mundo, pero los afectados son muchos más, en torno a 200 millones. Pasan inadvertidos
porque a menudo es una enfermedad silenciosa, asintomática, que hace que
nuestro esqueleto se deteriore sin dar señales de alarma hasta que aparece la
primera fractura.
Pero ¿por qué perdemos masa ósea? A lo largo de la vida, nuestro
esqueleto sufre ciclos de recambio óseo o remodelado en los que el tejido óseo
“viejo” o dañado se degrada y es sustituido por hueso nuevo, capaz de resistir
todos los retos a los que sometemos a nuestro esqueleto a diario. El problema
es que, con los años, este proceso de sustitución del tejido viejo se vuelve
deficitario, y las células encargadas de formar hueso no son capaces de
compensar la pérdida de hueso eliminado. Como consecuencia, el balance óseo
empieza a ser negativo. Y vamos perdiendo cantidad y calidad de tejido óseo
como parte de un proceso natural e inherente al envejecimiento.
El problema no es solo femenino. Es cierto que en la mujer la
pérdida de calidad del hueso es muy evidente tras la menopausia, etapa que
marca un descenso acusado en la producción de las hormonas sexuales femeninas, los estrógenos. Estas hormonas ejercen un importante efecto protector frente a
la pérdida de masa ósea y su disminución al inicio de la menopausia ocasiona
también una caída brusca de la masa ósea.
Sin embargo, alrededor del 25 % de las fracturas osteoporóticas ocurren en varones. Y lo que es más importante, las
complicaciones y la mortalidad asociadas a estas fracturas son mayores en el
hombre que en la mujer. De hecho, se calcula que cada año alrededor de 80 000 hombres presentarán una
fractura por fragilidad de cadera, y que
uno de cada tres fallecerá en el primer año y otros tantos volverán a fracturarse.
A pesar de estos datos, la osteoporosis en el hombre está
infradiagnosticada, y por ello, en muchos casos, sin tratamiento. En ocasiones,
los profesionales sanitarios no están suficientemente sensibilizados con el
hecho de que la osteoporosis puede afectar a los hombres, lo que contribuye
a retrasar su diagnóstico.
Los hombres desarrollan osteoporosis diez años más tarde
El pico máximo de masa ósea se alcanza durante la tercera década
de la vida, entre los 20 y los 30. Y a partir de ese momento, comenzamos a
perder tejido óseo.
Sin embargo, en los hombres este pico se alcanza más tarde,
ya que comienzan la pubertad más tarde y permanecen más tiempo en ella que las
mujeres. Además, los andrógenos, las hormonas sexuales masculinas, aumentan el
grosor de los huesos, lo que supone una indudable ventaja mecánica. Otro factor
importante es que en el hombre no existe una pérdida brusca de las hormonas
sexuales, como ocurre en la mujer tras la menopausia: el declive hormonal
masculino transcurre gradualmente a partir de la cuarta o quinta década de la
vida.
Todos estos factores hacen que los hombres desarrollen
osteoporosis al menos una década más tarde que las mujeres. Este hecho
contribuye a que aumente la gravedad y el riesgo de mortalidad tras la
fractura, entre otras cosas porque en el envejecimiento se produce también una situación de inflamación crónica de baja
intensidad que acelera el proceso de
degradación ósea, por lo que aumenta el riesgo de fracturas y dificulta su
reparación. Con la edad aumenta asimismo la deficiencia de vitamina D, hormona
fundamental para la mineralización y la calidad ósea, y la función muscular se
ve disminuida.
En caso de hipogonadismo (afección en la cual los testículos en
los hombres producen pocas o ninguna hormona sexual), abuso de alcohol o
tratamiento continuado con glucocorticoides usados como fármacos
antiinflamatorios o inmunosupresores, el proceso se acelera aún más.
Llegados a este punto, debemos tener claro que la calidad de
nuestros huesos tiene un efecto directo sobre nuestra salud, por lo que todos,
hombres y mujeres, debemos preocuparnos por cuidar nuestro esqueleto.
Principalmente manteniéndonos activos,
consumiendo una dieta variada rica en calcio y vitamina D, limitando el consumo
de alcohol y evitando el tabaco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor: Se ruega no utilizar palabras soeces ni insultos ni blasfemias, así todo irá sobre ruedas.
Reservado el derecho de admisión para comentarios.