A
la tercera va la vencida, dice un antiguo refrán castellano, desde que en el
Domingo de Resurrección de 2019 se cerraron las puertas de San Julián los
cofrades hemos pasado una larga travesía del desierto, nadie se podía imaginar
que una pandemia nos arrojaría al precipicio de lo desconocido. Nuestra
generación nunca vivió emergencias sanitarias de tal calibre ni situaciones
extremas como podría ser una guerra para que hubiera que suspender la Semana
Santa.
La
Cuaresma que acabamos de estrenar se vive con otro semblante y como si nada
extraordinario hubiera pasado esta Semana Santa, todo apunta a ello, se
celebrará como Dios manda. Aunque las incertidumbres resuenan en nuestro
corazón como el martillo en la campana de un trono también soñamos, imaginamos
y revivimos éstos dos años de obligada ausencia.
Que
la Cuaresma no deje de anunciarnos signos evidentes de normalidad, el primer
paso y de manera extraordinaria se ha dado con el Vía Crucis organizado por la
Agrupación de Cofradías un ensayo en toda regla y con un porcentaje importante
de protagonistas, una puesta en escena que tendrá su máxima expresión cuando el
Domingo de Ramos al filo del mediodía veamos los primeros nazarenos de la
Pollinica. Como siempre ha sido y cuando toque comenzarán los traslados y en
vísperas del Domingo de Pasión se pregonará lo que ha de venir, la fiesta del
gozo.
Ya
huele a Semana Santa, los días se alargan, menguan las noches, las puertas de
los templos exhalan el sahumerio del incienso, los calles y jardines embriagan
con su olor a azahar, ya hay torrijas en la pastelería de toda la vida, las
hermandades reparten sus túnicas, convocan a los hombres de trono, las bandas y
agrupaciones intensifican sus ensayos, los albaceas trabajan a destajo tratando
de recuperar, en algunos casos, lo no hecho durante el año, los tronos estarán dispuestos
como siempre han estado el día señalado para su salida procesional. No sería
justo que el destino, dueño de nuestras ilusiones, nos cerrara el camino de los
sueños.
Como
si nada extraordinario hubiera pasado volveremos a ser niños con el rito que la
ciudad nos enseñó, vestiremos la túnica que en muchos casos vistieron nuestros
padres y abuelos para que el hoy y el ayer se fundan en un ahora, en la semana
más pasional del año.
Volveremos
con los chorreones de las velas a alfombrar el Recorrido Oficial, como no lo
harían ni los mejores tapiceros.
De
nuevo sentiremos escalofríos cuando la banda del Real Cuerpo de Bomberos se arranque
por Soledad de San Pablo, esa maravilla que nos donó el aragonés Pascual Zarcos
Ramos.
Escucharemos
con el debido respeto ese rezo hecho canción que un saetero le dedica a un
Cristo o a su Madre desde una esquina o balcón de cualquiera de nuestras
calles.
Nos
embargará la emoción en la Plaza de la Constitución presenciando al Nazareno
del Paso bendecir al pueblo malagueño.
Otra
vez como antaño todos seremos Novios de la Muerte viendo desfilar al Cuerpo
Legionario, dándole escolta al Cristo de Mena.
Sentiremos
envidia del pabilo que enciende las marías de la Virgen de nuestra devoción por
estar tan cerca de ella.
Disfrutaremos
viendo a nuestros nietos hacer su bola de cera escapándose de las manos de sus
padres y correteando entre las filas de nazarenos.
Nos
llenará de alegría ver al vendedor de globos, al de las almendras, al de los
limones cascarúos, al de las flores, que después de dos años de sequías por fin
le ven la luz al túnel.
Caminaremos
entre la bulla buscando esa esquina, esa doble curva, para ver como los hombres
de trono hacen su trabajo y por dentro decimos un óle que nos sale del alma,
esa que nunca se muere.
Nos
iluminarán de gozo las velas y los arbotantes que volverán a la vida después de
dos años a oscuras, para dar luz a nuestros sagrados titulares que en su día,
las gubias de ilustres imagineros colmaron de unción sagrada para que en ellos
depositemos nuestros rezos y plegarias.
Volverán
a la vida esos tristes balcones vacíos de casas cerradas y abandonadas de
calles que solo pisamos en los días de nuestra gran fiesta.
Y
tornarán las mantillas, las petaladas en los balcones, aplausos a los hombres
de trono, los oboes y fagotes de las bandas brillarán con el sol de media tarde, redoblarán los tambores, los
solos de trompetas, las sobaduras en los pies de esos zapatos nuevos que
estrenamos el Domingo de Ramos, una niña orgullosa, que estrena juventud y amor
le dirá a su amiga ¡aquel del segundo varal es mi novio!, la Catedral, olvidada
durante el año, vestirá sus mejores galas luciendo con su máximo esplendor y
disfrutarán los padres viendo a sus hijos vestidos de nazarenos por primera vez
y… tantas cosas más que nos arrebataron, hasta los afectos, volverán a donde
solían.
No
obstante aunque haya vuelto a salir el sol en la ciudad, donde durante dos años
sólo deambulaban sombras y fantasmas no debemos bajar la guardia y ser
conscientes que el virus causante de nuestros llantos y quebrantos sigue activo
y que el ser precavidos es una actitud que debe acompañarnos durante los días
del gozo. Seguiremos implorando para que no nos abandonen, a las dos
advocaciones marianas que más se han nombrado en esta enfermedad física, social
y mental, SALUD Y ESPERANZA.
Cuaresma
de 2022
Pepe
J.Cueto
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