22 marzo 2022

VOLVER A DONDE SOLÍAMOS

 

A la tercera va la vencida, dice un antiguo refrán castellano, desde que en el Domingo de Resurrección de 2019 se cerraron las puertas de San Julián los cofrades hemos pasado una larga travesía del desierto, nadie se podía imaginar que una pandemia nos arrojaría al precipicio de lo desconocido. Nuestra generación nunca vivió emergencias sanitarias de tal calibre ni situaciones extremas como podría ser una guerra para que hubiera que suspender la Semana Santa.

La Cuaresma que acabamos de estrenar se vive con otro semblante y como si nada extraordinario hubiera pasado esta Semana Santa, todo apunta a ello, se celebrará como Dios manda. Aunque las incertidumbres resuenan en nuestro corazón como el martillo en la campana de un trono también soñamos, imaginamos y revivimos éstos dos años de obligada ausencia.

Que la Cuaresma no deje de anunciarnos signos evidentes de normalidad, el primer paso y de manera extraordinaria se ha dado con el Vía Crucis organizado por la Agrupación de Cofradías un ensayo en toda regla y con un porcentaje importante de protagonistas, una puesta en escena que tendrá su máxima expresión cuando el Domingo de Ramos al filo del mediodía veamos los primeros nazarenos de la Pollinica. Como siempre ha sido y cuando toque comenzarán los traslados y en vísperas del Domingo de Pasión se pregonará lo que ha de venir, la fiesta del gozo.

Ya huele a Semana Santa, los días se alargan, menguan las noches, las puertas de los templos exhalan el sahumerio del incienso, los calles y jardines embriagan con su olor a azahar, ya hay torrijas en la pastelería de toda la vida, las hermandades reparten sus túnicas, convocan a los hombres de trono, las bandas y agrupaciones intensifican sus ensayos, los albaceas trabajan a destajo tratando de recuperar, en algunos casos, lo no hecho durante el año, los tronos estarán dispuestos como siempre han estado el día señalado para su salida procesional. No sería justo que el destino, dueño de nuestras ilusiones, nos cerrara el camino de los sueños.

Como si nada extraordinario hubiera pasado volveremos a ser niños con el rito que la ciudad nos enseñó, vestiremos la túnica que en muchos casos vistieron nuestros padres y abuelos para que el hoy y el ayer se fundan en un ahora, en la semana más pasional del año.

Volveremos con los chorreones de las velas a alfombrar el Recorrido Oficial, como no lo harían ni los mejores tapiceros.

De nuevo sentiremos escalofríos cuando la banda del Real Cuerpo de Bomberos se arranque por Soledad de San Pablo, esa maravilla que nos donó el aragonés Pascual Zarcos Ramos.

Escucharemos con el debido respeto ese rezo hecho canción que un saetero le dedica a un Cristo o a su Madre desde una esquina o balcón de cualquiera de nuestras calles.

Nos embargará la emoción en la Plaza de la Constitución presenciando al Nazareno del Paso bendecir al pueblo malagueño.

Otra vez como antaño todos seremos Novios de la Muerte viendo desfilar al Cuerpo Legionario, dándole escolta al Cristo de Mena.

Sentiremos envidia del pabilo que enciende las marías de la Virgen de nuestra devoción por estar tan cerca de ella.

Disfrutaremos viendo a nuestros nietos hacer su bola de cera escapándose de las manos de sus padres y correteando entre las filas de nazarenos.

Nos llenará de alegría ver al vendedor de globos, al de las almendras, al de los limones cascarúos, al de las flores, que después de dos años de sequías por fin le ven la luz al túnel.

Caminaremos entre la bulla buscando esa esquina, esa doble curva, para ver como los hombres de trono hacen su trabajo y por dentro decimos un óle que nos sale del alma, esa que nunca se muere.

Nos iluminarán de gozo las velas y los arbotantes que volverán a la vida después de dos años a oscuras, para dar luz a nuestros sagrados titulares que en su día, las gubias de ilustres imagineros colmaron de unción sagrada para que en ellos depositemos nuestros rezos y plegarias.

Volverán a la vida esos tristes balcones vacíos de casas cerradas y abandonadas de calles que solo pisamos en los días de nuestra gran fiesta.

Y tornarán las mantillas, las petaladas en los balcones, aplausos a los hombres de trono, los oboes y fagotes de las bandas brillarán con el sol  de media tarde, redoblarán los tambores, los solos de trompetas, las sobaduras en los pies de esos zapatos nuevos que estrenamos el Domingo de Ramos, una niña orgullosa, que estrena juventud y amor le dirá a su amiga ¡aquel del segundo varal es mi novio!, la Catedral, olvidada durante el año, vestirá sus mejores galas luciendo con su máximo esplendor y disfrutarán los padres viendo a sus hijos vestidos de nazarenos por primera vez y… tantas cosas más que nos arrebataron, hasta los afectos, volverán a donde solían.

No obstante aunque haya vuelto a salir el sol en la ciudad, donde durante dos años sólo deambulaban sombras y fantasmas no debemos bajar la guardia y ser conscientes que el virus causante de nuestros llantos y quebrantos sigue activo y que el ser precavidos es una actitud que debe acompañarnos durante los días del gozo. Seguiremos implorando para que no nos abandonen, a las dos advocaciones marianas que más se han nombrado en esta enfermedad física, social y mental, SALUD Y ESPERANZA.

 

Cuaresma de 2022

Pepe J.Cueto


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