Artículo
elaborado por Juan Carlos Laguna Egea catedrático de Farmacología y Marta
Alegret Jordá investigadora del Departamento de Farmacología, ambos de la Universitat
de Barcelona y publicado en la revista Digital The Conversation.
La
fruta es un alimento vegetal que se incorpora en todas las dietas saludables.
Se caracteriza, entre otras cosas, por su dulzura, sobre todo cuando ha
madurado correctamente. Ese sabor dulce de la fruta se debe a que contiene una
gran cantidad de un tipo de azúcar que, adivinen por qué, ¡se denomina
fructosa! También contiene glucosa pero en mucha menos cantidad. Pero hoy nos
centraremos en la primera de ellas, la que podría ser más perjudicial para
nuestra salud.
La
fructosa es, además, junto a la glucosa, un integrante del azúcar blanco (o de
mesa) y del jarabe de maíz. Ambos edulcorantes se utilizan como ingredientes
habituales en la preparación de alimentos procesados, salsas y condimentos,
dulces y bebidas refrescantes edulcoradas.
Y
es aquí donde empieza el problema. Numerosos estudios asocian el incremento en el consumo
de estos productos con la mayor incidencia de enfermedades metabólicas, como la
obesidad, la diabetes, el hígado graso y los lípidos en sangre.
Cantidad y calidad, dos palabras clave
Cantidad: Un mayor consumo de productos
alimenticios que contienen edulcorantes azucarados implica un mayor consumo de
calorías. Si estas no se queman, se acumulan en forma de grasa en el organismo
y promueven el desarrollo de enfermedades metabólicas.
Por
desgracia, el consumo de dietas hipercalóricas, pobres en frutas y vegetales y
ricas en grasas y en este tipo de azúcares, se ha globalizado, facilitando el
crecimiento epidémico de este tipo de patologías.
En
cambio, si uno va al dietista o nutricionista o consulta cualquier guía
dietética, siempre encontrará un mismo consejo: si quiere estar sano, consuma
unas cinco raciones de fruta y verduras, repartidas en las diferentes comidas
del día.
Un
consumo diario moderado de un alimento natural, no procesado, como la fruta, es
saludable. Y apliquemos el sentido común, ¡no estamos hablando de consumir dos
kilos de peras y un melón al día!
Calidad: La fructosa se transforma en grasa con
una gran facilidad en el hígado. Para una misma cantidad ingerida, por ejemplo,
de fructosa y glucosa, la primera produce mayor cantidad de grasa en el hígado.
En
este sentido, la fructosa, en exceso, tiene un mayor potencial para alterar el
metabolismo y facilitar la aparición de enfermedades metabólicas que el resto
de azúcares.
Pero
entonces, ¿estas patologías también se dan con el consumo de fructosa de la
fruta?
El envoltorio lo es todo
Todos
sabemos que, al fin y al cabo, somos monos evolucionados. Durante millones de
años, nuestros ancestros vivieron y se adaptaron al consumo de una dieta
variada, rica en vegetales y frutas que recolectaban en el trascurso del día.
Cuando
tomamos fructosa, no la ingerimos como tal, aislada, sino que está incorporada
en su envoltorio natural (la propia fruta), con todos los demás componentes de
la misma: fibra, minerales, vitaminas, etc.
Por
eso debemos masticar adecuadamente cada pieza que tomemos. El objetivo es
mezclar sus diversos componentes, entre ellos la abundante fibra, con nuestra
saliva y los jugos digestivos. Esto hace que la fructosa que contiene la fruta
se incorpore a nuestro organismo de forma lenta.
Así,
las células intestinales consumen una gran mayoría de la fructosa que absorben,
de forma que muy poca cantidad de la misma llega por la sangre al hígado para ser
transformada en grasa.
Así actúa el azúcar industrial en el organismo
Cuando
tomamos una gran cantidad de fructosa, presente en un dulce, una salsa, un
helado o, sobre todo, en forma líquida, en una bebida azucarada, la situación
es muy diferente.
Inundamos nuestro tubo digestivo de fructosa, disuelta en agua, que
es absorbida rápidamente por las células intestinales, pero hasta el punto de
desbordarlas. Entonces llega al hígado, donde se transforma en grasa.
El
hígado se encarga de repartir este exceso de grasa en todo nuestro organismo.
Si esto sucede de forma aislada, no tiene mayor importancia. Pero si consumimos
esos alimentos de forma abundante y frecuente, a la larga tendremos problemas
de salud. El exceso de grasa depositada en nuestro organismo nos podría
producir obesidad, diabetes, hipercolesterolemia, etc.
Con
el tiempo, los trastornos del metabolismo aumentarán el riesgo de que
padezcamos un infarto o, incluso, un proceso canceroso. Por ejemplo,
recientemente se ha publicado un estudio en el que se asocia una mayor
incidencia de cáncer cuanto mayor es el consumo de azúcares.
Pero
¡atentos!, esta asociación solo se da con el consumo de azúcares en forma
líquida, no en forma sólida. Además, cuando se estudia específicamente la
asociación entre la aparición de cáncer y el consumo de zumos de frutas, esta
también es positiva, se incrementa la incidencia de cáncer a mayor consumo de
zumos de frutas.
El azúcar de la fruta ¿es bueno o es malo?
Entonces,
el azúcar de la fruta ¿es bueno o es malo? Si ha leído lo anterior, podrá
intuir la respuesta. El consumo de fruta como tal en nuestra dieta es
saludable. Eso implica que la mordemos, la masticamos, la mezclamos con el
resto de alimentos, para facilitar su digestión. De esta forma, los componentes
de la fruta, y entre ellos la fructosa, se incorporan lentamente a nuestro
organismo.
Cuando
tomamos un zumo de fruta, incluso si es natural, las cosas cambian. Tomamos
mucha más cantidad de fruta que si la tuviéramos que pelar, morder y masticar.
Además, como no tomamos la fructosa en su envoltorio natural, esta se absorbe
de golpe, rápidamente, llega al hígado y… una vez allí ya sabemos lo que pasa.
Por tanto, la fruta se come como tal y los zumos son un placer que nos podemos
permitir de tanto en tanto.
Y
si decide tomar un zumo, por favor, ¡no quite la pulpa! La pulpa favorece que
el azúcar de la fruta se incorpore lentamente a nuestro cuerpo, de forma más
similar a lo que sucede cuando comemos directamente la fruta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor: Se ruega no utilizar palabras soeces ni insultos ni blasfemias, así todo irá sobre ruedas.
Reservado el derecho de admisión para comentarios.