Cuando
nos asomamos a la cosmopolita ventana de la comunicación mediática, al igual que
cuando observamos esa realidad más próxima a nuestro pequeño entorno vivencial,
tomamos conciencia de una peculiar transformación que nos llama poderosamente
la atención y para el que no hallamos una fácil o concluyente respuesta. ¿Cuál es ese “fenómeno”, cambio o contraste
que experimentan, de manera no fácil de explicar, muchas personas y que provoca
extrañeza, duda y curiosidad en el contexto social y posiblemente también en
los propios “actores” protagonistas? Veamos algunos fáciles ejemplos, que
avalen este planteamiento.
Comencemos
con el fácil y universal mundo del deporte.
Surge un joven profesional que, en muy poco tiempo, alcanza la cima de la fama
y el prestigio, por sus excelentes resultados en la actividad competitiva en la
que esté especializado. Su fotografía cubre, casi a diario, las portadas de los
periódicos y diarios informativos, tanto la especializada en el deporte, como aquellas
páginas específicas de cualquier empresa mediática, ya sea de radio, prensa o
televisión. Esta joven promesa, que a poco es “idolatrado” por millones de
seguidores y aficionados, en la cima de su fama específica decide cambiar de
equipo, tras firmar un “exagerado” pero buen contrato que mueve millones y
millones de euros, pagándose cifras exorbitantes en un contexto de elemental irracionalidad.
Los dirigentes de su nuevo club, que han hecho tan descomunal esfuerzo
económico, hipotecando incluso el futuro de la sociedad, se las prometen muy
felices al poder contar entre sus filas con esa “joya” que los va a colocar en
la cima de los resultados competitivos. El propio deportista ve también
multiplicados los elevados ingresos que ya percibía en su club de procedencia,
sintiéndose divinizado en medio de toda la aureola y fanatismo que socialmente
su imagen despierta.
Sin
embargo y sin que nadie encuentre fácil respuesta, en modo alguno logra
mantener el rendimiento con el que venía precedido, sino que, para
desesperación de los dirigentes que lo han contratado y de los seguidores que
esperaban disfrutar con el “éxtasis” místico de su habilidad y potencialidad
deportiva, se le ve inadaptado en su
nuevo equipo, su rendimiento es cada vez más vulgar e insustancial para los
resultados y la fama sociomediática que lo encumbró ahora lo critica con
acritud, evidenciando sin piedad sus defectos. Comienza el proceso del olvido y
esos hipócritas lamentos por la exagerada millonada invertida en el ahora tan denostado
personaje. El ídolo, sumido en la realidad de los pies de barro, ha perdido,
rápida y estrepitosamente ese exagerado o infundado prestigio, aureola que su
imagen despertaba entre el fanatismo social que nos invade. Y todo el episodio
sucede entre “la noche y la mañana” sin poder encontrarse respuestas
consoladoras o razonables para ese inexplicable cambio en su rendimiento.
Vayamos
a otro caso frecuente en estos cambios personales. Un
escritor, que no ha cumplido las tres décadas de vida y al que apenas
nadie conoce, se presenta a un certamen literario, con la que es su primera
novela, trabajo al que ha dedicado un par de años para elaborarla. El jurado
del concurso, integrado por expertos en literatura, decide conceder, de manera
inesperada, el primer premio a la obra presentada por esta joven promesa de las
letras, galardón que lleva aparejado una importante dotación económica. Para
mayor sorpresa, la obra premiada se convierte en un gran best seller, agotándose
las primeras ediciones en las librerías, ante la sorprendente aceptación
popular. Conferencias en centros culturales, firmas de ejemplares, entrevistas
en los medios de comunicación, negociaciones con productoras cinematográficas, todo
ello lo va convirtiendo en un personaje popular. Los dirigentes de la editorial
que ha convocado el prestigioso concurso, viendo el éxito en las ventas, le
ofrecen un bien retribuido contrato, ya que consideran que han descubierto un
gran filón al que “explotar”, a fin de reflotar la rentabilidad empresarial.
Sin embargo, las siguientes dos obras que escribe el premiado e idolatrado escritor
suponen un gran fracaso en las ventas, recibiendo de manera paralela severas
críticas por parte de los especialistas o comentaristas literarios. Los
problemas de creatividad e inspiración aturden y desaniman a este autor, que
sufre el hundimiento drástico de su prestigio, sin poder recuperar el éxito de
aquella su primera novela. El tiempo avanza con la rapidez del calendario y el duro
olvido entre los lectores que lo encumbraron es manifiesto. El fracaso de su
segunda y tercera novela hace que estas ediciones sólo encuentren acomodo en
las ferias del libro de ocasión. Un ejemplo más de autor conocido por una sola
obra.
Hay
alumnos que tienen un expediente
sobresaliente en primaria o secundaria. En todas las materias destacan por
encima de sus compañeros, ante la gozosa admiración de sus padres y profesores.
Sin embargo, llega un aciago momento en que “todo se tuerce”, sin saber exactamente
el por qué. Comienzan a sentirse infelices, sus calificaciones y proyectos caen
en picado, aparecen los suspensos, las recuperaciones, las repeticiones de
curso, los manifiestos y dolorosos fracasos. Este hundimiento escolar y
personal puede ocurrir tanto en la secundaria como en la propia universidad, al
cambiar de etapa educativa o de centro escolar. Nadie se explica los motivos de
este drástico declive o retroceso, que provoca el desconcierto y preocupación
entre los padres, los profesores, los amigos y, por supuesto, entre ellos
mismos.
Se
han expuesto tres ejemplos, a los que cada lector podría añadir algún nombre y
apellido, historias que reflejan el contraste entre un “sublime” y prometedor
presente y ese futuro teñido de mediocridad, fracaso y frustración, en el mundo
del deporte, en la creatividad literaria y en la formación reglada o
escolaridad. Y nos preguntamos ¿cuál ha podido ser la
causa de este negativo viraje, en la vida de tantas personas?
Parece
evidente que no existe una motivación única. Cada
protagonista es un mundo diferencial con respecto a otras personas. Habría que
estudiar detenidamente las circunstancias en cada uno de los casos.
Puede
ocurrir que haya habido una exagerada hipervaloración inicial a la hora de
considerar las excelencias de estos seres tan prometedores. El entorno social
necesita muchas veces encontrar “ídolos” o mitos a los que venerar. Y con la misma
rapidez en que son elevados a los altares de la fama, son después derribados al
oscuro o anónimo sótano de los olvidos, sin causas objetivas o suficientes que
justifiquen esta acelerada variabilidad. Muchos progenitores se esfuerzan en “modelar”
descendientes que compensen no pocas de las frustraciones de su propia
historia, en una irrealidad que más pronto que tarde surge poderosa para el sufriente
desconcierto. Tampoco habría que olvidar los cambios orgánicos, ambientales y
circunstanciales que se producen en casi todas las personas, transformaciones
que son de naturaleza interna y externa. La escenografía, las circunstancias
familiares, los cambios en la edad, los problemas sobrevenidos, etc. Todo ello
puede influir, sin duda, en esos “inexplicables”
cambios de ruta.
En
este punto de la exposición, tal vez sea necesario volver a incidir una vez más
en una realidad tantas veces olvidada o postergada. El
punto medio es, sin duda, el más adecuado para el saludable equilibrio.
La exageración, el fanatismo, el auto engaño, la soberbia no resultan buenos
compañeros de viaje. La racionalidad, la sencillez, la prudencia, el esfuerzo diario
son apreciados valores en los que siempre hay que confiar. No son dioses, ni
demonios. Sólo … personas. -
José
L. Casado Toro
Marzo
2022.
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