04 enero 2023

LA MAGIA RENOVADORA DE LO INESPERADO

 

Aunque a veces nos cueste reconocerlo, una de las situaciones que más nos desalienta es esa rutina repetitiva en que nos vemos atrapados durante la sucesión de los días. La podemos sobrellevar en nuestra actividad laboral, en los tiempos disponibles para el ocio, en las relaciones familiares o amistosas en general, en el contenido de nuestra ingesta alimenticia o incluso también en ese hábito del subconsciente o más racional, al elegir casi siempre los mismos itinerarios en nuestros desplazamientos, urbanos o rurales.

No cabe la menor duda de que al hacer, un día tras otro, más o menos lo mismo, por nuestra peculiar forma de ser o por los determinantes diversos que nos afectan, “conseguimos” con ello esa tranquilidad “aburrida”, que puede ser muy apreciada y necesaria como valor, de la normalidad. Sin embargo, esta misma normalidad rutinaria que nos tranquiliza y reconforta, alcanza al tiempo preocupantes niveles que llegan a provocarnos, no sólo el infortunado aburrimiento, sino también la apatía, la dejadez, el desaliento o la falta de originalidad en nuestras respuestas.

En estos delicados momentos de aturdimiento, “pasotismo” y comportamientos autómatas, echamos de menos que llegue a nuestras vidas la magia dinamizadora de lo inesperado. Y nos embarga esta predisposición o necesidad, aún con el riesgo de que ese aire diferente que se aproxime a nuestro entorno personal pueda venir virado o tamizado con elementos negativos, perjudiciales o desestabilizadores. A pesar de ese riesgo, también imprevisible, durante las etapas o situaciones de rutina cansina, no nos importaría embarcarnos en esa nave “traviesa” de lo diferente, a fin de que nos transporte a un puerto, cercano o alejado, en donde podamos encontrar la ansiada novedad, el enriquecimiento diferencial o el simple cambio de color, que nos vitalice, anime o entusiasme. 

Ese cambio o transformación renovadora, en el somnoliento discurrir rutinario de nuestras vidas puede estar originado por muy diversos factores, simples o complejos. La mayoría de éstos, con el carácter “lúdico” de lo inesperado, están originados por la casualidad, el azar, la suerte o el capricho del destino. Unos y otros ayudarán a despertar nuestro letargo. Veamos algunos ejemplos.

Puede ser una llamada telefónica totalmente imprevista, pues nos resultaría difícil concebir previamente que la misma se produjera. Al margen de su contenido, dicha comunicación producirá ese efecto dinamizador en nuestro ánimo. Encontrarnos con alguien, sea amigo, compañero, conocido o incluso familiar, acerca del cual hacía años que no sabíamos nada de su persona. Esa sorpresa de lo inesperado puede también proceder de algún correo electrónico, mensaje de whatsapps, cuyo contenido nos sorprende intensamente. La confidencia que te hace un amigo, que comparte contigo una novedad, una información insólita o una explicación acerca de algo que no comprendes o te afecta. También la sorpresa que te produce conocer que eres capaz de resolver algún problema informático o reparar algún mecanismo electrónico, habilidad que nunca suponías podías poseer. El diálogo con un superior laboral, quien te comunica la decisión de ubicarte en un puesto de mayor responsabilidad o categoría profesional. Visionar una película o asistir a una obra de teatro o espectáculo, en los que no tenías demasiadas esperanzas para la diversión o el entretenimiento y que por el contrario al finalizar su metraje o desarrollo escénico te deja un emocionante “sabor de boca” anímico, por los valores y entretenimiento que te ha aportado. Igual puede ocurrir con la lectura de un libro o una carta personal que llega a tu poder. Ser el afortunado y alegre poseedor de un premio en un juego de azar (décimo de lotería, sorteo de la primitiva o similar) aunque la cuantía de éste no sea especialmente elevada. El cambio positivo en la actividad laboral que durante años has estado realizando. Una mañana te levantas de la cama y sin saber exactamente el por qué cambias radicalmente tu imagen o el look personal, especialmente con el peinado o la indumentaria tradicional. Y así un largo etc.

Como hemos podido comprobar, en todos los casos el elemento dinamizador o transformador, es la suerte de lo imprevisto o lo inesperado. Por supuesto, es necesario también que nosotros pongamos algo de nuestra parte, a fin de crear situaciones o disponibilidad para que los cambios de esa naturaleza puedan llegar a producirse. Como conclusión, habría que decir que unos y otros, casi todos, necesitamos novedades, transformaciones, modificaciones, que nos aporten nuevos porqués o incentivos, en ese hoy o el mañana, que por la rutina de cada día se nos hace más difícil o desmotivado recorrer, entender y aceptar. Debemos estar atentos y preparados para recibir esos dinamizadores que pueden cruzarse en nuestro camino, abriendo nuevas esperanzas en nuestros “adormecidos” anhelos y deseos. -

 

José L. Casado Toro

Diciembre 2022


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