A través del
cine, las visitas a las exposiciones pictóricas y museos, la consulta de
bibliografía digital o en soporte papel, los buscadores de información
informática, las fotografías y los documentos históricos, las conferencias
impartidas por los especialistas, los diálogos que establecemos con las
personas mayores y también con el poderoso auxilio que nos presta nuestra
memoria, basada en las vivencias de la infancia o adolescencia, alcanzamos
amplia información acerca de muchas profesiones y
actividades, relevantes en épocas pasadas y que hoy han desaparecido,
han caído en desuso o han evolucionado,
aunque hay algunas que aún se practican, ciertamente de forma minoritaria y en
espacios muy concretos de la geografía mundial.
Podemos encontrar
a no pocos niños o incluso a personas adultas que no conocen o se imaginan en
detalle la imagen plástica y real del ejercicio de aquellas actividades que se
llevaban a cabo hace bastantes décadas e incluso siglos. Pero al recordarlas o
describirlas gozamos del encanto y la forma de vida de otra vieja época, tiempo
cronológico que ya no volverá. Al menos, con la significación y los
comportamientos de una época que ya es toda pretérita y que sólo está anclada
en nuestras mentes o en el acerbo documental disponible.
Hacer una
exhaustiva relación de esas actividades sería un bello ejercicio que, sin
embargo, sobrepasaría los límites espaciales de este artículo. Más aún si cabe
pues sería necesario realizar al tiempo un más o menos extenso comentario
acerca de cómo eran aquellos trabajos y cómo los recordamos. Sin embargo, vamos
a relacionar algunas de esas profesiones, con pequeñas aclaraciones que nos
ayuden a conocerlas de una manera básica y sugerente.
ARRIERO (transportista
de alimentos, enseres, correos y también personas, que utilizaban mulas de
carga para su desplazamiento); AGUADOR (aquel
trabajador que transportaba y vendía agua, llevándola de un lugar a otro, en
sus cántaros de barro o en pequeños toneles de madera); LECHERO/CABRERO (vendedor de leche a domicilio, que a veces
venía acompañado de algunas cabras que ordeñaba en la propia vasija de los
clientes); AFILADOR (con su rueda
esmerilada, encastrada en la bicicleta que usaba para desplazarse y hacerla
girar a través de los pedales, afilaba los cuchillos, navajas y tijeras en
plena calle, avisando de su llegada tocando un familiar y alegre sonido con la
armónica); MALETERO (vestido con su amplia
bata de color beige o gris, prestaba servicio especialmente en las estaciones
ferroviarias, aplicando su fuerza para ayudar a los viajeros a cambio de una
propina); MIELEROS (vendían miel a
domicilio, llevándola en cántaros de aluminio, con cuyas tapaderas medían la
cantidad del sabroso producto que servían): LINOTIPISTAS
(trabajaban en las rotativas de los periódicos, fabricando y componiendo en las
máquinas linotipias letras de plomo que, encastradas en planchas metálicas,
servían para imprimir los textos en los rollos gigantes de papel): DESHOLLINADOR (limpiador de chimeneas); SERENO (con
sus manojos de llaves maestras, ayudaba a los vecinos del barrio a abrir las
puertas de sus domicilios, trabajando en las horas nocturnas y manteniendo el
orden en las calles); ZAPATERO REMENDÓN
(reparaba calzado de todo tipo, trabajando en sus populares portales urbanos); ZAHORÍ (buscador de bolsas de agua, pozos y mantos
freáticos, que localizaban basándose en el movimiento energético de péndulos,
varillas radiestésicas y ramas de árboles que llevaban consigo); PLAÑIDERAS (mujeres que acompañaban en los duelos
a los familiares del difunto, con sus acústicos y prolongados llantos); MODISTAS, COSTURERAS, SASTRES (confeccionaban y
arreglaban prendas de vestir a medida); BARRENDERO
(limpiaba las calles de residuos sólidos, ayudándose de grandes escobas
artesanas, confeccionadas de retama y brezo, con grandes recogedores para la
basura); SACRISTÁN (trabajaba en las
iglesias, ayudando al párroco en sus funciones religiosas y manteniendo en
orden el interior de los templos. Algunos solían tocar el órgano musical,
