Son
numerosas las oportunidades durante el año, en las que tenemos motivos para
entregar o recibir un regalo. Siguiendo, básicamente, las
fechas del almanaque, nos surgen de inmediato las siguientes
motivaciones: Navidad, Reyes, cumpleaños, onomástica o santoral, día de los
enamorados, día del padre, día de la madre, natalicios, primera comunión,
bodas, fiesta de graduación, mayoría de edad, bodas, oposiciones, publicación
editorial, jubilación, agradecimiento por un favor, vuelta de un viaje
vacacional, etc.
En
todas estas circunstancias y en otras (por el simple gusto de hacerlo) se
piensa en la conveniencia de entregar algún objeto, de muy diferente
naturaleza, para celebrar el evento correspondiente. En este lúdico ámbito, se
nos plantea el primer interrogante: ¿qué regalar?
pensando en una época en que una mayoría de personas tienen “casi de todo”
siempre que no pensemos en obsequios de elevado lujo. Nos preguntamos ¿cuál
sería el presente más adecuado, original o sorprendente? Como inicial medida,
habría que estudiar bien a la persona a quien se
regala. El motivo por el que se realiza esta generosa acción, la edad de
quien lo va a recibir, la forma de ser de esta persona, los gustos habituales
de la misma, las necesidades que puede tener en un momento concreto, la
oportunidad de elegir ese preciso detalle, la sorpresa que lleve implícita el
obsequio entregado.
En
no pocas ocasiones, el autor del regalo piensa más en sí mismo que en la
persona que va a recibirlo, por ello este gesto puede no encontrar el efecto
deseado. La expresión de los ojos, junto a la mímica facial, de quien lo
recibe, confirma acerca del acierto o el error de una determinada elección. En
otras oportunidades, suele preocupar más el valor de
mercado o monetario de ese presente, incluso también el tamaño o volumen del
objeto elegido, sobre la necesidad, ilusión o deseo que pueda tener la persona
objeto de nuestro homenaje. En otras palabras, es el “cómico” o incómodo asunto
de guardar o salvar las apariencias.
Otro
aspecto curioso que también nos mueve a cuidar este alegre gesto es la
presentación que acompaña al objeto donado. De manera especial, el papel en el
que va envuelto o la posible bolsa en la que se entrega, con los “lacitos”
añadidos y el contenido escrito de la tarjeta que acompaña al presente. Por
estos detalles externos, solemos escuchar esa conocida frase que dice “vamos a
ir a comprarlo al establecimiento X, pues el envoltorio que utilizan, con ese prestigioso
rótulo, hace mucho a la hora de recibirlo. En este condicionante comercial, hay
establecimientos especializados en la exposición y preparación “social” de los
regalos. En definitiva, la tienda aporta un plus de valor o prestigio sobre la
naturaleza propia del objeto regalado.
Pasemos
ahora al plano de quien tiene la suerte de
recibirlo. Aquí hay también una serie de matices. Esperabas una cosa y
te entregan otra. El objeto que recibes, ya lo tienes, incluso en ocasiones repetido.
Si previamente se te pregunta qué es lo que deseas recibir, se pierde la
sorpresa o el divertido asombro de cuando abres el envoltorio. Cuando ya se
extrae el contenido del regalo, muchos se hacen ese filosofal interrogante ¿Y
ahora qué hago yo con esto? ¿Tendré algún sitio donde ponerlo?
Siempre
queda el recurso de intentar cambiar el regalo por
su valor monetario o por otro objeto que sea de mayor agrado o utilidad. El
problema es conocer el establecimiento en que ha sido comprado. Otra dificultad
aparece cuando en este comercio te exigen el ticket de compra para realizar la
devolución o el cambio correspondiente. Pero esa factura o ticket no suele
venir acompañando a la donación recibida, pues indica claramente el precio o
valor que ha sido invertido en la adquisición. A consecuencia de estas
dificultades, cada vez es más frecuente la racionalidad de la tarjeta /regalo, cuyo contenido monetario puedes
utilizar en cualquier departamento o sección del comercio en donde se ha
emitido. Así eliges aquello más te interesa o necesitas. De todas formas, esta
tarjeta reduce el encanto, la emoción o la ilusión que conlleva la entrega de
un determinado objeto. En este contexto, no hay que olvidar las preferencias
por el color, la forma o la talla, de determinadas prendas, datos que pueden no
ser conocidos por el autor del regalo.
En
general, a la mayoría de las personas les agrada y les hace mucha ilusión,
recibir un presente en determinadas fechas o circunstancias. Esa ilusión se
potencia cuando se recibe sin una motivación expresa. Tengamos siempre en
cuenta el agradecimiento expreso que hay que
realizar a la persona que lo entrega o remite. También hay que respetar
aquellos a quienes no les gusta regalar o no se sienten especialmente felices
al recibirlo. En definitiva, algo tan bonito y lleno de ilusión, como es
regalar o recibir un presente, puede ser problemático o complicado, atendiendo
a los factores ya expuestos. Apliquemos, en todo caso, la
sensatez y la racionalidad educacional. –
José
L. Casado Toro
Marzo
2022
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