Artículo de María Pilar Úcar Ventura profesora de Ciencias Humanas
y Sociales de la Universidad Pontificia de Comillas. Publicado en la revista
digital The Conversation
¿Es
difícil escribir un artículo sobre los tacos y palabras malsonantes sin incluir ninguno en su redacción?
Dados los tiempos que corren, convendría soltar más de uno. Variaditos, eso sí.
Para
algunos, las palabrotas suponen una descarga emocional, un alivio terapéutico,
pues liberan tensiones emocionales, algo así como un bálsamo o un analgésico.
Algo
de ello debían saber autores como Quevedo y Góngora, por ejemplo, o la
corriente literaria goliardesca y los libros de caballerías, o el marqués de
Sade, entre otros. Los autores del romanticismo introdujeron el lenguaje
popular en la literatura, pero será en el naturalismo con Zola cuando hablemos de un
auténtico sociolecto.
Somos
conscientes, por tanto, de que a lo largo de la historia de la lengua y de la
literatura el taco ha estado presente en textos de relevancia.
Les gros mots forman parte de la espontaneidad y
de la expresividad propias del registro coloquial, caracterizado por cierta
naturalidad y flexibilidad en la comunicación diaria, ya sea entre amigos,
familiares o conocidos.
¿Son los tacos de mal gusto?
No
obstante, convendría su uso en la justa medida para controlar su alcance. Los
contrarios a dicho empleo se basan en razones de lo que denominan “buen gusto”:
ante público femenino aconsejan desterrarlos de su vocabulario porque causa
mala impresión; tampoco es de buen tono que las clases sociales más
privilegiadas o profesiones de elevado rango intelectual escupan palabrotas. Y
los niños, que son como esponjas, que ni los oigan, por supuesto: padres y
profesores deben inculcar ejemplo a pupilos y vástagos.
Existen
estudios que avalan la virtud del taco, pues demuestran que las personas que
los profieren son más inteligentes y que poseen una mayor capacidad de recursos
léxicos y estilísticos en su expresión tanto escrita como oral.
Sin
entrar en matices, sostenemos que conocer una amplia terminología ad hoc permite al emisor garantizar la cualidad de
persona culta, porque sabrá en qué contexto y con qué receptores usar o no
aquellas palabras que expresen de la manera más correcta y clara el mensaje que
desea transmitir, con un código que ambos intervinientes conocen. Eso es
comunicación: cifrar y descodificar la lengua.
De
esta manera, el lenguaje nos iguala y convierte en grupo homogéneo a los
jóvenes, más allá de que sean “chonis”, “cayetanos”, “canis” o “pijas”.
Ahora
bien, no debemos perder de vista el valor comunicativo que poseen en el teatro actual, considerado el género literario más
próximo a la conversación por su carácter dialógico.
No abusar de su uso
Además,
el DRAE, como sinónimo, aporta el término “juramento” en la acepción número 19
de la palabra “taco” y la mayoría de lingüistas señalan que el problema del taco es la reiteración y el abuso: de
tanto repetirlo pierde su carga semántica, sea expresiva o
sanitizadora como elemento catártico de ciertas emociones.
Un
importante número de investigadores ha analizado algunos de los aspectos de este
lenguaje soez y concluyen que los disfemismos, como se denominan a estos términos, no
siempre designan una realidad peyorativa o con intención de rebajarla de
categoría, sino que constituyen herramientas para manifestar cercanía, cariño,
afecto o complicidad, y no solo se emplean en contextos con algún tipo de
violencia o de transgresión social ni de ruptura de lo convencional.
Otras
voces añaden que en los últimos tiempos España asiste a un abuso indiscriminado
de tacos en todos los ámbitos y a todas las edades; mucho más en este lado del
océano.
El
taco no sabe de trabajos, ni de tramos de edades, ni de componendas sociales ni
origen o estudios, de regiones o mayor o menor educación. El taco está ahí
conviviendo con tantos otros términos y la Fundéu constata que el español es un idioma rico en
tacos.
Regañinas
de antaño, lavar la boca con jabón, castigos y reprimendas que coartaban la
expresión de emociones, sentimientos y sensaciones: frustración, alegría, enfado,
desengaño, pena, dolor, satisfacción (suma y sigue), hoy no se contemplan pues:
“Los tacos aparecen en el discurso cuando hay una intensidad afectiva que no se
puede simbolizar”, explica Irene Sáez Larrán, psicóloga y psicoterapeuta,
autora de “GuíaBurros. Guía para entender a los
adolescentes”.
Hacer un uso contextualizado
Sería
bueno proponer un variado elenco de “tacos” y animar a su uso contextualizado y
comunicativo.
En
la actualidad, los medios de comunicación también tienen mucho que decir al
respecto y, lejos de utilizar el criterio de urbanidad o moralidad, prefieren
la consigna de lo políticamente correcto para garantizar la comunicación.
Recordar
tiempos pacatos distorsiona la comunicación: sin molestar ni ofender, el taco
forma parte de nuestro idioma, y las canciones también lo reflejan: Paquita la
del Barrio canta “Rata de dos patas” (Manuel Eduardo Toscano, 2004). youtube
Recordemos
la importancia de las palabras: aprendamos y practiquemos su correcto manejo.
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