cantando salmos y oraciones en las celebraciones litúrgicas); PRACTICANTE (era el actual auxiliar técnico
sanitario o enfermero, que ponía inyecciones y realizaba pequeñas curas a las
personas lesionada, en sus consultas urbanas o rurales); CENACHERO (vendedor ambulante de pescado, portado
en dos grandes cenachos o bolsas casi planas de esparto, que colgaban de sus
hombros); CALLISTA (arreglaba los problemas
de los pies, antecedente de los actuales podólogos); TENDERO
(dependiente o propietario, en las tiendas de ultramarinos, en la que se
vendían una gran variedad de productos alimenticios); PARAGUERO
(arreglaba los paraguas rotos, en régimen ambulante desplazándose por las
calles); SILLERO (reparaba las sillas en los
portales o aceras de las casas, echando nuevos “culos” o asientos a las mismas,
trenzando la anea vegetal que llevaba en enormes manojos alargados sobre su
espalda); CANTERO (modelaba a martillo y
cincel los bloques de piedra utilizados para las construcciones monumentales,
religiosas y laicas); ESQUILADOR (cortaba el
pelo o lana de las ovejas y otros animales, sin mecanismo eléctrico alguno); PREGONERO (anunciaba en la plaza pública y a viva
voz, celebraciones, informaciones, normas legales a cumplir por el pueblo y
dictadas por los gobernantes); PLANCHADORA
(contratada por las familias “bien” para cumplir con esa paciente y esforzada
labor); LAVANDERA (lavaba a mano la ropa de
las familias pudientes que contrataban sus servicios); NIÑERA
(cuidaba a los niños de la casa, antecedente de los actuales “canguros”); SANTEROS (vendían estampas, reliquias y textos de
oraciones que “obraban milagros”); ENCUADERNADOR
(artesano que con escasos medios instrumentales elaboraba y organizaba los
fascículos y hojas escritas o impresas, en bellos y artísticos volúmenes
bibliográficos); CURANDERO (decía tener la
habilidad para mejorar y sanar heridas y enfermedades, usando para su “mágica”
labor plantas de la naturaleza y ungüentos, aplicando al tiempo determinadas
advocaciones misteriosas); REPARADORA DE MEDIAS (utilizaba
para ello agujas especiales y normalmente una gruesa bombilla como soporte,
para “coger las carreras” en las finas y difíciles tramas de hilados); CAMPANERO (tocaba las campanas de los templos y
castillos, tirando de unas cuerdas que comunicaban con la torre donde aquéllas
estaban instaladas); ALFARERO (modelaba
figuras de barro con sus manos o ayudándose con pequeñas cañas o trocitos de
madera. Hacían girar el bloque de arcilla, pisando un artilugio mecánico
provisto de ruedas y engranajes); COSARIOS (mediante
encargos pagados con una pequeña comisión, llevaban y traían determinados
productos de una localidad a otra, tras haberlos comprado. También hacia
entregas de dinero por parte de sus clientes); NEVEROS
(bajaban desde las altas sierras, en sus bestias de carga, grandes trozos de
hielo para vender, utilizados para refrescar el agua y hacer helados. Ese hielo
se formaba por las acumulaciones acuosas en oquedades montañosas, congeladas
durante el invierno o en tiempos muy fríos y eran tapadas con piedras, ramas y
tierra para mantenerlas sin derretir por más tiempo en las estaciones cálidas);
…etc.
Es cierto. Se
podría ampliar esta relación y completar o corregir sus breves explicaciones.
Pero los límites de un artículo están reclamando un necesario final. De nuevo
hay que reiterar que la mayoría de estas relevantes imágenes artesanales y
laborales se han ido perdiendo y sólo quedan ejemplos puntuales y testimoniales
en nuestras calles y plazas. Por fortuna, permanecen en nuestra memoria, con
encantadoras y sentimentales imágenes que, en muchas circunstancias, tienen
nombres y apellidos. Nos hablan y recuerdan, con afecto y respeto, no exento de
curiosidad, acerca de otros tiempos y épocas,
ni mejores ni peores, sólo diferentes, en el recorrido de nuestras vidas. Resulta
interesante y útil recordarlas, para tratar de explicarnos mejor el presente y tratar
de mejorar los tiempos que han de venir. -
José Luis Casado
Toro
Octubre 2021
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