18 enero 2023

LECTOR EMPEDERNIDO

 


Su carácter tímido lo convirtió en un lector empedernido. Vivía una realidad a través de los libros que distaba mucho del mundo existente tras la puerta de su reducido apartamento. Antes salía a la calle para comprar agua y comida. Los libros los pedía por teléfono a su librería de siempre. Ahora sólo se alimenta de palabras, no tiene apetito ni sed de nada más. Tampoco consigue dormir, el sueño se esfumó por una rendija de la ventana, oculta detrás de un montón de libros.

Las mañanas se juntan con las noches y ha perdido la noción del tiempo. Se ha convertido en un librodependiente: su único objetivo es leer de forma compulsiva, como un fumador enviciado que enciende un cigarrillo con otro. No parece asimilar sus argumentos, sólo quiere devorar las letras de sus páginas aunque muchas veces se le nubla la vista.  

En su pequeño espacio, ahora inhabitable, no quedan huecos libres. Al principio intentó ordenarlos, ya es imposible. En el dormitorio están  las novelas históricas de autores clásicos y modernos. Encima y debajo de la cama descansa toda su sabiduría porque él ya no duerme allí. La filosofía y ensayo ocupan la mesilla de noche, cajones incluidos, tampoco la necesita. El resto, apenas visible, está invadido por rascacielos de papel y cartón con lomos multicolores.

Llaman al timbre. Para llegar a la puerta y recibir su último pedido camina de canto por el exiguo pasillo mientras sortea las montañas de tomos amenazantes desde las alturas. Algunos caen al suelo y se dispersan en cascada sin orden ni concierto. Esta vez son más de treinta libros que, una vez leídos, amontona junto al resto, construyendo una pared delante de otra.

Los días pasan y las pilas de ediciones se multiplican a su alrededor. Exhausto, y blanco como la hoja de un escritor sin inspiración, ovilla su cuerpo enclenque en el suelo y cierra los ojos para descansar.

El repartidor de la librería, que en la entrega anterior ya lo había visto muy desmejorado, llega con otro cargamento. Después de varios timbrazos y llamadas sin respuestas a su móvil, se preocupó.

Necesitaron la ayuda de los bomberos para abrirse camino hasta encontrarlo.

Al médico que lo atendió, quizá por ser también un gran lector, le surgieron serias dudas. Era la primera vez, en muchos años de profesión, que firmaba esa causa de fallecimiento, pero le pareció un digno homenaje al difunto. Motivo del deceso: muerte literaria.

 

 

Esperanza Liñán Gálvez


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