Artículo de Silvia Hurtado González profesora de Lengua Española
en la Universidad de Valladolid y publicado en la revista digital The
Conversation.
Una de las mujeres que más reivindicó la lucha por la igualdad de
derechos para las mujeres fue Emilia Pardo Bazán. Si bien esta escritora nunca
consiguió ser admitida en la Real Academia Española, logró ser la primera mujer
socia del Ateneo de Madrid. Y su papel en esta institución fue más allá de
poseer el carné número 7 925.
El Ateneo científico, artístico y literario de Madrid
El Ateneo de Madrid, creado en 1835, tuvo una relevancia notable
en la vida cultural de España durante el siglo XIX y principios del XX como
foro de discusiones y plataforma de libre expresión de las ideas del momento.
Inicialmente, era un espacio reservado a los hombres. Solo a
partir de 1882 comenzó a ser habitual la presencia de mujeres en veladas
poéticas y musicales. Sin embargo, su participación en eventos más relevantes
y, sobre todo, su admisión como socias se hizo esperar.
Emilia Pardo Bazán, conferenciante
En 1887, Emilia Pardo Bazán se convirtió en la primera mujer que
ocupó la tribuna del Ateneo de Madrid para impartir una conferencia, lo que
provocó una gran expectación mediática. Así informaba El Día (14/4/1887) de
este acontecimiento:
Era anoche la primera vez
que una dama subía á la cátedra del Ateneo, la corporación más docta de todas
las de Madrid, á leer un trabajo suyo original, en prosa, y no trabajo de
imaginación como son de ordinario los de las hoy no muy numerosas damas que
entre nosotros cultivan la literatura, sino un estudio acerca de Rusia y su
novela.
Esta fue la primera vez de la escritora coruñesa como
conferenciante en el Ateneo, pero no la última. De hecho, las conferencias de
Pardo Bazán constituyen un hito en la historia de esta institución y en la
trayectoria profesional de la gallega, que se convirtió así en una mujer con
autoridad intelectual para sus colegas masculinos, pero también en una
escritora de moda.
En 1892 empezó discutirse si era o no pertinente el acceso de las
mujeres como socias al Ateneo. Esta polémica se planteó poco después de la
“cuestión académica” suscitada por la posibilidad de que Emilia Pardo Bazán
fuera admitida como miembro de la Real Academia Española, algo que, a pesar de
los intentos de la escritora, nunca sucedió.
En La Correspondencia de España (9/4/1892), podemos leer lo siguiente:
Uno de los asuntos que
están actualmente debatiéndose en el sexo femenino de esta corte es la
siguiente: ¿Por qué, si las mujeres demuestran tanto interés por las
conferencias del Ateneo de Madrid, no han de ser admitidas como socias en este
centro? A muchas hemos oído quejarse de esta prohibición, que equivale a
cerrarles las puertas a los medios de ilustración.
El debate subió de tono con un artículo de Mariano de Cavia en el que el periodista,
en un tono particularmente ofensivo, se mostraba contrario a la posibilidad de
que las mujeres se convirtieran en miembros del Ateneo de pleno derecho. El siguiente fragmento rescata algunas
frases del mencionado periodista que caldearon (y mucho) el ambiente:
“Era lo que faltaba al
Ateneo: convertirse en Atenea”, “quiero, amo y adoro a la mujer, pero… lejos
del Ateneo”; y arremetía contra las marisabidillas: “con la señora de Pérez
Adefesio a la cabeza, y la de Casa-Pelma a retaguardia, y aunque Metonimia
Gómez, la musa de Villacargante, me abrume bajo el peso de este apóstrofe
culti-cursi-helénico: -¡Misógino!”; temiendo que “una vez dentro del Ateneo, no
se darán las invasoras por contentas, y sabe Dios -¡el Dios de los marimachos!-
en qué nuevos charcos se nos querrán meter.
Socia, por fin
Finalmente, el 9 de febrero de 1905, Emilia Pardo Bazán se
convirtió en la primera socia del Ateneo. El periódico conservador La
Época (15/2/1905) se hizo eco de la noticia en estos
términos:
El Ateneo
de Madrid ha tenido el buen acuerdo de nombrar socia de número á D. ª Emilia
Pardo Bazán. […] La inteligencia no tiene sexo, y la de la señora Pardo Bazán
es de aquellas que no sólo honran á la Corporación que le abre sus puertas,
sino al país entero, que la mira como uno de sus más insignes hijos.
