Artículo de Antonio Rico
Sulayes, Profesor de Lingüística, Universidad de las Américas Puebla, publicado en la revista digital The Conversation
El lenguaje en las redes
sociales se caracteriza por una constante innovación. Seguro que muchos de los
términos que surgen allí desaparecerán, pero otros lograrán incorporarse a la
lengua. Esta innovación no es caótica, como a algunos les podría parecer, sino
que utiliza muchos de los recursos que son comunes al cambio lingüístico en los
idiomas del mundo.
Como los seres vivos, las
lenguas se encuentran en constante cambio. Al igual que nos sucede a los
humanos, toda lengua tiene una historia que, en un pasado distante, la une a
otras con las que forma una familia.
Los cambios que experimenta
un idioma de manera paulatina pueden afectar todos los ámbitos de su
existencia. Estos cambios van desde lo más básico, como la pronunciación, hasta
aspectos complejos, como la organización de las palabras para comunicar ideas.
Y, por supuesto, incluyen el inventario mismo de las palabras, al que se le
añaden muchos elementos nuevos.
Justo en este último ámbito
es donde más podemos sentir el dinamismo y la vitalidad del cambio en el
lenguaje. También es donde más podemos reaccionar ante él.
Aceptación o
resistencia
Los hablantes solemos
evaluar este constante cambio con una de dos actitudes opuestas. Una actitud, más
bien positiva, ve en este cambio un proceso natural, similar al de la evolución
biológica. En esta visión, el cambio es además inevitable.
La otra actitud es menos
entusiasta. Muchas sociedades a lo largo del tiempo han mostrado una resistencia o
incluso un rechazo hacia
el cambio lingüístico. Los estudios mismos del lenguaje comenzaron con un intento
por preservar el sánscrito intacto para su uso religioso. Algunos
casos más recientes han buscado no sólo mantener la lengua, sino también
eliminar las influencias externas.
En el griego moderno se trató de eliminar la
notoria presencia del turco en su vocabulario. Durante el Reich alemán, se
buscó sustituir
léxico de procedencia extranjera con términos nativos. En la
actualidad, la Academia
Francesa y la Real Academia Española suelen aparecer en los titulares
por sus ofensivas contra el uso de términos de origen inglés, llamados
anglicismos.
El rechazo al
cambio
En el caso de las redes
sociales, la innovación lingüística es todavía más evidente. Toda la
comunicación mediada por la tecnología es un
laboratorio de innovación lingüística. Además, el relajamiento y el
descuido de las reglas ortográficas en las redes sociales están bien identificados
y estudiados.
Aunque es fácil imaginar el
rechazo que estos cambios o innovaciones tienen en los usuarios de la lengua,
¿cómo deberíamos considerar estos cambios? ¿Como una evolución o como una
perversión?
Para responder, sería bueno
revisar una colección de ejemplos de este tipo de innovación. Nuestro Diccionario del Español Especializado en
Redes Sociales (ERES) es útil para esto. Incluye términos nuevos, o
neologismos, que no aparecen en los grandes diccionarios, como el de la Real Academia Española. La primera
edición del ERES (2022) es el resultado del trabajo de lingüistas en formación
en la Licenciatura en Idiomas de la Universidad de las Américas Puebla.
Ámbitos formal e
informal
El ERES incluye dos tipos de términos.
Por un lado, recoge términos de diversas áreas del conocimiento y el quehacer
humano que aparecen abundantemente en tutoriales, foros de discusión y
conversaciones en línea, donde la gente comparte sus saberes y experiencias.
Por otro lado, incluye palabras nuevas del habla informal y popular, a veces
prosaica, de la comunicación digital.
La primera
edición del diccionario tiene 357 palabras o entradas. Estas entradas
cuentan con 492 significados distintos y 621 ejemplos de uso.
Una parte significativa de
estos términos, 194, fueron tomados de otras lenguas. La mayoría, 157, entraron
de forma literal, mientras que 37 experimentaron cierta adaptación. Esto no es
sorprendente.
Los préstamos,
nada nuevo
El préstamo
lingüístico es central al enriquecimiento del vocabulario y suele
introducirse al inicio en los manuales que explican la creación de nuevas
palabras. Esto sucede en manuales en inglés y español.
Justo por eso, instituciones como las academias de la lengua atacan, a veces
inútilmente, el uso de estos términos prestados, en particular cuando vienen del
inglés.
Por cierto, en el
diccionario ERES el inglés es la lengua con más préstamos, 163. Sin embargo,
también hay préstamos de otras lenguas, como el francés y el japonés, con siete
términos cada una. Además, hay algunas palabras del chino, coreano, danés,
griego, hindi, italiano, latín, sánscrito y suajili.
Neologismos autóctonos
Ahora bien, en este
diccionario existen muchos otros ejemplos que usan elementos ya existentes en
el español para crear nuevas palabras. Este es un recurso común en las lenguas
del mundo y estudiado en idiomas como el macedonio, el árabe y el chino,
por mencionar tres ejemplos distantes y no relacionados.
En el ERES encontramos
neologismos que resultan del acortamiento de una o más palabras. Aparecen
términos técnicos como parvo,
derivado de parvovirus,
o cardio, de cardiovascular.
Hay términos coloquiales, como ps, que sustituye a pos o pues, y con
temáticas sociales como cis,
para hablar de una persona cisgénero.
Aparecen neologismos que
eliminan letras en diferentes lugares, y no sólo al final de otras palabras. Un
ejemplo es tmb, que
significa también, o vdd, que sustituye a verdad.
Incluso se encuentran
acrónimos, donde se elimina el final de varias palabras, como en Latam, por Latinoamérica o América
Latina. También hay ejemplos de inicialismos, que sólo conservan la primera
letra de algunas palabras, como en hp, por hijo de puta,
y tkm o tqm, por te quiero
mucho.
Creatividad
lingüística
Además aparecen palabras
nuevas que requieren una gran creatividad. Un ejemplo es la fusión de varias
palabras en una sola, como en conspiranoico, de conspiración y paranoico, plandemia, de plan y pandemia,
y perrhijo,
de perro e hijo. Junto a términos donde se usan partículas
comunes en el español, como en biofilia o microcemento, aparecen
casos más permisivos, con palabras extranjeras, como en autolike.
El ERES documenta algunas
formas que se derivan de errores ortográficos. Esto se debe a que las palabras
incluidas son escogidas con métodos estadísticos aplicados a grandes
colecciones de comentarios. El diccionario incluye seis de estos casos que
aunque indican su error de origen, reconocen su frecuencia. Un ejemplo es aver, que debería
escribirse a ver.
Errores vs.
evolución
Por todo lo anterior, es
claro que la innovación lingüística en las redes sociales no es caótica. La
falta de atención a las reglas ortográficas es real, pero es un tema distinto.
Los usuarios de estos medios utilizan los mismos recursos que son comunes en
las lenguas del mundo para evolucionar.
Si hay algo novedoso en
estos medios es el acceso de los usuarios a grandes audiencias y la velocidad
que le da esto a la propagación de los los cambios. Eso hace que algunos vean
este espacio de producción del lenguaje como un gran
laboratorio de innovación lingüística.
Las nuevas palabras
producidas con estos recursos pueden no gustarnos. Sin embargo, eso no las hace
perversas, al menos no con un sentido de daño o destrucción de la lengua.
Además, debemos recordar que no todos los neologismos, sea cual sea su
procedencia, pasarán a la lengua. Al final, sólo el tiempo y los hablantes en
su conjunto decidirán cuáles lo harán.
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