Quién
sabe si el acto realizado por el Ateneo, que hasta ahora no había inscripto en
la lista de sus socios el nombre de mujer alguna, servirá de precedente –aquí
donde los precedentes tienen tanta importancia– para que otras Corporaciones,
imbuídas tal vez por un criterio antifeminista, opuesto al carácter de nuestro
tiempo, no se obstinen en negar á la gran escritora un puesto á que le dan
derecho su talento, su vastísima cultura, su asombrosa labor…
¿Que sería excepcional y
extraordinario, verbigracia, la entrada de D. ª Emilia en la Academia Española?
Es verdad; pero excepcional y extraordinario es el mérito de la señora Pardo
Bazán. No hay peligro de que otras damas soliciten el ingreso en la Academia.
Su entrada no justificaría otras análogas pretensiones femeninas… Pardo Bazán
no hay más que una.
Este artículo acertó en una cosa, pero se equivocó en otra. La
mayor de las reticencias que se hubo de vencer para que se permitiera la
entrada de mujeres en el Ateneo fue, efectivamente, que no había precedentes, y
sobre ello comentará la propia Emilia Pardo Bazán:
"Cuando no se ha hecho nunca una cosa, es en España axiomático que nunca
se ha de hacer”. Y añade: “El progreso reclama todo lo contrario: hacer lo que
antes no se hizo, para mejorar”.
El error estuvo en pensar que tras ella no pedirían paso otras
mujeres. Obviamente, después de la brecha abierta por Pardo Bazán en el Ateneo,
otras dos solicitaron su ingreso como socias: Blanca de los Ríos, que también sufrió el
rechazo de la Real Academia Española, y Carmen de Burgos, conocida como “Colombine”.
Ambas entraron como socias en ese mismo 1905.
Emilia Pardo Bazán, presidenta de la sección de literatura
Ni Pardo Bazán ni sus amigos querían que la escritora fuese
considerada una socia pasiva, de manera que, nada más recibir su carné, se
iniciaron las gestiones para que ocupase un cargo representativo importante:
presidenta de la sección de literatura. No era fácil, porque la escritora tenía
tantos amigos como enemigos y porque, hasta los años veinte, no hubo mujeres en
la dirección de las distintas secciones del Ateneo.
En una carta fechada el 3 de noviembre, la escritora les pide a
Blanca de los Ríos y a su marido, el conde de las Navas, que apoyen su
candidatura y justifica su deseo tratando este hecho individual como una meta
colectiva: “Me va a robar mucho tiempo si lo logro, pero ¿y la mujer? Este será
un paso, una conquista”.
Lo cierto es que Pardo Bazán fue rechazada en la primera votación.
Cuando conoció el resultado, escribió otra vez a Blanca de los Ríos
quitándole importancia a su derrota e interpretando los hechos con optimismo:
“Yo creo que estamos, no de pésame, sino de enhorabuena, vuelva V. la vista
atrás; recuerde que hace ocho meses era un problema que el Ateneo admitiese a
la mujer como socia; mire V. el salto; esa nutrida votación, esa probabilidad
de una elección segura en Junio… y sé que, como yo, se siente victoriosa”.
Elegida presidenta de la sección de literatura del Ateneo al segundo
intento, desempeñó este cargo de 1906 a 1908.
Emilia Pardo Bazán, De bellum luce
Emilia Pardo Bazán adoptó el lema en latín De bellum luce (“a
la luz de la batalla”). Este lema evolucionó a De bello lucem, que
es como figura en la vajilla que se conserva en la Casa-Museo de la
escritora. En palabras de Eva Acosta:
En la primera versión la
luz provoca el combate; el afán de conocimiento, algo prohibido para la mujer
de la época, es fuente segura de controversia. Cuando, más tarde, los términos
se invierten, del conflicto brota la luz; de la lucha contra un entorno hostil
nace el resplandor del arte. La luz y la batalla conforman, pues, un eje
existencial con dos polos en apariencia antitéticos pero inseparables. El mejor
símbolo de la condesa de Pardo Bazán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor: Se ruega no utilizar palabras soeces ni insultos ni blasfemias, así todo irá sobre ruedas.
Reservado el derecho de admisión para comentarios.